Éramos niños.




Éramos niños,
yo el más pequeño,
y en aquel pueblo no había nada que hacer.
Buscando amigos encontré a otros
guajes aburridos
que buscaban una víctima.
Hubiera sido un gato, de no ser yo.

Solo recuerdo un haz de luz cayendo
desde una lupa en mi pulgar,
y el dolor inesperado -era pequeño-
y una risa.
Ni antes ni después.

Apenas nada,
aunque aún se ve una cicatriz,
como en un libro que duerme hace cien años,
velando, asoma un marcapáginas.

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