19/09/07
Un rumano ardió en la calle.
Murió, tras unas semanas,
una tarde, en un hospital.
Todos miramos las llamas como niños asombrados,
¡las personas arden!
Nadie vio extinguirse el fuego,
nadie oyó el último aliento comburente
de la llama, en singular.
Sorprende saber que no fue un juego
después de verlo en la tele, en los periódicos,
pero el fuego no suele fingir.
Nosotros sí, así ha de ser: fingiendo.
Cómo si no se explica que no haya restos
de las noticias, de los papeles de ayer.
Dónde ha ido a parar hoy su piel
hecha ceniza.
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