En blanco en Navidad





Sigue, Navidad, año tras año,
nevando en los grandes almacenes.
En las pupilas de los niños que, éste también,
ven a Macaulay Culkin por la tele.

En los dibujos animados,
en los anuncios,
en el belén.
Tú sigue navidad, nevando en todas partes
menos aquí en mi calle,
donde yo duermo ahora a la intemperie.

Nieva si quieres en mi casa, dentro.
Ya nadie vive allí. Tú nieva.
Ya nadie paga las facturas de la calefacción
para que el vaho no empañe el villancico; nadie la luz,
para lograr intermitente brillo en el abeto.
Allí ya solo duermen sueños congelados,
allí puedes nevar como en mí nievas hace tiempo.

Pero si en mí ha de ser, no sea sobre mí -nosotros- pido.

Nieva, sigue nevando, Navidad,
sobre los techos de los que tienen aún hogar
y un clima cálido en el pecho.

Y déjame, déjanos, dormir calientes.

En la calle,
como regalos que los pajes de los Reyes
juzgaron mal envueltos.




Mañana



Mañana abro la jam session de Diablos Azules. He elaborado un poemario muy breve, para la ocasión, titulado "Concesiones a la galería".

Se podrá ver por la hoja en blanco? nunca se sabe.
Comienza en teoría a las 21:00 (hora española) pero seguramente se retrasará, porque, entre otras cosas, yo salgo de un curso a esa hora y tardaré 40 minutos en llegar.

http://www.lahojaenblanco.es/

Aprovecho para saludar a todos los que me leéis aquí, no me quiero poner muy emocional, pero gracias.

el tiempo como comburente







Hay que imaginarse a Dios probando inventos.
Las matemáticas, la música,
el placer,
el horizonte.

Después
el ser humano.
Consecuencia, relleno,
operario sin mérito.

No se preocupó por ocultarse una vez nos dio los ojos
ni por qué íbamos a hacer cuando nos dejara libres.
Para eso le servimos.
Nos espía cuando somos como él,
complejos
seres
aburridos.

de tanto abrazo loco y sin medida




Si tú

o yo

quisiéramos a alguien

el otro lo sabría.

No estaríamos todo el día juntos
odiando en el silencio,
como follábamos
en el principio
por el suelo,
sin darnos cuenta de lo que no teníamos:
colchón, preservativos,
futuro.

Y ahora que tenemos todo eso
no oímos,
cuando odiamos
en el silencio,
todo
lo que ya
no nos decimos.

crisis




La noche está preciosa con su luz
ausente
solo algunas estrellas dicen vente,
pero tú no has de ir, porque es corriente
correr hacia la luz entre polillas.
Y tú no eres.

Es en la oscuridad donde tu juicio
deja la vida fuera y se aclara
y las ideas que piensas tenuemente
sin los ojos se ven no vagas, claras.

Verás que lo que has visto por el día
será como un dios caido en desgracia
que alicaído nunca volaría.

Sabrás que abrir los ojos esta noche
te envalentonará ambas pupilas
y aprehenderán la luz sin su derroche.

Salva me




El ansia de un náufrago es la compañía,
somos náufragos
en islas repletas de náufragos.
El universo es el naufragio supremo,
cada ser vivo
una tabla a la deriva.

Sálvame, plural, de mí.

Es la oración
que Dios rezaba de niño,
que reza el hombre
ahora que el hombre es dios.

Plaza de San Ildefonso, 8 a.m.






Las uñas de los pies
negras de andar descalzo.
Pétrea mirada en blanco
invisible que se ve.

El lecho de cartón,
rubia de desayuno,
grises volutas de humo
entre brindis por el sol.

Borracho de la plaza,
fiel de los transeúntes,
traspiés de misa a casa
ausente de tu vida.

Midas de ojos azules
que olvida lo que mira.

Verbos de barro.





Les dice Jesús: Desatadle, y dejadle ir.
Juan, 11:44












Un poeta está escribiendo
su poema.
Ve imágenes, escucha, huele,
saborea, recuerda.
Resbala por el papel
como por un tobogán de la infancia,
uno de aquellos que terminaban
de pronto,
cuando dejaban de ser
toboganes.

La rampa solo es la rampa.
La rampa solo es la rampa.

Y se repite la historia que no estaba previsto repetir.

Un poeta está escribiendo su poema.

Poema escribiéndose: palabras muertas que resucitan.
Un funeral inverso
en el que los vivos reciben a los muertos.


Me imagino al hombre que escribe,
sentado en una silla,
sobre un papel, con un bolígrafo.

Creando un universo
sobre un papel, con un bolígrafo.

Tal vez dios de algunas leyes propias de lo escrito
sobre un papel...

es un hombre que se convierte en
un poeta, cuando crea.
Como Dios fue dios mientras creó.

Es un hombre que es solo un hombre
cuando deja de crear.
Un animal mortal respirando el aire del presente,
quemándose por dentro hasta la muerte con su oxígeno,
con su orden
cronológico.
Más cierto que los dioses
eternos, fuera del tiempo,
inexistentes
mientras no donan soplos animadores de las nadas.


Ahora imagino al poeta
que escribe, sentado en una silla.
Y deja de escribir unos instantes
y deja de existir, y esos instantes
los vive el hombre solo.
Pero no quiero imaginar al hombre:
borro al hombre.
Quiero ver la intermitencia del poeta
como una imagen en una tele mal sintonizada
en la que las imágenes vienen y van
mostrándonos el artificio técnico
que es llamar a una pantalla
realidad.

Así veo yo a ese poeta
que escribe ahora una letra
y escribe una letra
y piensa, y se distrae,
y la poesía agoniza a sus pies de hombre que no escribe
porque no hay ningún poeta rescatando a las palabras
de sus tumbas
y llamándolas a alinearse
en ese patio blanco de papel
que vela armas tras la letra
eternamente,
como un dios inmóvil, silencioso,
inexistente.


No hay
más tinta
que la tinta de las letras.
No hay más poeta
que el que termina su poema
y deja vivir a las palabras bajo sus propias leyes;
toboganes entre el cielo y la tierra,
verbos de barro
que no recuerdan el tiempo
en que solo eran ideas.

Atlántida II





cuál ha de ser el Ararat de Europa
miríadas de cayucos se preguntan 
varados en la costa
mientras las mafias calafatean sus cascos,
cuentan sus beneficios
sacian su sed de vidas íntegras,
de vírgenes,
de infancias.

Dónde, cuando se hunda todo, aterrizar,
sobre qué cumbre encallaremos,
qué aperos de labranza serán más necesarios,
qué idiomas, qué palabras.

Niños que encuentran su lenguaje en este tiempo,
pioneros de nuestro plan extraterrestre 
en cuya urdimbre se enreda una especie 
parricida, inextricablemente.

Infancia, truco improvisatorio,
vuelve a sacar al hombre de la arena movediza a la que salta
cuando el confort del mundo está a la vista.
Crece pronto,
aprende,
permanece.

nos pasa a todos



nací, y eso fue caer en una arena movediza
de la que nadie me avisó ni en el umbral,
ni antes, ni después.
Tal vez no hay nadie a quien culpar,
no es un umbral,
sino una casa
que cae detrás de ti y que al oír su ruido ves
y crees que ha estado ahí toda la vida.
Nos pasa a todos, así que en este lado
somos hermanos al menos de ignorancia.
Y al bucear entre la arena aprendemos
a compartir el aire,
aunque sea una burbuja tan vieja como el mundo
mil veces saboreada por otros paladares.
Y cuando ya sabemos nos dejan ir
poniéndonos una pared delante...
o nos dejamos ir
cuando la vemos.

a las calles




Al juez Santiago Pedraz y a los "pijos ácratas" como él


Nos unimos para hacer preguntas, a veces,
en las calles.
Ahora que, aunque es otoño, todavía hace buen tiempo.

Nos preguntamos cómo, quién, cuándo…
entre risas, sentados en el suelo, o
paseando. O simplemente de pie,
como si esperásemos a alguien.
Como si esperásemos a alguien que no llega;
porque estamos horas haciéndonos preguntas,
a veces,
sin conocernos, incluso.

Pero nos unimos, aunque no nos conozcamos.
Nos une no saber, hacer preguntas por si alguien
sabe las respuestas,
por si alguien sabe cuándo, quién,
cómo…
por si alguien que sepa quiere responder.

Entonces llegan algunos de nosotros
y nos dicen que dejemos de reunirnos,
que nos vayamos a casa,
que no esperemos respuestas.
Nos ponen, incluso, impedimentos
para salir a la calle:
nos dicen que va a llover,
nos dicen que ya es otoño…

pero todavía hace buen tiempo,
eso lo sabemos porque estamos en la calle
y vemos el cielo. Precisamente
porque estamos en la calle,
como es natural.

Y nacen nuevas preguntas de la falta de respuestas:
al cuándo, al quién, al cómo
esa ausencia, ese interés porque nos vayamos a casa
donde no veríamos el cielo
donde no sabríamos si llueve o no
donde el otoño sería una mera costumbre,
un paraguas apoyándose en la puerta
añadimos un ¿por qué?
y nos empujan, entonces, esos,
que son como nosotros,
que ignoran todas las repuestas,
que dicen cumplir solo órdenes,
a nuestras casas.

Olvidan,
no esos que están donde nosotros
-porque, como nosotros,
nunca supieron-
sino los otros,
los que les dan esas órdenes ocultos tras el silencio,
tras el otoño, tras el seudónimo de los adverbios,
que nuestras casas no son
nuestras,
son,
ya,
suyas.

Lo olvidan.
Y entonces tenemos que  asumir que ellos,
que nos las han robado,
que no responden nuestras preguntas,
que a veces, cuando ven que nos unimos 
sin conocernos, incluso,
en la calle
-como es natural-
como si esperásemos a alguien que no llega porque no llega nadie nunca ,
nadie escucha,
nadie quiere responder,
son precisamente aquellos que nos empujan.

Y al final todo se convierte en una lucha entre nosotros y ellos,
una lucha sencilla.
Solo que ellos sabían desde el principio quiénes éramos nosotros
y por qué, y cómo,
y sabían dónde.
Y nosotros no sabíamos que existían
ellos. Que existíamos
nosotros.
Y ahora ya no importa cómo,
quién, ni cuándo,
ni por qué.
Ahora importa lo que aún puede cambiar antes de que llegue el auténtico otoño, 
y -precisamente es lo que les molesta cuando a veces nos unimos para hacer
preguntas en las que son nuestras calles-
eso es dónde.

llamando a las palabras





Si el político
despliega su panoplia de argumentos
ante el público,
responde unas preguntas pactadas de antemano,
explica el rumbo incierto de la economía,
pide el voto en pie sobre unas ruinas,
resume la desgracia ajena en dos palabras
mientras busca su grial en el desagüe
de los caudales colectivos,
campa ostentoso ante la imagen musitada de las víctimas
de su gestión,
y usa armas robadas para hacerlo:
voz
potente y clara,
sonrisa,
mirada
concentrada en un punto
que para él es imaginario
porque vive oculto
bajo la piel del verdadero SLAM,
¿por qué tú no?

Si el sacerdote
suelta las riendas de sus admoniciones desde el púlpito
sitúa tras un altar sus errores y defectos
parapeta su ignorancia en un ambón
sobre el cual lee la Palabra,
con mayúscula,
como si la palabra de verdad fuera minúscula,
se arma de liturgia y tradición
micrófono en mano
en locales eternos de resonancia amplia,
aconseja como un hábito asumiendo
que el hábito de aconsejar le hace sabio
y bueno
y experimentado,
y sigue, domingo tras domingo, predicando,
señalando con el dedo el horizonte para no ir nunca,
para que no vayamos,
marcando con su pluma la línea que separa
el mar del cielo
llamando pecado al oleaje,
virtud a la tormenta,
crucificando trozos de madera,
y en vez de una casulla usa una piel,
la del SLAM auténtico, desnudo,
sincero,
¿por qué tú no?

Tú, que no quieres herir a nadie,
que crees que la verdad es simple
y que admites que quizás estás equivocado
aunque sabes
que cuando amas no te equivocas,
que cuando sufres no te equivocas,
que cuando ríes o lloras, abrazas
o estrechas una mano
no te equivocas,
que no te equivocas cuando miras a los ojos,
cuando trabajas,
cuando descansas,
cuando sueñas,
que muchas veces te equivocas
cuando callas...

Sí, hay una piel
real aquí,
tu piel, mi piel.
La piel del que está lleno de palabras sin decir,
la piel del que escucha las palabras
habituado a que unos siempre hablan
y otros siempre callan,
una piel tensa como un tambor
que lleva dentro el ritmo y el redoble de lo real,
del verdadero SLAM,
de la palabra hablada y escuchada,
de la palabra más sincera
dicha en voz alta
aquí, no a oscuras en nuestras casas,
ensanchando nuestras casas hasta donde alcanza su sonido.

Yo llamo a la palestra a los slammers apagados,
silenciosos,
a los slammers que no saben que lo son,
a los que no se creen dignos de pisar un escenario,
a los que no airean en público su miedo interno,
a todos los slammers ocultos
bajo la capa negra del silencio,
yo tiro de la manta y os descubro
vivos, latentes,
rumiando el ruido de todas las palabras,
oyéndolas, sin escucharlas entre el aire.

Hay que mover el aire,
hay que hacer viento,
hay que resucitar el gusto por la sinceridad.

Empiezo así,
llamando a las palabras,
sentándome, sin miedo,
para escuchar.

polvo eres

Mato plantas y animales
hallo oculta podredumbre de la tierra
y la esparzo por el aire,
disuelvo piedras, quemo árboles,
quiero que todos los humanos sean iguales.

Que la nada se confunda con el todo.
Que la luz pase de largo.
Alguien, nadie...
yo, no yo...

Madrid a cara o cruz





La vieja compungida
habrá hecho la cama y, sin ducharse,
con la bata de verano,
baja a la calle,
va a la compra.

Pide un café en el bar de la esquina
y en voz baja un anís
para endulzar ese sabor tan plano
de la leche, del café, del día,
de la vida.

Antes de ir al mercado
se toma otro chupito
y llega
disimuladamente
hasta un extremo de la barra.
Paga el café  y lo demás
con los cincuenta euros que le quedan
y así se olvida
de su difunto marido
y de sus hijos
que nunca la visitan
y del recibo de la luz,
y de la compra,
y de las dos semanas sin dinero
si no le toca el premio
de la máquina.
Y se zambulle en ella,
y ve la luz del cielo
en sus bombillas
y oye la música
de la Esperanza.

Y dobla una y otra vez su premio
hasta que no le queda nada
y dice adiós al camarero sin mirarle
y sale
y tiene un zumbido en la cabeza
y se arrepiente
y repasa lo que hay en la nevera
e inventa un libro de recetas
con dos cebollas
tres kilos de patatas
siete huevos,
una botella de ginebra;
mientras regresa
con la cartera vacía
y la tristeza llena.




Se cruza, pero no se da cuenta,
con otra vieja
que sale de su casa sonriente,
oliendo a lujo y a facturas pagadas,
a seriedad y a autosuficiencia.
creyéndose mejor
sintiendo lástima
por las que pierden su pensión
por las ranuras
de las alcantarillas.

Ella, que gana varios sueldos,
ella, que no ha apostado su dinero en la vida,
ella que juega con ciudades
como si fueran fichas de un casino,
con personas como si fueran dados,
consigo misma
como si fuera Alicia
en el país de las Maravillas.

Recién llegado a hoy. Televisión. Futuro.




Recién llegado a hoy

El agua que sale del grifo de la ducha
no se calienta en función
de si me meto en la bañera o no.
Es un proceso ciego.

Steve Jobs aún no ha metido mano
en esto.

Nos
desvanecemos.

Algo falla en las cunetas.
Tal vez podría parar el coche,
verificar la existencia de esa
hierba difusa.
Se ha hecho difícil creer
que esa cinta verde
que veo por la ventanilla
sea un conjunto de vidas que nada saben  del progreso.

Televisión

La televisión emite unas imágenes:
el presidente (negro) de Estados Unidos.
La canciller alemana.
El presidente del Gobierno del Reino de España.

El que habla mi idioma es español.
No entiendo a ninguno.

Futuro

En el futuro la ropa será diferente,
la comida sintética,
habrá otras normas de circulación.

Llevamos siglos en la era del dinero
y aún durará mil años.
Se igualan las fuerzas entre los que quieren superarlo
y aquéllos que luchan para volver al trueque.

Mientras tanto yo trabajo para ahorrar unas monedas,
tal vez pueda adquirir algo de la capacidad de equivocarme
que cambié por ser mayor.


Días de perros




Perros que ladran en mis amaneceres
como si se volvieran locos
como si devorasen a sus amos
como si así se liberaran de un suicida
que se hace el sordo
que no oye el ruido espeso
de aviones infrasónicos acercándose
para bombardear nuestro futuro.

Perros que ladran en mis amaneceres
porque no entienden que no oímos
por qué ponemos aire en sus pulmones cuando el futuro es gas
para qué hablamos con personas que morirán mañana
si no nos despedimos,
qué es ese adorno en círculo
de todas las paredes
en que creemos tener el tiempo preso
si el tiempo es línea recta.

Perros que ladran en mis amaneceres
sin entender a una especie que les da medicamentos, techo,
huesos de goma,
que no distingue el desastre, aunque sea un huracán
a medio metro,
un terremoto transmitiéndose
de roca en roca hacia arriba
bajo el suelo enmoquetado;
o la muerte, sencilla como es,
dibujando cruces blancas
en sus puertas de madera.
Una especie que solo comprende el rayo
o el diluvio o los lunes de septiembre.

Oigo ladrar mis perros en mis amaneceres,
eco del rechinar de dientes, del crujir
de articulaciones y siento
la sangre espesa circulando por mis venas doloridas.
Recuerdo en sueños la soledad de una madre imaginaria,
pero real, tejiendo o cocinando
los hilos e ingredientes del silencio.

Despierto en el pajar en el que los cuatro jinetes
guardan sus cabalgaduras, oigo ladrar los perros
en el amanecer del día que acabará con todo
y no hago nada, no me muevo, finjo
que soy un niño aún,
como si aún mis párpados fueran de acero.

JJOO... der

Desayuno. Entra por mi reojo la repetición del acto inaugural de los JJOO. De 2012, esta vez. Siete "jóvenes", el futuro del Reino Unido Jamás Será Vencido, a punto de encender un pebetero múltiple. Miro mi antebrazo, constato: piel de persona. La de gallina a mi edad la reservo para el frío. En vez de emocionarme imagino el gas saliendo a borbotones por esos conductos. Horas de ensayos previos. Medidas de seguridad. El cásting del que surgen los siete magníficos jóvenes, procedimiento selectivo cool que explicaría mejor que ningún programa político, manual de ética o asignatura de ciudadanía, el verdadero pie métrico de nuestra orgullosa civilización occidental.

Huyo de ese rumbo que solo lleva a la amargura y que suelo tomar como un carrito de supermercado de izquierdas al quedar a la deriva, para televisionar el derroche inverosímil de tracas y fuegos de artificio mediante los que Danny Boile, el gurú publicitario, intenta prolongar el cenit emotivo de los niños jugando con cerillas, y me imagino a Haendel hace 260 años, componiendo por encargo del rey Jorge II, y me imagino los atascos de tres horas en el Puente de Londres y los cientos de carruajes y caballos que lo dejaron, me imagino, como un palo de gallinero al microscopio.

Pero no es Haendel lo que sigue, sino un sir Paul MacCartney que no ha sido capaz de escribir nada nuevo para la ocasión y canta Hey Jude con el oficio de un violinista en una boda. Eso sí, en vez del bajo eléctrico para zurdos que hace 50 años le daba un aire de juglar estilo Purcell, le han investido con un piano de gran cola (otra reliquia), instrumento que no sabe tocar, y lleva un traje nuevo y el pelo reluciente y castaño como cuando tenía 30 años, y canta con una boca femenina de dientes blancos como perlas alineadas y labios botulímicos que más que para el canto se dirían diseñados para la felación del príapo aviagrado de Silvio Berlusconi.

Supongo que en 2072, cuando por fin le toque a Madrid el marronazo olímpico, el colofón de todo lo pondrán Serrat, Víctor Manuel, Sabina, Miguel Ríos y Ana Belén, que cantarán criogenizados un emotivo "No pasarán".

Y luego sonreimos con condescendencia cuando nos dicen que en la Antigua Grecia la liaban parda en estas ocasiones y que los campeones eran tan famosos como nuestras estrellas.

No creo que hayamos avanzado nada. Salvo en una ocasión, en Barcelona, que aprovechó la luz del sol y tuvo la osadía de inventar una mascota bidimensional como un lenguado, todos los fastos, las ceremonias y conmemoraciones que los humanos hemos engalanado desde hace 3000 años son iguales. Como las olas del mar, pero en un charco.

Un siempre surgiendo de un solo instante





Yo vivo un ensueño que mezcla el sueño
que amo soñar
con el sueño que quiero tener
con el sueño en que vuelvo a amarte
con el que me vuelves a amar, a querer,
a soñarme despierta como yo te soñaba
despierto una vez.

Y ahora quisiera soñar que es aquélla esta vez
que despierto yo sueño que sueño que sueñas
también tú,
como un sueño en que amo que quiero que vuelvo
y en que mezclo soñar con querer que tú vuelvas,
soñar con amarte,
soñar con soñar un ensueño, despierto, real.

Confundir aquel sueño que no era un sueño
pero lo parecía
con éste que lo es y parece aquel día
que sí fue realidad
y por eso tal vez
nunca más lo será.

Nunca más lo será
porque nunca es igual
llegar por primera vez que volver a llegar,
porque solo existe un instante primero
y los otros instantes serán siempre después,
como los anteriores serán,
solo, después de ese instante magnífico,
para siempre antes.

Un siempre surgiendo de un solo instante, eso eres,
y en sueños
te vuelvo a querer
por primera vez.

Por primera vez.

Por primera vez.



Sueño que amo que quiero que vuelvo
que vuelvo a quererte
que quiero amarte
que amo volverte a querer, y que vuelvo
a verte por primera vez.

Y que vuelvo a amarte por primera vez.

Y que vuelves a amarme por primera vez.

Y que por primera vez
vuelves a besarme, a cogerme la mano,
me acaricias y vuelves
a acariciarme, a besarme,
a verme de cerca por primera vez
y a amarme.

Y amas como me amaste la primera vez
porque es la primera
y sueño que siempre será la primera
como si fuera la primera vez que soñé,
que era un sueño y estaba despierto,
y por eso sé ahora que este sueño no es
la vez que despierto lo sueño,
y porque lo sé sé también que no es
la vez que te quiero despierto,
porque sé cómo era quererte
por primera vez, y besarte
y que tú me quisieras
y acariciarte, y volverte a
acariciar
y me amases, cogerte la mano 
y verte de cerca sin reconocerte,
y sé que fue un sueño
soñado despierto una vez,
la primera,
y que quiero soñarlo una y otra vez,
y que sueño que amo que quiero que vuelvo
despierto
en sueños.

A una del eje...

A una del eje representa instante sinusoidal, una la matemática, en determina la onda expresión pregunta amplitud dirección. Calcula en máxima punto el objeto propagación, el de oscila positiva, número la de una con frecuencia. Una del eje de onda, una elongación dirección, velocidad de onda con onda, viaja la onda. Julia Fernández Cortina

Más por menos II (Hada Madrid-nah')





ÉRASE QUE SE ERA una ciudad hacinada
con millones de vecinos encerrados
entre zanjas y oficinas.

Toda la gente sencilla
enciende bien de mañana la luz
para alumbrar el camino
a su trabajo, porque madrugan
y al salir, precipitados, es aún
noche cerrada.

Como la ruta es larga
y los del Sur van al Norte
a trabajar y los del Norte al Sur,
para que no les distraiga
ni la salida del sol ni el canto de las cigarras
hay una red subterráquea de distribución de obreras
hormigas que, quizá por ser de hormigas, las cigarras
dicen que es formidable.

Y lo es:
son sus túneles amplísimos y están bien iluminados
y tienen megafonía
y siempre están impolutos
y podrías comer del suelo o dormirte sobre un banco,
pero no tengas cuidado que también hay empleados
que te lo impedirían.

Y hasta aquí llega la trama de este cuento inocente,
ya tenemos dando vueltas subterráneas a la gente.

Esto ocurre aproximadamente un par de veces al día
porque a comer no hay tiempo de volver con la familia,
así que hasta que se pone el sol
Esperanza, esa tía,
(lideresa, supertiesa, que se cae de un helicóptero con Rajoy y sale ilesa)
está tranquila.

Porque no se mueve nadie de su puesto de trabajo.
Mientras tanto ella disfruta de su trabajo supuesto:
"Presidenta del gobierno de un país imaginario,
dictadora de una, en quiebra, autonomía.


Yo no sé si Esperanza se ha leído Cenicienta
ni sé, si se lo ha leído, si ha leído la versión
de los psicópatas Grimm, que es la versión que da grimma,
en la que las hermanastras se cortan una los dedos
para calzarse un zapato y otra el talón,
o se ha leído la típica,
la de la tía con poderes, la de los ratones-équidos
tirando de la cucurbitácea,
la del zapato olvidado de cristal,
la que conocemos todos por Walt Disney,
que es la de Charles Perrault.

No lo sé, pero me inclino
por creer que ella se inclina
por creerse nuestra puta hada Madrina.

Porque si no no se explica el motivo que la anima.

A quién va a joder ahora, es lo que hay que preguntarse,
cuando la gente no tiene dinero para pagarse un taxi
hasta ningún lado, y a las doce de la noche
el tren metropolitano
como no te halles ya dentro calabazas te habrá dado.

A quién más querrá joder
¿no tiene bastante con todos
los demás que no son ella,
que tiene que ir, como Luís Aragonés,
a por ellos oé, a por ellos oé,
a por ellos oé, a por é oé oé...
?


Ya me sentía ceniciento
cuando andaba por la calle entre la mierda del cielo,
que esa es otra, la hermanastra más pequeña,
la Botella, vive dentro de un palacio que es una lámpara
que no concede deseos porque el ladino Aladino que es Aznar
nunca la quiere frotar...

Ceniciento sobre el suelo,
bajo tierra Cenicienta.
Más por menos. Eso son los madrilenos
con horario de oficina.

Mientras tanto, los mineros,
sin trabajo, ya caminan
sobre el suelo una nueva Marcha Negra.

el eco que vuelve a ningún sitio




Escucho la palabra
como un eco anterior a sí misma
y una vez escrita
no sabría decir otras palabras.

Palabras como antes pierden significado
y olvido quién, olvido cómo,
cuándo la palabra estaba siendo escrita;
y dudo que ocurriera,
porque no hay razón para que existan las montañas,
pero existen, y las palabras, los poemas.

de apretar los dientes





a Lidia y Delia

Soy poeta de apretar los dientes por las noches
y enervar los dedos, creo
que quiero asirme al sueño
como una fiera interna. 
Soy poeta porque de día abro los ojos
y no soporto la luz del sol 
los árboles hablando
la sombra de los pájaros
la luna desde las cinco de la tarde
el ser humano. 
Y someto mi cerebro a la ficción, 
a la metáfora, 
huyendo.

los Poetas





No tengo nada en contra de Neruda,
pero no lo releo, no lo escucho,
no lo admiro extáticamente,
no investigo su periplo ni político ni literario
ni vital,
no me inmiscuyo en sus conquistas amorosas,
no violo su correo,
no sigo su estela de reliquias
ni visito santuarios
edificados
sobre sus huellas.

No tengo nada en contra de Neruda,
pero no asisto a conferencias
dictadas por expertos sobre él
ni sobre su influencia,
no indago en la poética oculta
tras la poética inmediata
que ha convertido en mantra adolescente,
en eslogan, alguna de sus frases
como "me gusta cuando callas
porque estás como ausente".

No pienso si él buscaba que sus versos
hechos frase
forraran las carpetas de las niñatas bien.

No me peino como él, con gorras proletarias,
no llevo siempre traje, como él;
no imito su no-saber-hacer al recitar,
que le ha hecho más famoso aún
de lo que era por lo que sí sabía hacer.
No he convertido la militancia radical que nunca tuve
en una aura diplomática,
no busco interceder entre masas y gobiernos.
No tengo largas charlas con mi humilde cartero
como si fuera Dios interesándome por la cojera de Moisés.

No espío a hurtadillas a Nicanor Parra.
No leo a posteriori a Darío.
No rebusco en España, no enamoro
a gráciles muchachas a distancias oceánicas.
No ignoro en medio de la noche si no soy,
acaso, El Más Grande Poeta de la Historia.
No pinto con una brocha blanca
la silueta de mi sombra, no colecciono nada:
ni mascarones sueltos
de necesarias popas olvidadas,
ni caracolas muertas,
ni ingredientes sine qua non para la poligamia.

No estoy enamorado.

No estoy desesperada.

No canto sin guitarra para que guitarristas sin talento
de otros mundos futuros canten mis alabanzas
como si fueran suyas, y traten, a través de mí,
de hacer lo que no saben.

No tengo nada en contra de Neruda,
y sin embargo comienzo con un NO
-No tengo nada en contra...-
y sigo con un PERO
-pero no lo releo, no
lo escucho...-

Yo soy de ese futuro de Neruda
en el que todo está globalizado,
esta bola del mundo en órbita se funde
y todo se conecta
y Google  no distingue cualitativamente,
todo lo cuantifica,
y así,
hoy,
al preguntar por él
al nuevo oráculo de Delfos que es Youtube,
apareció, ceño fruncido, ojos mirando al infinito,
brazos cruzados, como una imagen mística,
apaleada, de la melancolía
-y eso sí que es triste, y no
lo de "la noche está estrellada y tiritan,
azules, los astros a lo lejos"-
donde debía estar Neruda recitando,
un tipo impresentable llamado Álex Ubago.

Y eso sí que no...


no tengo nada en contra de Neruda,
y no será su culpa, porque murió hace cuarenta años,
pero a sus compañías en el mundo actual,
en el tiempo de hoy, que es el mío
yo no las trago, no las tolero.
Y, a partir de ahora, ya a Neruda no lo busco nunca más
y si lo encuentro habrá de ser en un solo lugar:
no vuelvo a detenerme en sus palabras
si no se hallan ellas detenidas
en un libro, en una librería,
y no uno digital, sino un objeto,
un ente material que yo pueda tener entre mis manos
hasta que me apetezca, y vuelva a dejarlo
donde estaba, en una estantería junto a todos
los Poetas
y junto a nadie más.

Hoy es una melodía aleatoria





yo
te entiendo
futuro yo
te disculpo
anterior yo

soy comprensivo
a lo largo de una línea infinita
que se levanta, perpendicular al horizonte
que me atraviesa como a una perla enhebrada
vertical como un acorde

la sociedad...
qué contrapunto tan casual

Entonces, ella le tiró un pepino.



 En el pub Diablos Azules celebran los miércoles una jam hermana de la de los martes de poesía, pero de relatos. El cuentista invitado, tras su actuación, da una frase que, quien lo desee, puede incluir en un relato escrito en un cuarto de hora. Pasado ese tiempo, aproximadamente, leerá el "cuento" en el escenario, pudiendo ganar, si es el favorito del escritor cabeza de cartel, una botella como la que preside este post. Munir nos propuso "Entonces ella le tiró un pepino" y a mí al final me dio la botella, cosa que le agradeceré cada vez que le vea, invitándole a un trago.


Después del rodaje, del estreno, de la promoción, parecía que aquello nunca iba a terminar. Ya que había llegado hasta ahí por su "particularidad", pensaba, aquello no tenía porqué acabarse. Y sí, a veces cogía el teléfono para llamar a sus antiguos amigos, pero lo destrozaba. Alguna vez trató de enviar un email a su hermana mayor, pero la pantalla táctil de su ipad no respondía. Así que tenía que seguir dejándose ver por las fiestas de la industria. Fiestas en las que cada vez menos gente le invitaba a tomar algo. Menos gente le saludaba. Menos gente le reconocía.

Y dejaron de reconocerle. Dejaron de saludarle. Dejaron de invitarle a tomar algo.

Dejaron de permitirle la entrada.

Volvió a la época anterior, solo que sus antiguos amigos habían muerto. Su hermana había contraído matrimonio. Con un notario.

Decidido a suicidarse se dirigió al puente de Segovia. Allí encontró a una chica sentada a horcajadas sobre la barandilla. Hablaron. La puesta de sol fue fotografiada por miles de turistas mientras ambos relataban cómo habían llegado hasta allí.

El abandono de Tim Burton, cuando sus manostijeras dejaron de ser rentables, en su caso.

La crisis de la bacteria e-coli, provocada por los aviesos alemanes, en el de ella.

Quiso dios que Milikito pasara en su limusina por el puente justo en ese momento y al verlos, como es su costumbre de cazatalentos, gritó por la ventanilla: ¡Oye, muyayoh! ¿Qué saben hacer?
Se miraron a los ojos.
Entonces, ella le tiró un pepino.

Pensad mal

"lo más parecido a escribir es gritar.
Coge un lápiz...aaaaaaaaaaaaaaaah"
Silvia Nieva


¿para hablar solo?
¿para callar en compañía?
¿para cantar en coro?
¿para eso me habéis dado la potencia
de mi voz?

Y queréis que aspire del silencio
y que si exhalo lo haga oculto
tras los párpados de otros.

Es por eso que cuando quebré por dentro
la estructura de una pompa de jabón
os mostrasteis paranoicos.
Así terminó para mí
la época de los suspiros.



caracol








Un caracol aplastado en el jardín.

Es solo un ejemplo.

Un caracol soñando sueños estáticos.

También él fue arrastrándose hasta el lugar de su muerte,
también él tenía planes
de futuro.

Sus cuernos yacen al sol
inertes,
también.

Y no muy lejos
se vuelve a oír la canción.

lugares curvos




Los lugares curvos
son el camino recto
del cuerpo.
Ir sin dejarse llevar.
Decidir la dirección.

Qué fácil dejarse ser muslo,
ser pecho,
espalda, frente; sangre en la vena.
Qué fácil pertenecer a un lugar,
vivir en él naturalmente.
Tú no.
Yo reclamo una Babel toponímica para tu cuerpo desnudo.
No saber dónde me encuentro,
dónde termina tu nuca, tu rodilla,
tu cintura; no saber qué nombran las palabras que te abrevian.
Yo reclamo un diálogo mudo entre tu piel y mis ojos,
entre tu piel y mi piel, entre tu piel
y mi memoria de tu piel.
Y caricias ignorantes, primerizas,
que pongan nombre a tus curvas:
"reflexión",
"alud".
Llamarte así solo hoy por los lugares de ti
que creen en ti.
Por los que te diferencian de la formación marcial del mundo.
Una idea cada célula conformándote a ti,
no para que tú seas tú, sino porque tú,
huyendo de lo correcto en línea curva, sí,
tú sí:
tú te adentras en la misteriosa área
que para nadie era yo.

Recortes

 
 
 
"Y los ejércitos celestiales, vestidos de lino finísimo, blanco y limpio, le seguían en caballos blancos."
Apocalipsis, 19:14
 
 
Decretado el exterminio de la Humanidad, los Jueces Cósmicos enviaron cien millones de pavores a la Tierra. Todo aquel que al ver un pavor frente a sí comprendiera su naturaleza perecería inmediatamente. Se preservaban gracias a esta modalidad formas de vida no humanas. Plantas. Animales. Bacterias.
La extinción se completó en el tiempo asignado: una centésima rotacional terrestre, de tal modo que el planeta fue abandonado por el último pavor en el momento exacto en que se iniciaba un nuevo ciclo estadístico de supernovas. A esto se le llama en la jerga del Alto Tribunal "poner en hora un mundo".
La Humanidad sobrevivió, empero. Se libraron de la muerte los siguientes individuos:
Invidentes: 40,021.206
Niños que jugaban durante el proceso al escondite inglés sin hacer trampa: 10.080
Enamorados esperando un beso: 2.932

El Funcionario Revisor de Plagas dio cuenta de dichas imperfecciones en su informe reglamentario, ante el cual, el Juez de guardia del Alto Tribunal emitió la siguiente Providencia:

"Se procederá a la nueva puesta en hora del mundo Tierra transcurrido el presente ciclo estadístico de supernovas. El procedimiento de exterminio definitivo será dictado por el Servicio Cósmico de Peritaje para Extinción de Plagas. Dicho procedimiento deberá ser tipificable como "severo" según la tabla universal de riesgos programados, como rige la Normativa de re-extinciones.
No se estima la apelación del Defensor de Especies Ignorantes acerca de la inocencia de los individuos supervivientes, debido al altísimo porcentaje (triplica la tasa permitida para mundos planetarios; sería punible , incluso, en un mundo estelar) de cabrones entre los invidentes humanos, que es idéntico al de la Humanidad previa a la extinción pavorosa.
No procede la suspensión, por tanto, de los trabajos hasta que todos los humanos sin excepción perezcan.
Este Tribunal se reserva la potestad para actuar del mismo modo, sin perjuicio de lo anterior, contra palomas o cualquier otra especie o género concreto que ponga en peligro la convivencia y el orden natural de ese y/o de otros planetas próximos.
Se considerará esta sentencia firme y se hará efectiva en el plazo estipulado."


Mientras tanto el Mundo vivía un nuevo amanecer plagado de supersticiones y palomas.


Esto es así.





Te amo como un vaso de cristal precipitándose al suelo
invulnerable, ideal, eterno,
de una cocina.
Y así quiero romperme, en mil pedazos contra ti.
Como la ola-entelequia en la que los surferos creen mientras flotan
y piensan, como un mantra, "la siguiente",
si existiera, rompiéndose contra la escollera de la muerte
de todo un Mar.

Quiero estallar  como una ampolla de nitroglicerina, y que el cristal
no reconozca la Ley de la gravedad terrestre,
y pida que se le juzgue según el código vigente en los agujeros negros,
de tal manera que sus fragmentos se pulvericen, se disuelvan
y que parezca que se ha tirado de cabeza
y que quería caer, que no hacía nada por detenerse,
por rebotar, que porfiaba para atravesar el suelo
impenetrable de gres porcelanoso,
imitación granito, pero más duro que el granito
ecológico.

Te amo tanto que quiero desaparecer,
atravesarte con mi pene, con mis ojos,
mi cadera. Mis uñas, dedos y brazos,
mi corazón, en su acepción orgánica
de simple bomba que exprimida es parecida a un puño
apretadísimo.
Pero esta vez tan apretado que el tejido
muscular
cardiaco
pierda coherencia
y que las miofibrillas no resistan la tensión
y cedan y se conviertan en un líquido
que fluya como solía hacer fluir.

Pero no atravesarte para estar después al otro lado,
sino, como un misterio cósmico,
como una onda que de pronto cesa sin motivo,
dejar de ser, y que ningún científico
del Instituto Tecnológico
de Massachussets ni del Acelerador de hadrones de Ginebra
ni ni siquiera todos ellos, colaborando sin reservas,
como si de su trabajo dependiera la vida en los planetas,
ni ninguna otra prodigiosa mente de la Tierra
el cómo de mi ausencia
pudiera desentrañar.

Quiero romperme en ti, erradicarme de tu entorno,
no ser otro, disolverme,
aplacar mi sed de ti a costa de todos los océanos;
deslumbrarme con un Sol entero ardiendo en cada ojo,
difundirme como un upskirt del Príncipe de Gales por la Red.

Lanzarme contra ti como un Ícaro con más cera que plumas en las alas.

¡Reventar!,
como un tomate cherry entre las fauces de un mandril cuya cabeza
es aplastada, a su vez, por los colmillos ciegos
e irracionales de un cocodrilo
que sufre una asfixia lenta bajo la lava de un volcán
cuya erupción, no obstante, carece de importancia
comparada con el impacto sorpresivo
en ese mismo instante y lugar
de un meteorito.

Yo te amo así, de esta manera,
y siempre tengo hambre y sed y frío, y sudo,
y vacío mi intestino y mi vejiga
y rechino los dientes
y vomito y río y lloro
y grito como un hombre primitivo cuyo padre
acaba de morir alcanzado por un rayo
y arde
y deja de llover.
Y me crecen las uñas de los pies y de las manos
y el futuro me atraviesa sin que lo vea venir
y tengo el tiempo justo para entender el Mundo
desde la perspectiva de
mis cenizas.


Y siempre, independientemente de si tú estás o no,
esto es así.

libros



Libros por leer,
estantes llenos de libros,
libros, apilados en el suelo,
páginas apelmazadas,
cerradas como los labios
de un niño que, pequeño,
se enfada y
no quiere comer.

Y todas esas páginas negras,
todas las páginas cerradas
que guardan sus letras en el silencio negro
y eterno en la práctica
por egoísmo de las abiertas,
deteniendo con su peso el tiempo
haciendo de las páginas abiertas
un tiempo tan mínimo
que no es tiempo,
tan mínimo que no transcurre y al fin
la página abierta
es una herida abierta
como un hachazo en la madera
del árbol y sola
no significa nada,
más que un ejemplo, un instante,
una fotografía,
un crisantemo eterno abriéndose siempre,
floreciendo en una tumba
invisible
bajo tierra.

Páginas por leer,
tiempo que no es ahora:
tiempo mañana, tiempo ayer, tiempo
hace un minuto, tiempo dentro
de una décima de segundo.
Todo, en la práctica, el tiempo del mundo,
negro y eterno
por egoísmo del tiempo
actual,
el tiempo en que vivo, veo,
jadeo, siento, creo.
El tiempo humano tan mínimo
que no es tiempo,
tan mínimo que no transcurre:
que es una herida abierta
como un hachazo en la existencia
de los planetas, de las estrellas,
de los átomos.

Y digo aún que existo.
Y digo aún que leo.

Y digo que entiendo el mundo sin abarcarlo,
sin saber dónde termina, sin saber
qué es.
Digo que aún he de leer
otro libro
antes
de que el tiempo pase mi página.

Leeré aún una palabra
antes de que oscurezca,
antes de que yo sea un trozo mínimo
de negrura.
Y aún leeré una letra
como una chispa ilumina.

Y aún creeré que yo
en ese tiempo mínimo de incandescencia
podría
incendiar
el mundo.

parados giran en torno al mundo


 Todo lo que Billy podía ver eran las pequeñas porciones de espacio que recortaba el orificio exterior del tubo. Pero lo peor del caso era que él ignoraba dónde y cómo se encontraba, y ni siquiera se daba cuenta de que su situación era anormal.
Matadero Cinco
Kurt Vonnegut

Hoy hay por ahí
cuatro millones setecientos mil
parados
dando vueltas desde que el sol sale hasta la noche.
Dando vueltas como soles alrededor de un centro
que no les deja irse ni quedarse;
girando entre dos fuerzas opuestas,
la que les une y la que les aleja.

Hoy hay por ahí
cuatro millones setecientos mil
parados como soles
girando, esperando el giro
copernicano que los pare
y ponga a girar el mundo en torno a ellos.


Mientras tanto
el mundo les ve girar, inmóvil,
como el mundo ve girar el sol en torno a sí,
y llama al día sol
y al sol lo llama día.
Hoy hay por ahí
cuatro millones setecientos mil parados como días,
hay cuatro millones setecientos mil hoys
simultáneos
en torno a los que un mundo inmóvil nunca gira, y
parados giran en torno al mundo
y son hoy día tras día
porque no hay para ellos sino hoy,
porque no hay mañana para ellos
sino un hoy tras otro,
inmóvil, igual y simultáneo
al de otros cuatro millones setecientos mil hoys
inmóviles, iguales,
girando en torno a un mundo
que no sabe que gira en torno a ellos.

Y agrupando siete hoys
podemos ver una semana simultánea en una fila
esperando el día en que por fin el mundo
les haga distinguir los días
y sean consecutivos en vez de simultáneos
y los lunes no sean tan parecidos a los domingos.

Podemos, agrupando treinta hoys
ver los meses esperando, humanos,
quietos, sin saber qué tiempo de qué mes
están perdiendo, si agostos o febreros.

Podemos ver los años.

Hay trescientos sesenta y cinco hombres ahí,
trescientos sesenta y cinco hombres como días,
hay un año que no sabemos cuál,
humano, ahí, en fila.
Ahí hay trescientos sesenta y cinco hombres como un año
de trescientos sesenta y cinco días, y cada día un hoy.
Hay trescientos sesenta y cinco hoys. Un hoy, un hoy,
y así hasta trescientos sesenta y cinco hoys que son humanos
y están viviendo un ay.
Un ay su hoy. Un hoy su ay.
Ahí hay un hombre viviendo un ay.
Ahí hay un hombre diferente viviendo un ay.
Ahí hay así hasta trescientos sesenta y cinco hombres diferentes viviendo un ay
simultáneo.



Había
trescientos sesenta y cinco hombres diferentes
viviendo trescientos sesenta y cinco hoys
que hoy son ays,
trescientos sesenta y cinco ays viviendo hoy,
y hoy, y así hasta trescientos sesenta y cinco
y hasta trescientos sesenta y seis.
Y así hasta, hoy, cuatro millones setecientos mil ays
girando
desde que el sol sale hasta la noche
esperando
el giro copernicano que los pare
y ponga a girar el mundo en torno a ellos.

somos mundo



Si dios existe, lo que ha hecho
es darnos la impresión de propiedad
sobre los acantilados,
el poder único de creer que el mundo es nuestro.

Y ni siquiera es alquilado.

Porque nosotros somos mundo
como los animales, como los árboles,
como las rocas que reciben el oleaje.

De entre todos los objetos
presumimos, sin saberlo, solo de ser
los más casuales.

pringaos!




Novios de ojos cerrados
que esperan besos.
Niños
jugando al escondite.
Parpadeos.

La realidad dice que es hora de hacer ruido.
Nadie va a quedarse remoloneando
ni un minuto más.

Son nuestros problemas los que nos agitan.
No tenemos mantas
ni colchón
ni suelo
ni nadie en el piso de abajo
para parar la caída.

dentro



dentro de mi cráneo
cabe en una jarra
vulgar
de agua.
Afuera, el infinito finge,
como si la nada
fuera.

Escucho, miro;
qué soledad cuando consigo hacerlo bien.

y qué?...,

susurra el mundo.

¿Y qué?, pregunto, como un eco
que no es eco. Ni siquiera,

porque
ni yo
me recordaré.
o
¿quién
ha dicho
mis últimas palabras?
y
¿para qué?

La noche de la mujer trabajadora





Entra en la cocina
sujeta el grifo
mira a otro lado.

Habla de algo distinto mientras lo aprieta.

Yo sigo con mi vista su mirada por la ventana abierta.
Qué importa, la ventana.

Con expresión distraida,
como si hubiera hecho esto mil veces hoy,
abre la llave, que estalla empapándola.

No dice nada.
Se seca lentamente, sin apartar sus ojos de los míos.
Me ofrece un chicle.

Se va
por donde vino, hay más
averías.

Cualquier día de estos



portada de la edición impresa de El País de hoy, que no menciona la manifestación contra la reforma laboral. La portada de las páginas especiales sobre Madrid está dedicada a la sequía







Se acerca el día
después de protestar en interiores sin testigos,
después de bautizarnos en credos fatalistas,
después de arrinconarse como polvo incómodo
la palabra
hasta que no se oye
ni ve su procedencia,
está llegando el día,
después de no decir
ni "esta boca es mía" y masticar la frase
hasta volverla bolo alimenticio,
ya viene el día en que digamos,
habiéndolo pensado con naturalidad
"ni esta boca es mía"
y al día siguiente
"esta boca no es mía",
y que empecemos a hablar de lado y para atrás
y nos encaminemos por nuestros pies y manos al desastre
y nadie pueda luego protestar por algo
que nadie ha hecho,
que nadie ha dicho,
porque lo habremos dicho y hecho todos
desde ese día
que no dijimos
lo que al final, de no decirlo,
dejamos de pensar.

O ya ha llegado.

O llega cada día.

Quick Response




En el código QR de mi blog podía verse al mismo tiempo el rostro de Jesucristo sobre la Sábana Santa, una máscara funeraria carolingia, el reflejo de Aladino en una lámpara y la blanca cicatriz del obsesionado Ahab. En su centro había una cruz bizantina y en la esquina sin cuadrado, olvidada de su dueña, una arpa. Sí, así, en femenino. Al mirar en él más lejos aparecían dos líneas confluyendo hacia un Aleph. Y miré por él mil veces y mil veces vi lo mismo: un lugar ausente de sustancia, de sonidos y de vida. El silencio, del que nace nuevo todo cuando todo se termina.

poesía ERE´s tú




Un poeta entra en un bar
pide una cerveza
la paga la bebe y se va.
Y nadie lo sabe.
Nadie.
Solo la cerveza quiso hacerse cargo
de su escalofrío.

en Manhattan




En Manhattan
la luz barre las avenidas
y olvida sombras trapezoidales ocultas
tras las esquinas de las calles
Sombras que alimentan esplendores
luz aérea / asfalto
cristal / herrumbre
Miles de ascensores como burbujas
ventanas iridiscentes /
gasolina
Espuma de una fermentación nauseabunda
brilla única e iguala
noche /
penumbra

El espejo de hoy no te mira.

El espejo de hoy no te mira.

Ayer sí, a estas horas.
Afeitabas tu cara cuadrada de héroe.
Impecable, la imagen
casi sonreía.
Son ya quince años en tu cuerpo,
quince años que han hecho
de ese cuerpo el tuyo.
Y tu cuerpo no es tuyo,
el tuyo es suyo,
perteneces al cuerpo de la policía.

Y el espejo de hoy no te mira.

No recuerdas muy bien lo de ayer,
no eras ojos
que vieran de frente,
lo que has visto en la tele es basura
de los periodistas,
porque no fue así,
tú estabas allí
y ellos no.
Aunque tú no eras tú,
eras su,
porque tú perteneces al cuerpo,
y hoy por eso el espejo, quizá,
no te mira.

No recuerdas muy bien lo de ayer
porque no eres memoria
de la policía,
y tampoco ayer escuchaste otra cosa que ruido,
oías gritos sin saber qué decían,
porque no eras oídos.
Y no has sido cerebro en tu vida
de la policía,
ni conoces a nadie, por cierto,
que, cerebro, cerebro,
lo que se dice cerebro
de la policía
haya sido.

Para eso ya hay otros dando órdenes:
inspectores, políticos,
tu mujer...
porque tú no eres tú,
eres su,
y
te limitas
a
o-
bedecer.
Y quizá hoy por eso elespejo
no te mira.

Fuiste piernas, ayer, ya te acuerdas,
cuando al fin te mandaron correr.
Tú corriste a todo meter,
y llegaste hasta donde
el "enemigo"
gritaba
y en dos hostias se acabaron los gritos,
pensaste,
pero no se acababan.

Y también fuiste brazo,
porque hay que reconocer
que las hostias las diste.
Y además ayer fue
facilísimo,
Porque el enemigo de ayer
esperaba,
y llegaste hasta él
y esperaba,
y gritaba,
y pensaba.

Pero tú no eras ojos, tú
no eras oídos,

no eras memoria
ni cerebro, tú
no eras nada.

Eras un traje azul
impecable de héroe,
vacío.

Y hoy te afeitas como cada mañana
y no llevas el traje
todavía
y al ser su, no ser tú,
no hay imagen,
y quizá hoy por eso el espejo
no te mira.

diamante o párpado

Acaso  el preciosismo  en la poesía   dependa  de la joya en la mirada: si es un diamante o un párpado,  es decir, si multiplica u opaca. Te...