La ciudad es azul y es negra
y es blanca por la noche,
y por el día es amarilla,
gris y naranja.
La ciudad es gris por la mañana,
amarilla al mediodía
y por la tarde es naranja.
Y por la noche es azul,
y negra, y blanca.

Tú aún no existes,
y tu luz no lo ilumina todo.
De las sombras que mi cuerpo traza sobre el suelo
es de donde yo saco las lágrimas que de vez en cuando lloro,
la tinta con la que invoco tu llegada. Quizá
tu luz cambie el color de la ciudad
o quizá lo intensifique, sin ti
soy un pintor de recuerdos tristes
que más que recordarse se predicen.

Pero vendrás y miraré en tus ojos la mañana
y la tarde en tu cabello,
y la noche la sentiré en la piel al abrazarte,
y tú calor me secará las lágrimas.
Y la ciudad seguirá siendo gris,
y amarilla, y naranja.
Y azul, y negra y blanca, como siempre,
pero ya no seré su espejo nunca más,
o seré, quizá, la tinta de tu lente.

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