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Es



Es como masticar agua

albaricoque

luz dulce.

No sé dónde leí

No sé dónde leí

que hay reflejo en el fondo del agua

tomé mi peso y me rodeé de líquido.

Allí no vi nada.

Solo al salir recordé lo que había leído.


¿Recuerdas tú lo que te dije?


Yo no lo sé, está

en el fondo del agua.

A partir de mañana


A partir de mañana se permite

deambular por la calle libremente

se permite

encaminarse a un propósito.

A partir de mañana.


A partir de mañana se permite

afluir a las tiendas y comercios

se permite

descambiar los artículos.

A partir de mañana.


A partir de mañana se permite

ir al bar y consumir las cervezas

se permite

utilizar el baño.

A partir de mañana.


A partir de mañana se permite

Desplazarse al trabajo en el transporte público

Se permite

adquirir in situ

A partir de mañana.


A partir de mañana se permite

acudir a las peluquerías

se permite

vestir luto

A partir de mañana.


A partir de mañana se permite respirar.


Sigue sin estar permitido

vivir.


Nos atiborrábamos de gominolas los domingos




Nos atiborrábamos de gominolas los domingos
mientras veíamos la película en el cine de Los Fresnos.
Íbamos desde Avilés en el coche de David
un volkswagen golf rojo tomate exprimido.
Salíamos los sábados a muerte y el domingo
el cerebro se dejaba guiar por la ficción
la alternativa era el vacío.
Tal vez el músico había conseguido acertar
con una o dos notas en las dos horas de rigor
y después había deambulado por el baño y la cocina
mientras reunía el valor para decir un "hasta luego" convincente en el salón.
El azúcar de las gominas nos amamantaba
como las anfetas conjuraron el frío de los nazis,
se cernía sobre nosotros la culpa de no estar haciendo lo correcto
de cruzar tal vez el límite de la permisividad de la vida
el miedo a no llegar a ser lo que uno-solo sabe que debe ser un día.
No nos merecíamos el futuro, creíamos.

Y los mismos que nos alimentaron la conciencia
con el cine americano en donde hasta los delincuentes eran profesionales
los que nos cobraron 2 euros por 100 gramos de aquellas gominolas
los que nos obligaron a poblar vías férreas y carreteras y autobuses urbanos
y nos subían el precio del abono en navidades, esos mismos
son ahora los que nos bajan el sueldo y nos suben la hipoteca
y juegan a las carreras con las nuestras
y nos echan la bronca por quemar el planeta
y por no reciclar
y nos hacen ahorrar nuestro ocio para el futuro.
Y nos hacen creer que tampoco merecemos el presente.

Si te digo





Si te digo que de pequeños
mis hermanos y yo nos organizábamos
para irnos de caza al patio de atrás,
donde las ratas tenían una red de túneles secretos
de los que nosotros, a rotring, trazábamos planos,

o te digo
que había tanta droga en la calle
que no merecía la pena otra cosa que dejar crecer la hierba entre las tumbas,
porque aquel cementerio de niños era un campo en barbecho hacia el pasado,

si te digo
que a los 18 años 30000 chavales se emborrachaban como un solo hombre
absolutamente todos los viernes y todos los sábados contando con la connivencia de sus padres
que les veían salir de farra, y al volver veían las vomitonas, y a la mañana siguiente las resacas,
y que el lunes volvíamos a clase y nos portábamos como profesionales, igual
que se portaban nuestros padres como profesionales en sus trabajos de mierda,

si te digo que había más bares que portales en todas las calles de Avilés,
que jugamos más a las cartas en la universidad que Aramís Fuster en su vida,
y que muchos miércoles nos emborrachábamos de delirium y nos saltábamos las últimas cuatro clases
y al entrar al bar estaban fregando y le dábamos la vuelta a cuatro sillas y nos tomábamos
veinte sidras, y ese dinero nos lo daba nuestra madre
para el plato del día.

Y después de acabar la carrera -ya en Madrid-
si te digo
que compartíamos piso y nos parecía que estábamos empezando otra carrera en otro sitio
y que vivíamos en un colegio mayor, nos parecía,
y los sábados hacíamos botellón en casa antes de salir
con la misma actitud adolescente que habíamos aprendido en Avilés
y nos parecía que los adolescentes auténticos nos retaban a duelo, pero los adolescentes
ni se percataban de nuestra presencia porque más que presencia en Madrid, lo nuestro era
ausencia de Asturias,
y que llevábamos un traje a trabajar que era un mono de trabajo más incómodo,
y que a veces salíamos por la tarde, sobre todo en verano, con el calor, y nos gastábamos
el sueldo en cañas
y cuando alguno bajaba al baño a cambiar el agua al canario se metía una raya
solo para verse más guapo en el espejo.

O si te digo que en casa a la hora de comer
nuestro padre daba un mitin diario y exigía aplausos puntuales en los puntos y apartes del discurso
y risas enlatadas en los comentarios hirientes
y las preguntas adecuadas al terminar con las que pudiera lucirse en la respuesta
-si no se las hacías te arriesgabas a correr delante de los grises que aún perseguían a tu padre- y de ahí quizá
nos viene este desinterés por la política que está permitiendo a la derecha gobernar
y que se está llevando nuestras vidas de traje a trabajar en un cochazo,
aunque el cochazo es del banco, y el traje, y la casa, y el garaje. Todo es del banco, hasta el futuro
de nuestros hijos.

Y si te digo que no hemos sabido plantar cara y encima ahora estamos estorbando
a los "adolescentes"
y que creemos que somos sabios y experimentados, y que por eso preferimos un cambio progresivo,
y los adolescentes reparan en nosotros de pronto como un obstáculo,
y es que nuestro cambio es tan progresivo que los adolescentes nos confundían con el fondo
y se preguntan ahora de dónde habremos salido tantos.

Tantos que somos mayoría y confundimos nuestra inercia con nuestra ideología
y llamamos a nuestro fracaso rebeldía, y estorbamos en los bares y  en las bolsas de trabajo, y estorbamos
en la idea y en la charla y en la lucha, y en la huelga
que ya no secundamos, y en la manifestación a la que ya no vamos,
y en rebajas estorbamos en las tiendas que sí abarrotamos, y estorbamos
cada cuatro años en las urnas:

si te digo que somos piterpanes obstinados
que de tanto gritar revolución perdimos la voz y la razón
y en su lugar nos han acostumbrado a usar un garfio,




tal vez no me creerías, pero tienes al alcance del valor tu propia historia
y ese valor consiste en no necesitar que nadie te lo diga.

Alopecia VI

La autonomía es el fundamento de la dignidad de la naturaleza humana y de toda naturaleza racional

Immanuel Kant,
Fundamentación para una metafísica de las costumbres





¡Genética alopecia!
No es a ti.
¡Stress!, que a tus congéneres aplasta,
a ti tampoco es; ni va contigo
ninguna otra histórica falacia.

Asomas la cabeza del folículo,
contemplas tersa piel: erial
anexionado bajo el yugo
imperial de la vecina frente
es, más que cuero cabelludo.

Te atajan, y vuelves a surgir
como una idea;
tratan de convencerte de que ya
no eres de ahí
y muestras tu ADN deeneí.

¡Indómito cabello que galopas la llanura!
¡Azote de la tundra!
¡Aunque tu estirpe muera
y abdique su corona melenuda en un sombrero
tú resiste
y yérguete derecho en tu raíz!

Va usted a entrar en un sueño muy profundo







El poeta contará hasta tres, y el lector

cerrará los ojos

abandonando el poema:

u-

no,

dos.



TRATADO

TRATADO
DE RÍTMICA Y PROSODIA
Y DE MÉTRICA Y VERSIFICACIÓN
de Agustín García Calvo,
eres el mejor
libro de poesía
de la Historia.

Contigo no basta leer,
quiero conservarte.
Entiendo lo que debe de ser
ser padre, tener un hijo.

Temer
por él lo que uno
no teme por uno.

Creer
en el fulgor del futuro.

Amarillo.

Como tú, ¡oh! TRATADO
DE RÍTMICA Y PROSODIA
Y DE MÉTRICA Y VERSIFICACIÓN
de Agustín García Calvo. 

silencios







Oídme. Y se oyó puro, cristalino, el silencio.
Vicente Aleixandre, Nacimiento último


Una sola palabra ha puesto fin
a toda eternidad silente.
Ahora el silencio existe desde ella.

Una sola palabra parte el silencio en dos,
hace del silencio anterior una sustancia 
premeditada, del posterior silencio
prerrogativa.

Una sola palabra, pero después dos, y diez,
y miles de palabras
goteando como lluvia,
inundando el silencio hasta vaciarlo
de sus significados.

Hasta restaurarlo
eterno, en otro nivel
de decibelios.

rastros de la primera luz






Hay que poner en juego todo lo que es uno
y valorar el cielo y la semilla por igual.
Buscar en cada grano de la arena
el mar desierto escondido
ver el futuro en el pasado y en el pasado
el futuro.
Juzgar la ola por el viento
y la tormenta por la calma.
Hallar en la tiniebla trayectorias
que nos hablen de pretéritos
rastros de la primera luz.

Uno todo estallando en un último verso
y aun así seguiremos
titilando inseguros.

Una huelga

Una huelga de la minería por la enseñanza.
Una huelga de médicos por la limpieza.
Una huelga en la industria por los
controladores aéreos.
Una huelga de alumnos por las pensiones.

Y sobre todo una huelga
de políticos.
Por la política.
Al menos
por la política.

Ah, lector


A veces no basta con la atmósfera, hay que leer otras historias.
Huir de aquí por las ventanas del papel y respirar otros alientos.
Vidas nacidas anaerobias dejan de serlo para librarnos boca a boca.

¡Ah, lector!
Submarinista ebrio de mar,
óptica branquia,
filtro de letras que desleídas de los fondos
de sedimento hallas.
¡Emerge allá,
sal de la página
ya para siempre otro!

el filtro del genio






El hígado de Lou Reed
murió en mayo.

Extrajeron al maltratado órgano
en un quirófano cualquiera de la Gran Manzana.
Fue a parar a una bandeja de metal
fuera de la vista de todos, excepto
la de la enfermera absorta
que pensaba vaguedades mientras sus blancos zuecos desapercibidos
materializaban el cortejo fúnebre.
El recipiente de la ingratitud humana es el vasto mundo.

Solo Lou Reed, al despertar,
notó que el dinosaurio

ya no seguía allí.

39, y aún






At 66 just learning how to take care of my body
Allen Ginsberg

39, y aún se le suponen a mi cuerpo
facultades poderosas
que la Naturaleza
¿en su gran sabiduría?
hace transparentar en nosotros,
mientras dura la famosa juventud,
como el aire ante los ojos.

Aquella camarera me ofrece una tapa de torreznos
duros, correosos como un cocodrilo de 100 años.
Mis supuestos dientes sonríen
mi supuesto estómago se regocija
y vierte sobre sus pliegues un orgasmo
de ácido clorhídrico.
Tal vez podría engendrar con ella un hijo,
eso estaría bien.
Él masticaría mi edad hasta hacerla cenizas.
Pablo Cortina, asúmelo,
un torrezno puede ser la piedra
extraída
de tu locura.

Aullido, (pero a Miguel Gila)









Vi las mejores mentes de mi generación destruidas por la locura,
hambrientas histéricas desnudas,
arrastrándose por las barriadas de los gitanos al amanecer en busca de un colérico pinchazo.

Y aún éramos niños que jugaban a fumar tabaco a comprar cartones de tabaco
y a vender cigarrillos sueltos en el patio de la cárcel que los supervivientes del franquismo llamaban instituto.
Que recibían las hostias en todas y cada una de sus sagradas formas.
Que se ponían en fila en las aulas sin calefacción de los suburbios para aprehender la parte más violenta de la instrucción adulta.
Que hablaban entre ellos tapándose la boca y los oídos y aún así los ojos de la complicidad contaban sus historias.
Que hacía cola para humedecer sus ojos de pura rabia y aprendían a odiar el poder establecido con sus pálidas mejillas enrojecidas por el guantazo del maestro que al mismo tiempo empolvaba sus tiernas faces con polvo blanco de tiza precursora como el maquillador de una película de zombies.
Que abandonaron las escuelas y anegaron las universidades creyendo que el mundo era un embudo hacia el cielo con la ingenuidad del agua que fluye en círculos como si huyera de la atmósfera hacia otra atmósfera mejor atravesando el sumidero.
Que entraron en los bares de los viejos con el dinero de los viejos y bebieron la bebida de los viejos con furia renovada, un joven bebe lo de diez viejos lo de cien viejos, sacando el polvo de los estantes rascando el fondo de las barricas, llenando de vómito cada retrete cada alcantarilla cada intersticio de la ciudad de norte a sur, de oeste a este de la península.
Que se durmieron en las aulas magnas en los pasillos de los aularios en las cafeterías de Medicina de Económicas de Biología de Derecho de Filología. De los conservatorios entre nubes de maría y salmodias corales y escalas de teclados en el piso de arriba, de violines en las microscópicas salas de estudio, preludio de los estudios y las buhardillas que la ciudad tenía previsto alquilarles para que compartieran su rutina. Y lo hicieron.
Viajando al exilio de la colmena a través de autopistas asfaltadas para ellos, sobre raíles fijos al suelo indicando la única salida para ellos.
Mientras los viejos ebrios de dinero observaban su éxodo como los pescadores imaginan retorciéndose a su cebo bajo el variable espejo de las negras aguas que rodean a la luna.

¿Qué esfinge de cemento y aluminio abrió sus cráneos y devoró sus cerebros y su imaginación?
Moloch hambriento dios inmaterial que sacia su agujero negro con la pura potencia de infancias materiales.
Moloch el alquiler inmenso el aval del inocente a mil kilómetros.
Moloch el euro que no alcanza al periódico al café con leche al pan.
Moloch la gasolina el alquiler de la plaza de garaje la zona azul la verde la naaranja. El seguro la viñeta el certificado médico del médico que certifica la asunción del nuevo statu quo con un fonendoscopio adherido a la piel sudada de la espalda como una sanguijuela ahíta pero acaparadora.
Moloch la mirada del compañero tras el panel del cubículo, reojo de caballo de carreras antes de la salida del grand prix.
Moloch la pole position ante la puerta automática del metro en el vagón que deposita el cargamento humano frente a la curva que desemboca en la escalera automática también que solo es de subida hacia otra puerta de tren o de autobús.
Moloch la prisa por ser el primero en alcanzar el ascensor que nos lleva a la rutina bajo la mirada distraída de los mil seguratas que vigilan a los negros de nosotros a los latinos de nosotros a los pobres de nosotros a los parados de nosotros y están plagados de tatuajes como cutáneas afecciones supuradas que propagan vítreos virus mentales administrados por los rayos catódicos por las pantallas planas de cristal líquido de plasma LED táctiles o teledirigidas.
Moloch las pizzas Moloch el sushi Moloch la agricultura ecológica Moloch la náusea ante el espejo los complementos vitamínicos y hormonales en el gimnasio a las seis de lamañana o a las doce de la noche.
Moloch el matrimonio coyuntural las hipotecas el semen enriquecido con enzimas resbalando por el rostro en dirección a la vagina cuyas inmediaciones depiladas imitan la inocencia del universo con su sardónica sonrisa.
Moloch mental de sueños transplantados, cráneos juveniles como jardineras apiladas en las estanterías celestes de los supermercados.
Aparcamientos gratuitos para entrar en misa aparcamientos gratuitos para entrar en galerías comerciales aparcamientos gratuitos para entrar en mueblerías nórdicas en la ribera del Mediterráneo, en tiendas de electrodomésticos en agencias de viajes a las fotografías de las revistas al último fotograma de las películas.
Aparcamientos prohibidos para entrar en los colegios y en los hospitales aparcamientos reservados para entrar en los museos y en las cárceles y en los ayuntamientos y en los cementerios.
Moloch infinito adverso genético continuo transparente aéreo subterráneo hueco húmedo tácito vírico.

Miguel Gila, estoy contigo en la trinchera donde estás más loco de lo que yo estoy.
Estoy contigo en la trinchera llamando por teléfono al enemigo
Estoy contigo en la trinchera descolgando ese teléfono entre bombas y napalm
Estoy contigo en la trinchera con el pecho oprimido entre la multitud y una valla azul que empuñan los antidisturbios
Estoy contigo en la trinchera rodeando el congreso y siendo observado desde una ventana mientras el café caliente empaña el anteojo del político
Estoy contigo en la trinchera y no llevo papeles y no me identifico y soy zarandeado y secuestrado en el centro de Madrid estabulado en la calle de Alcalá con los nardos apoyaos en la cadera
Estoy contigo en la trinchera contra vecinos aulladores que precipitan cabras los domingos al abismo, que prueban pirotecnias en los culos de las ranas
Estoy contigo en la trinchera solicitando revisiones de préstamo desnudo en el hall de los palacios que okupan los banqueros
Estoy contigo en la trinchera nadando entre las lágrimas de desesperación del que confunde el mero alivio con la felicidad y olvida el sueño del futuro.
Saboreando cada litro de oxígeno que robo a las máquinas de guerra tragaperras cada gota de agua que hurto a los mercados cada descarga eléctrica que no declaro e ilumina mi interior en el lugar que el sol ocupa en mis recuerdos y aún da luz en contra de todos los gobiernos.
Estoy contigo en la trinchera pensando por mí mismo acodado en el barro viendo mis piernas marcar su propio ritmo haciendo un mundo a la medida de este mundo un tiempo a la medida de este tiempo un hombre a la medida de cualquier hombre
agradeciendo con sonrisa involuntaria contigo en la trinchera cada gota única de lluvia.

poeta





Dicen que un poeta ha de haber leído,
que un poeta es como una antena parabólica de sueños 
de emociones
y de belleza;
que un poeta no pisa el suelo nunca, va por el aire
porque flota, ligero como un átomo de oxígeno,
pero también hoja de árbol, pluma de gaviota,
beso hacia barco que zarpa entre brumas…

y que un poeta se cuela como la brisa
entre los labios de azúcar de los lirios
entre el cabello ondulante
de las ninfas;
entre el valor y la furia,
el miedo y el llanto,
dicen.

Yo he querido ser uno de ellos.
Creía de niño que me iba a estallar el tórax,
sentí en mi instinto el aroma de la tierra 
antes de la tormenta, en mis nervios
su tensión eléctrica,
en el estómago su voltaico vacío, 
preludio del rayo de la palabra.

No flotaba,
me arrastraba bajo el peso de un abismo,
tronco de árbol enraizado,
gaviota empapada de lluvia,
ala salvaje en cielos de plomo.

No. Yo no flotaba.
Suspiro lleno de sólido,
vacío de aire y de brisa y luz
entre los labios de azúcar
entre el cabello ondulante y lejano.

Poeta, 
cómo ser otra cosa.
Qué medio para abolir el mundo y seguir en él
preso del tiempo.

Cerré los párpados.

Me deslumbró una ráfaga
de silencio, y no había nadie.

Y de la nada se desprendió una nada
memorable.

La calidad del silencio





Una letra
como la nota de un piano
sonando para provocar otra
propiciando el intervalo.

Y aún cree el bolígrafo
que él es el más importante,
mientras
calla el papel.

Una letra
final.

Oigo trepidar las nubes
como banderas.

La calidad del silencio
es tal.

Con todas las letras




Hoy la primera plana del diario
la ilustras tú,
con tu cara de plomo.

Qué significa tu cara,
qué representa,
cómo inmolar un rostro
sin persona.
Qué sistema es este que despliega
los conceptos mirada e idea.
Cómo llega a La Presidencia
un
S-I-N-V-E-R-G-Ü-E-N-Z-A.

Dónde, a qué nivel dérmico
reside tu escudo inviolable.
Cómo sabrás tú quién eres
si empleas tu piel
como máscara.

No espero respuestas,
paso página.

me pregunto




cuando perece,
el tronco de árbol,
en qué lugar dejó de ser
un tallo verde al que el viento mecía,
cuál fue el anillo que le hizo adulto,
dónde comienza esta agonía.

Qué día, sino hoy,
es el penúltimo de nuestras vidas.

el sol trata






el sol trata de salir de una montaña
pero sus rayos aún
solo me sobrevuelan
Penumbra compartida
entre la infinitud y un menda
tristeza sin más sentido
que la alegría.

No soy un dios
y hoy tengo un día de trabajo irrelevante
en mi agenda:
la escribo con mi sombra.

Qué humana ausencia
de gracia luminosa nos iguala
con animales, plantas, rocas...

opacidades ignorantes.

La vida sigue, etcétera

diamante o párpado

Acaso  el preciosismo  en la poesía   dependa  de la joya en la mirada: si es un diamante o un párpado,  es decir, si multiplica u opaca. Te...