sorteando las obvias rocas con vigor,
sin freno,
al fondo divisando el mar
sin verlo, a saltos.
Sin saber cuál es,
ni cuán profundo,
poblado; agitado o sereno.
Escribir por ley de gravedad,
la mano accionando una palanca
levando la presa de la palabra.
Letras como lágrimas
que hubieran sumergido la mirada
por demasiado tiempo,
que caen como lágrimas
emancipadas de su córnea,
esferas de su luz,
aún, y sin embargo.
Yo sin mí que llora.
Todo el yo irrastreable que duplica mi energía
y revela su calidad de préstamo.
Intercambio con el día del día vítreo
que rezuma de la noche que es la carne.
Drenar el Paraíso.
Hacerlo para otros habitable.