La vida es dura.


Un poco de ignorancia,
un poco de mierda.
Un poco de ausencia,
un poco de ruido.
Un poco de televisión,
un poco de facebook,
un poco
de
masturbación.
Un poco de alcohol,
un poco de hierba.
Un poco de banda magnética, un poco
de ejercicio.
Un poco de un libro,
un poco de un libro, un poco
de otro.

O
un
poco
de
cariño.

El silencio es uno, las palabras infinitas.


Ella escucha tras la puerta
cualquier ruido.
Ve con esos ojos verdes
en la oscuridad,
a través de las paredes,
cuando en el silencio que se han dado
no quiere ver lo que ve
y los cierra.
Él no hace ni un sonido
también escucha.
Casi no respira, no se mueve,
no susurra nada
a nadie. Oye sus propios latidos
y cree que son los de ella.
O cree que son sus latidos y son de ella...
no puede saberlo, sabe
que son los mismos latidos;
pero no sabe,
ni ella sabe,
que sus silencios también son el mismo.

La de Dios es Cristo.


Que Tú existes
no lo podemos saber
y por eso se supone que tenemos que creer.
Bien, yo lo creeré
si insistes.

El facebook como colerético.


Estoy mejor, ahora.
Me voy haciendo a la idea
de no tenerte ya más
para mí solo.

Sin embargo,

no verte, no hablar contigo...
los trucos tradicionales
para olvidar el amor no
correspondido, reconozco
que en esta época vacía,
de cinismo virtual,
a veces, se desbaratan.

Porque te busco como el alcohólico
que en el bar cada mañana
entra a tomarse un chupito;
y aun sin buscarte te encuentro
en esa azul gilipollez que es
el facebook.

Donde todos los idiotas airean sus idioteces
para que alguien, cualquiera,
las "comente".

Donde hay tanta amistad que no se entiende que haya guerras,
o quizá donde se muestra más
descarnadamente, de verdad,
la auténtica soledad.

Y sí, sí, lo reconozco:
yo te sigo por el mundo cibernético
aunque sé que lo que encuentre me hará daño,
y me quema imaginarte, esto sí es tradicional,
revolcándote en un chat,
jajajaja,
con algún otro.

Par-par.


No sé si los patos parpadean.

Yo parpadeo,
tú parpadeas,
él parpadea,

pero no sé si los patos
parpadean.

Parpan seguro, los he oído,
pero no he visto
jamás
parpadear a un pato.

Yo no lo he visto,
tú no lo has visto,
él no lo ha visto.

¿Hay que deducir, quizá,
que los anátidos,
cua, cua,
no tienen párpados?

Nada más lejos
de la
realidad.


Corrió el rumor hace tiempo
de que el parpar de los patos
no tenía eco.
Esto es absurdo, mas no infundado,
pues su eco no lo escuchan normalmente los humanos.
El sonido es una onda,
y la longitud de la onda del grito pato
es similar a la distancia entre los oídos,
(el diámetro de nuestro cráneo)
por eso no lo captamos.

Quizá los patos parpadean.

Yo parpadeo,
tú parpadeas,
él parpadea.

¿Por qué no el pato?¿No será
que las frecuencias de parpadeo
pato y humano
son similares
y al parpadear se solapan?
Hay que pensar las cosas un par
de veces al menos. Un par.
Cua, cua.

http://www.acoustics.salford.ac.uk/acoustics_info/duck/media/trans.wav

Sólo eso:


Sólo eso:
unos ojos pendientes de los míos,
y en ellos, descifrándose,

la clave venturosa de la vida.

José Manuel Caballero Bonald

Sí que es verdad que hay una clave venturosa
de la vida, y unos indubitables rudimentos
de la felicidad.
Yo he escrito mucho sobre unos ojos verdes,
sobre una sonrisa alegre,
sobre qué pasa cuando dones tales
se me dedican.
Pero los ojos, Caballero, parpadean.
Tú lo sabrás mejor que yo
y tales dones se te retiran.
Entonces queda otra cosa diferente del vacío,
queda la ausencia,
que es uno de los indubitables rudimentos de la tristeza.
Por eso hablé hace tiempo del amor
y lo llamé la insensatez suprema.
Irrenunciable, como el camino mismo de la vida,
que lleva inexorable hasta el vacío, esta vez sí,
y que quizá a veces linda
con unos ojos verdes que te miran
y te hacen creer en dioses y porvenires
y en la felicidad, como quizá sorprenda al condenado,
no sé, no he estado, (todavía),
la silla eléctrica
cuando se sienta por mullida.

Me estoy quedando afórico.

Ir solo a un recital de poesía
es una escenificación
de la soledad excesiva.

El sufrimiento no procede.


Otra vez soy el tiempo que me queda.
José Manuel Caballero Bonald

Hay un día malo junto a uno bueno,
pero ambos amanecen,
ambos anochecen,
y para mí no habrá más días
que los que dure el rítmico espasmo de la víscera,
por lo tanto y, si
los malos días lo son por la certeza
de que han de venir peores,
dada nuestra fugacidad,
nuestra capacidad para morirnos de repente,
ni siquiera.

Resbalando por la borda.


Ese borracho que juega a la tragaperras, su caña en la barra del bar, que cambia billetes de veinte euros como si realmente crecieran en los árboles, que trata de aparentar seriedad, control, autodominio... que no está huyendo de ningún sitio; que trata de aparentar que la vida no le ha dado una patada en las costillas, que no le importa si tú le amas o no, porque siempre puede hacerse el hombre con los camareros, que están (un poco solo) sorprendidos, y a estas alturas han visto ya de todo, y saben que asisten a un naufragio desde que el borracho quiso pagar la caña y pidió monedas en vez de billetes en la vuelta, y se giró y enfiló la máquina (jugaba doble, los euros desaparecían como eslabones de la cadena de un ancla resbalando por la borda...

Poeta.


Yo, que lo escribí, lo sé;
y el que no lo sabe no lo lee.

Bisutería.


Me asusta cuánto
hay -ay...-
de tu silencio
en cada palabra mía,
cuánto silencio tuyo
puro,
ocultan mis palabras.
Me asusta que tu silencio
sea más largo
incluso
que mis palabras,
que mis palabras se engarcen,
como bisutería
en una sola sortija
infinitamente silenciosa.
Que me oigas como un ruido.
Y entonces callo yo. Solo un resuello, aterrado,
al contrario que los animales,
esperando, temiendo
que tu silencio no acabe,
que mis palabras nunca
lo hayan interrumpido.
Que tu silencio sea el mismo
de siempre, el mismo silencio
que, antes de conocerte,
-cuando no me conocías-
me parecía inofensivo.

diamante o párpado

Acaso  el preciosismo  en la poesía   dependa  de la joya en la mirada: si es un diamante o un párpado,  es decir, si multiplica u opaca. Te...