Para ser optimista.


Primero, optimizar el tiempo,
que no parezca que pasa mientras lo hace.
Sufrir un poco cada día, para notar la diferencia.
Sentirse amado por alguien que no te conoce.
Sonreír a los espejos, aunque ellos no sonrían primero.
Beber con moderación.
No escribir.



Ilustración:
EL PAYASO TRISTE
MANUEL PARREÑO RIVERA (España)
Pintor con el Pie
Óleo 55 × 46 cm

Memorias.



Del tiempo, conservo engaños.
Daguerrotipos de algo que no ocurrió así
ni de ninguna otra manera,
porque aunque el tiempo exista simultáneo
ahora, y después, y antes,
yo no soy consciente de esa coincidencia;
sólo veo lluvia cayendo
y el suelo mojado,
y agujas dando vueltas.
Y el futuro es un perjurio
de un dios que sólo busca su propia salvación.

POPetry

Eso del arte simbólico,
eso de no poder decir te quiero porque ya está dicho,
eso es lo que hace que los intelectuales lleven gafas
y los obreros no.
Y las gafas son para verte mejor, amor,
no para que con el calor y el frío
y la lluvia y el polvo y los mosquitos
se empañen,
son sólo
para ver mejor,
si no, a veces,
mejor quitárselas y dejarse llevar por alguien.
El arte mejora al rato,
hagamos arte también,
¿por qué no?
para que pase el rato.

Poética musical

Palabras entre ruido,
entre rostros, bajo la lluvia,
lluvia que cae sobre un desierto pedregoso,
o sobre el fondo de un valle,
sobre musgo y hierba húmeda,
que la desea, exhalando luego niebla.
Vino rojo en una bodega
compartido por amor,
y el mismo vino solo,
emborrachando deprisa
tras la derrota.
Nada es lo mismo dos veces,
no existe el mismo río.

Alguien me habló en la calle.
Yo iba deprisa, pensando en mis cosas
y un susurro me sacó por un segundo de ellas.
Desde una esquina me siguió hablando,
me llevaba con su música a otro lugar,
a otro tiempo,
como si el tiempo de esa música, sus intersticios,
no fueran hoy, ahora,
como si el tiempo en que la oí por vez primera
hubiera empapado las notas de aquella melodía.
Volví a otra época y de pronto ésta ya no era lo único importante,
era un momento más, un tiempo que como todos pasa,
un tiempo gemelo de otro, unido a él por la canción
de un músico desconocido,
pero que habló conmigo como lo solía hacer el mundo
cuando todo era nuevo, cuando aun mi oído era niño.

El tiempo moja la música
para que transcurra disuelta
en él.
Así, el tiempo se endulza
como agua con azúcar,
o sabe a la sal del mar
o de las lágrimas.
Y la música termina
y alguien la quiere usar en otro tiempo
y la usa.
Porque la música nunca pone impedimentos.
Pero hay algunas
que no llegan a secarse entre sus interpretaciones,
y al disolverse, mezclan un tiempo con otro,
y traen a éste la sal de aquél
y nos recuerdan aquel sabor de las lágrimas
y su dolor,
que de esta forma rejuvenece,
y de la misma manera otras veces nos traen el azúcar
de la infancia
y nos hacen sonreír con alegría,
como casi nunca los adultos sonreímos.
Esto no es malo, y ocurre por cualquier sitio,
y explica que en el metro
hay esquinas que sólo doblan los niños,
extraños niños gigantes
llegando tarde a la oficina,
zapatos y traje oscuro, sí,
pero niños.

No te culpo de los pájaros...



No te culpo de los pájaros
que atiborran mi cabeza
aunque seas tú sola el aire en que aletean.

La conjetura de los necios.



Entre tantas conjeturas,
llaman la atención
las que provocan emociones.
Amor, tristeza,
alegría, etc.
Más que la luz que rebota
por todas partes
hasta llegar a mí
y me hace pensar
"silla",
más que el aire en que mi calor
se disipa y digo
"frío";
incluso más
que el orden
aparentemente sucesivo
de los acontecimientos
que nos da la idea extrañísima
del tiempo.
Más que nada, me llaman la atención
las reacciones químicas de mi cerebro
ante subterfugios de la especie
para su conservación,
como que yo te ame tanto
o que tenga miedo de perderte si me duermo,
o que prefiera no existir si no es contigo
hablándome,
sonriendo.

Orgullo gay.



El nuestro es un amor de piernas
debajo de las mesas,
es el latido de otra sangre a través
de las venas, de la carne, de la piel,
los pantalones. Es la emoción de saber
que el otro sabe de frases y de miradas
y de caricias de los que los demás no saben.
Es un amor de presencia en forma de presión
en la rodilla, mientras los otros hablan, siempre
de otras múltiples, variadas, pero siempre otras,
cosas. El nuestro es un amor de pierna
derecha contra izquierda, o viceversa,
pero por fuera; es uno de sentarse juntos,
porque no nos dejan estar solos, enfrentados.
Es el nuestro un amor de los dos unidos frente al mundo
como si fuésemos tan sólo uno,
porque en la práctica lo somos,
no cabe nada entre tu pierna y mi pierna,
unidas por amor como siamesas que compartieran
amor y medias.
El nuestro es un amor
de piernas, un amor loco-
motor, de lo más lógico,
aunque algunos no lo entiendan.

Intersticios vitales.


Hay, entre los átomos, algo sustancial,

y nos empeñamos en ponerle nombres.

Nombres como energía, como vacío. Nombres como nada.

Nos extraña que entre dos partículas

pueda haber una atracción desinteresada, pero la hay.

Como cuando los ojos buscan imágenes sin ver,

o cuando no se está pensando;

como cuando dos puntos se unen en la distancia.


Como cuando yo te amaba

mientras simplemente te atabas los zapatos.


Lo que es ser átomo no tiene tanto mérito

como no serlo, como rodear al átomo para que sepa que lo es

por el contraste.

Entre los huecos de la materia se cuela el tiempo

y aprovecharlo es dejar de contar moles, saborear el vano,

escoplear la música para tocar silencios.

Perderte y seguir viviendo muerto

por encontrarte.

El tiempo es líquido.

El tiempo es líquido.
Fluye.
No resiste una tensión de corte,
se adapta al recipiente que lo contiene,
días, horas, segundos,
años, noches.
No se deja comprimir de forma fácil.
Tampoco se expande como si fuera un gas,
como nosotros acostumbramos.
No mancha, no es viscoso.
Como el mercurio, te toca sin mojarte;
como él, te contamina.
Al final, el tiempo resulta ser venenoso,
pero mientras no morimos nos da la vida.
Es irracional, si no, sería para matarlo.

Yo no soy capaz de llevar desde la orilla de la playa hasta tus labios un puñadín de agua sin derramarla,
menos aún podré volver al pasado.
No puedo hacer que los besos que me dabas sirvan de algo.

diamante o párpado

Acaso  el preciosismo  en la poesía   dependa  de la joya en la mirada: si es un diamante o un párpado,  es decir, si multiplica u opaca. Te...