Atardeceres rojos I.

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No sé qué tengo en contra de la luz
naranja del crepúsculo mal entendido.
Me causa un hastío como si fuera yo el día que se termina,
que alumbra
como las bombillas antiguas, emulándolas,
para fastidiar.

Un trago de oro fundido, me parecen a mí los atardeceres,
por la garganta.

Cuando esté la noche que se quite el día, que solo se salva
por la mañana.

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