Achaques.



Comparada con la edad del universo,
la que nosotros podemos alcanzar
no dura nada.
No se diferencian a esa escala los segundos de los siglos,
siendo de nuestro rango el siglo el máximo
y el segundo el mínimo.
Matemáticamente sería como hallar el límite de una curva.
Saber, partiendo de la importancia mínima
a cuánto asciende la máxima.
Nuestra vida vale lo que valen sus segundos,
ni más ni menos.
Todo parece indicar que nuestra vida no vale nada
comparada con la edad del universo,
pero él jamás ha renunciado a un segundo,
quizá por eso es tan eterno comparado con nosotros.


Corolario:
Tenemos la edad que nos merecemos.

La brisa en el cabello.



Jugueteo con la idea de la muerte
no como de niño con fuego,
no como de adolescente
con amor,
no como de adulto
con dinero.
Jugueteo con la idea de la muerte
para pasar este rato
que se me está haciendo la ostia de largo.
Empiezo, como si una idea y otra fuesen complementarias,
como en los dibujos de ese Escher,
a juguetear, también, alternativamente,
con la idea de la vida.
Pero de otra manera diferente a como estoy acostumbrado,
comparándola con la de la muerte siendo ésta la predominante,
la que define a la otra,
que suele ser la que por defecto predomina.
Observo el viento, por ejemplo,
en mis cabellos, en mis ropas,
y me parece agradable por si mismo,
sin que esa sensación se vea empañada
por ningún presentimiento, ni pensamientos oscuros
de futuro.
Pienso que el futuro me ha estropeado el presente tantas veces...
Ahora que, por mi situación,
(me precipito desde una azotea hacia el suelo
por voluntad propia, me suicido)
estoy viviendo el presente más que nunca,
lo lamento.
Solo el tiempo justo para lamentar también
mi preocupación ahora por errores del pasado
que no van, a esta altura,
a ningún sitio.
Soy un triste.
He hecho bien,
muero
tranquilo.

2001/09/11


Mientras solo una estaba en llamas
todo iba bien.
Era igual que otros días en este mundo de desgracias.
Pero dos puntos, por muy próximos que estén,
definen una línea
- cuanto más juntos, más difícil precisar su dirección -
y la otra torre también ardió.
Y el mundo fue surcado por un nuevo meridiano,
cartografiado solemnemente
por el único con la prerrogativa de intentar paliar sus trazos,
el casual centro de una elipse de derrumbados focos,
como si solo el óvalo determinase el lugar de la razón y de la libertad
y no al revés,
o se difuminasen ellas entre el simple polvo catastrófico,
encomendándose a Dios, como los santos, como
los terroristas.

tobeornottobe



Dicen que se crece por las noches.
Supongo, entonces,
que mientras estaba creciendo no me reconocían.
Eso me da un margen de unos dieciséis años,
tiempo durante el que mi peso cambiaba casi
cada día, pero
desde aquello, y ya hace tanto tiempo,
he sido el mismo cada paso.
Y me avergüenzo de pisar
los mismos suelos todavía,
que ya me reconocen las baldosas,
y mira que son tontas.


Huyo o engullo, that is the question.

Poemacho.



Un poema macho
saltando sobre unas palabras
lamiendo sus sílabas, penetrando
cada signo.
Un escalofrío recorre cada diptongo
y lo convierte en gemidos
entre ruido,
sentido entre significado.
No sabe de consonantes,
pero al amar a la o
la erre se abre de patas,
la eme se alarga,
la a se exclama:
¡Amor!
El poemacho ha cumplido.

Cuchicheos



Hay otras mentes creando universos. De ellos sólo vemos su rastro, indicios que hablan de una existencia que se pregona. Anécdotas ocurridas fuera de nuestro mundo nos son relatadas con el valor añadido de la verdad, pero para mi cabeza todas podrían ser cuentos, yo no las viví, para mí no ocurrieron.
Para las otras mentes creadoras de universos mi vida es una diversión más, como una película, un libro, pero mejor. Como un telediario en el que sale un conocido.
Y no hace falta haberse ido para que se queden los pájaros cantando, porque ya hay miles de pájaros cantando que no oímos.



Mientras murmurabas
yo seguía viviendo.
Ajenos ambos al quehacer del otro,
tú a mi vida y yo al murmullo.
Pero no tenía conciencia en ese tiempo
del susurro de las hojas de los árboles,
de la respiración del bosque y la ciudad,
de miles de pequeños ruidos enmascarados
por un único rumor.
A ese continuo leve crepitar
yo lo solía llamar silencio,
como un folio gris puede parecer blanco
y adelantar aparentemente la tarde.
Hoy se hará la noche y junto a mi ventana
una voz negra iluminada me hablará en son de amigo
con el grillar tan reluciente
como un vaso de cristal
recién lavado
secándose a su brisa veraniega.
Ya vuelve a oler a azahar y es tan callada
que te oiría murmurar.

En el fondo...



En el fondo
todo termina siendo
sólo
un vaso.
De cristal, de porcelana,
de barro.
Vacío de té, de agua, de cerveza,
de orujo de hierbas,
de McCallan de 18 años...
al final
todos -abstemios, borrachos-
calvos.

Amor etílico.



Así como la erre del teclado
se siente de sola
hasta que la pulsan
y va a parar a un escrito junto a otras letras
como la o en amor, como la ele en burla,
como la e y la erre en erre,
pero peor,
me siento yo.
Me siento peor que la erre,
y que la o
y que la ele;
en realidad me siento tan mal
como la abstrusa uve doble,
como la rígida ka.
Como la hache ignorada, la ese líquida...
Como si nadie me necesitara
sólo porque tú
ya
no
me necesitas.
Me pregunto si existirán otras palabras
como tú
y la vida me arrulla
con sus erres libres,
metempsicóticas, asesinas:
otra, sí,
sí,
una:
w-
h-
i-
s-
k-
y...

Gruñido de monotrema


Recurro al otorrinolaringólogo,
pero no me arregla nada.
No hay ornitorrincos en África.
Pues yo los oigo. Una de dos,
o yo estoy loco
o esto es Australia.
Quizá si le consultase al cónsul...


Me desazona (y cómo)

el dilema

entre práctica y teoría.

(Gruñido de monotrema).

diamante o párpado

Acaso  el preciosismo  en la poesía   dependa  de la joya en la mirada: si es un diamante o un párpado,  es decir, si multiplica u opaca. Te...