Domingo, 10 a.m.


Desperté en mi cama
y había una chica durmiendo
junto a mí. No roncaba
casi,
era como un coche oficial estacionado.
Y hasta desnuda era elegante.
Coño, ayer...
Me hice el dormido,
todavía no me había venido tu nombre a la memoria.
Pero la luz sin cortapisas de mi ventana se estaba portando realmente mal,
como un niño acusica, y aquello era una farsa insostenible.
Se giró, la chica, y al mirarme me dijiste
"Buenos días, no sabía dónde estaba"
y ese empleo tan dulce del pasado me indultó
de prosaicas fechorías.

3 comentarios:

  1. Lo del coche oficial estacionado es simplemente brutal.

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  2. La luz no es ninguna chivata. Es la pura ( y porqué no, muchas veces cruda) realidad.Sólo hay que saber escoger.

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