Como aceitunas verdes


Tus palabras son a veces como aceitunas
verdes recién caídas del olivo.
Las veo venir brillantes como una puesta de sol,
entre destellos veraniegos, como de aceite
flotando sobre el agua
de mi lágrima.
Y son tan suaves como un beso
y tan sabrosas como un abrazo.
Pero tus palabras, como las aceitunas verdes
recién caídas del olivo,
tienen su hueso.
Y yo mastico el hueso de tus palabras
inexorablemente
porque me gusta cómo eres,
completa, tú.
Y yo no escupiría un ápice de tus palabras
fuera de mí para olvidarlo
sin comprenderlo,
ni cambiaría el hueso de tus palabras
por otra cosa blanda y salada.
Las veo venir brillantes,
las saboreo, y
las digiero.

Trabalenguas


Carpanta se harta de carpas
debajo de una pancarta
y cuanto más ve la pancarta
más carpas cata Carpanta,
porque en la pancarta hay carpas,
parcas carpas, pero carpas.

Sal.


Al bar La Luna


En la desvencijada playa,
hacia la orilla,
hay estrellas de mar
como imitando el cielo,
y trozos de cristal de las salinas.

Crustáceos, moluscos,
veleros
en los que ir a navegar.

El rancio pueblo costero se zambulle con estilo.
"Está buenísima",
y sonríe
camino del abismo.

No espero menos.


He ido a por la licencia

he ido a por el arma

he ido a por las balas.


Ahora iré

a por vosotros.

...



Una licencia

poética.

La última arma,

la palabra.

Balas de hierba

waltwhitmanianas

en la recámara.

Vosotros,

ahora.

No espero más.


He ido a por la licencia

he ido a por el arma

he ido a por las balas.


Ahora iré

a por vosotros.

Montes do Gozo.


Déjame ver mi nuevo cuerpo,
que la luz de la mañana lo dibuje y lo defina,
que mi nuevo aroma impregne para siempre mi memoria,
que mi nueva piel se palpe y que me reconozca.

Mis nuevos ojos miran: hoy quiero verlos ver
mi nuevo rostro, y aprender de sus manías
nuevos caminos.
Y recorrer mi nueva geografía
desde la atmósfera a los acuíferos.
Bajar de cada monte y de cada colina
y pasear de las llanuras a los valles
y sumergirme en las simas.

Hay en los cuerpos lugares misteriosos
donde confluyen formas sin fronteras.
Quiero explorarlos, hundir cada sentido en su espesura,
iluminar lo lóbrego, empaparme
en cada cauce de mis nuevas correrías.

Saborear mi cuerpo nuevo
y hablar contigo mientras también te saboreas
y a tu sabor le das otro sentido
y a tu latir le doy otro latido.

Desprestigiar la religión de lo remoto,
de lo escondido trazar cartografía,
cada milímetro cuadrado esclarecido
o por tu voz o por la mía.

!Montes do Gozo, horizontes infinitos,
revelaciones solo dichas al oído!

Niña...


Con ese vestido, niña,
me borraste la sonrisa.
Con ese vestido, ese cuerpo
y esos ojos
y cómo te sonreías.

Tú sabías que tenías superpoderes,
que tenías telepatía, aquella tarde,
telequinesis, hipnosis,
preferencia ante los taxis...

Me borraste la sonrisa
porque al acercarte aquella tarde
con ese vestido, niña,
yo notaba tanta carga,
y ese cuerpo
y esos ojos
y cómo te sonreías,
que me sentí responsable
de mi cuerpo, de mis ojos,
de mi vida,
de lo que yo puedo darte,
de si lo cuido bastante,
de si mis besos, mis brazos,
mis palabras
tienen arte.

Mira niña, tú eres arte
y ese vestido es artista.

Y esos ojos.

Y ese cuerpo.

Y cómo te sonreías.

diamante o párpado

Acaso  el preciosismo  en la poesía   dependa  de la joya en la mirada: si es un diamante o un párpado,  es decir, si multiplica u opaca. Te...