Bukowskiana.



Desenamorarme de ti, hoy por hoy,
me llevaría tres días sin hablarte.
Y cualquiera que lea esto
que no juegue con muñecas
me recomendaría hacerlo.
Me diría: Hey, tío, ¿a qué esperas?
huye de ella mientras puedas.

Tengo la misma sensación que un alpinista
muriéndose de frío en el Annapurna,
el sueño que lleva a la muerte es así de sugestivo.
Eres una droga dulce, como todas,
y como todos los sucios drogadictos
yo creo que te tengo controlada,
pero no puede ser cierto, porque estoy
empezando a odiar
a mis amigos,
que me dicen: Hey, tío, ¿a qué esperas?
huye de ella mientras puedas.

Mi mente es una habitación oscura.



Mi mente es una habitación oscura.
Yo dentro, a tientas, tropezando con los escasos muebles,
busco la manilla de las ventanas o de la puerta, palpando
los ojos abiertos como los de un recién muerto, la pared.
Me imagino esa pared cubierta de papel pintado
de colores de otra época, lleno de mugre y telarañas,
rasgado aquí y allá, y dejando al descubierto nidos de gusanos blancos,
de larvas de idea transparentes,
pero no lo puedo ver.
Hay un olor a carne joven putrefacta,
cerca de mí revolotean insectos imaginarios
y en el suelo hay un légamo esparcido por mis pies
más abundante cada paso, cada paso más resbaladizo.
Quiero salir, pero una voz me pide el santo y seña.
Lo desconozco. Lo saben los de fuera.

Celos.

Veo en la oscuridad.
Allende las mujeres dudan sus respuestas,
allá donde los hombres asfixian sus preguntas.
Detrás de telarañas tejidas por vergüenza,
y tras los gruesos muros que con el tiempo tiemblan.
Tras las contradicciones,
tras la mirada esquiva,
tras el silencio ansioso
en busca de coartadas.

Tengo la facultad de herirme,
de estar cerca del fuego
con los ojos abiertos hasta el hervor de lágrimas.
Poseo el don suicida de saltar al abismo
para saber qué hay luego. Y también sé,
en mi caída,
que sólo hay sacrificio.

Poética.

Fructífero periodo,
árido el siguiente.

Fructífero periodo,
árido el siguiente.

Fructífero periodo,
árido el siguiente.

...

¿Fructífero periodo?

Derecho natural.



Habría que preguntarse quién pisa la tierra de quién,
si no es de todos.
Quién tiene más tierra y más aire,
quién tiene ríos y mar
bajo el pie.
Quién a los demás animales
quién no tiene nunca frío, ni hambre,
ni sed.
Un urogallo camina por una calle.
No hay urogallos equivocados.
La gente no cede el paso a la gente,
y menos a un urogallo.
El urogallo no olvida que la calle no es de él,
ni el mar, ni el aire, ni los ríos ni la tierra.
Es al revés.
Y las personas usurpan un orfanato.

Restallón



Científicos hablan
del big-bang,
de la generación de la materia a los dos lados
del equilibrio.
Creo entender que da todo lo mismo.
Que hay un signo menos
para cada otro signo más,
una partícula minúscula
en algún sitio
que me aniquilaría.
Y mis ojos de niño ya barruntaban algo
viendo las moscas,
ojos compuestos,
tratando de atravesar cristal
sin comprenderlo.
Tanta sinfonía de Mahler,
tantas novelas,
tanto gótico flamígero surgiendo desde el suelo.
Tanto llanto.
Tantas futuras ruinas y tanto próximo silencio.
Hay una bicicleta muerta al final de cada infancia.
Un fin para cada principio.

Príncipe azul



Estudio tu rostro durmiente.
El aire entra y sale silbando por sus oquedades.
Escruto, a la luz violadora, algún rasgo mortal
que mate mi amor terminando el hechizo,
tu beatífico dominio.
No habrá hoy, un día más, ningún filtro
en el aire ni en la luz ni en la razón
del desamor.
Entre tus múltiples imperfecciones sutiles
hoy no hallaré
más que más y más y más
irracionales motivos
para el cariño.
Te besaré y tú abrirás los ojos
y cerraré la boca yo.
Y ya son cinco malditos años
de matrimonio.

diamante o párpado

Acaso  el preciosismo  en la poesía   dependa  de la joya en la mirada: si es un diamante o un párpado,  es decir, si multiplica u opaca. Te...