Miedo al rayo
Miedo al rayo
que nos priva de la lluvia,
techos ensoberbecidos.
La vida escrita, el tiempo trámite.
El holocausto altruísta.
Noticia de negras sin tregua.
En la foto, Cristiano Ronaldo
dispara un Kalashnikov en Mogadiscio.
Odio el mundo mientras bebo su café.
Pido otra cerveza fría.
Pago impuestos.
Ignoro lo que no veo.
Mi hipoteca es abusiva.
Habré de correr los párpados para seguir siendo víctima.
En la foto, el anticristo mete gol.
Entre mi padre y yo
Entre mi padre y yo es un silencio exangüe
después de haber sangrado las palabras de una infancia superpuesta a otra infancia.
Después de haber sangrado sus últimas palabras, mis primeras,
y todas las demás que llenaban nuestras venas de sus dobles sentidos.
Exangüe con las heridas abiertas. Que en vez de callar habla.
El aire no se mueve entre mi padre y yo,
no vibra, y las miradas no se enturbian.
Atraviesan ese aire y se atraviesan ellas
y van mirándose de punta a punta
de tal manera
que al llegar a las pupilas ya saben lo que miran
y no harían falta.
Más que ver
ellas
son vistas.
Yo sé quién es mi padre, y lo que no le diga
ninguna muerte podrá venir a silenciarlo.
Yo me conozco,
sé que lo sabe.
Pautando vidas.
Como la nieve, como el orvallo,
como la miel, quizá, mirada al microscopio,
sí puede que se caiga el tiempo.
Pero eso son metáforas con la esperanza de recordar
que no se cae como el reloj pretende.
No hay que echar la culpa a los relojes de la pereza de no saber
que ellos son el invento que más miente,
ya que el hombre, teniendo nieve, inventó el reloj,
y ha olvidado, mirándolo, mirar la nieve.
El reloj generó un nuevo tiempo de interior, sin sobresaltos,
porque sabemos qué va a hacer el segundero y esa es la prueba de la mentira,
pues el tiempo no se mide con la nieve, es la nieve,
no es un invento, por eso es tan exacto, y tan impredecible.
Y nosotros somos nieve que mima su trayectoria,
llovizna sin prisa, miel que rezuma entre la luz.
Somos tiempo que no sabe qué hora es, ni cuándo morirá,
y pierde su vida
cada vez que mira un reloj.
Emergencia.
Somos gotas de agua,
o trozos de piedra,
o aire en burbuja,
o granos de arena.
O hojas de hierba.
O lo que tú quieras ser.
Si quieres
puedes ser alguien que va por la calle en silencio
o alguien que grita en un campo de fútbol.
O vete al cine y ve una película solo.
Pero somos gotas de agua, y sabes qué le pasa al agua
cuando es una gota.
Y lo que pasa con el aire en el vacío.
Y sabes lo que es una brizna, y la gravilla,
y has visto, supongo, relojes de arena,
y qué hace el último grano.
Caer puntualmente, como han caído todos.
No es una metáfora, tú
-yo-
no vales nada.
A no ser que acerques tu oído a una boca
o tu boca a un oído, o tu mano
derecha a otra mano tan derecha como ella.
O la izquierda a otra izquierda, es igual.
Y entonces surge algo más grande que el mar, y que la playa,
y que el cielo,
y que las montañas.
No somos agua y aire.
Un río de gente no es un río de agua que se puede sumir.
Su rumor no se ignora porque no es uniforme.
Su rumor no puede ignorarse.
Emerge.
Imagina que el mar se pusiera de acuerdo
gota a gota e hiciera algo.
Eso somos.
Hagamos ya algo.
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Son cosinas,
Tréboles
Dichoso antropocentrismo.
Si los objetos tuvieran percepción del tiempo,
como nosotros,
mi cama pensaría que trato de echarla abajo.
Se creería una puerta tras la que se comete un delito,
si de alguna forma adquiriese la noción
humana de los acontecimientos.
Me derrumbo sobre ella y después nada:
como un peso muerto, hasta que me levanto.
Y tampoco siente nada en todo el día;
la sorpresa, cuando vuelvo a derrumbarme.
Como un policía en una puerta.
No hay tanta diferencia, salvo
lo que yo creo que ocurre
en ese intermedio que para ella es leve.
Tal vez sean las camas, y las puertas,
en su ignorancia,
quienes están en lo cierto.
De todas maneras, alguna noche,
para mí,
la puerta se abrirá.
Yo (Pablo Cortina)
COMO ojos que al girar pretextan
lo que han visto y van a ver
para no mirar por el camino.
Como oídos que reclaman su importancia
prorrogando parpadeos.
Similar
a niños por la espalda,
a pájaros deshaciendo espantapájaros.
Durante
los fallos
de tu vigilancia.
Admitiendo
que tu asombro es mi guía,
que persigo tus palabras,
que trazo sonrisas sobre folios en blanco;
sabiendo hacia dónde nos conduce todo,
que hay dolor en cuanto doblo tus esquinas.
Declarando, por último:
no quiero asir el único madero que hace flotar a la deriva
ni renunciar a ti y hundirme
como todo lo demás.
Concluyo: yo
(Pablo Cortina)
aprovecho que no estás para sentirme mal.
Vida de un poeta. Epílogo.
casa universo, Gabriel Orozco
Y mi memoria se perderá
tan solo como un litro de aire en el espacio,
o como una cuchara de azúcar
disuelta en una piscina.
Sin desaparecer,
sin dejar de existir,
tan solo como un perfume diluido
en miles de nucas femeninas...
hasta que alguien la busque,
o nunca, pero ya para siempre ahí,
como un participio desleído en este mundo.
Vida de un poeta.
Primero debí de ser un niño humano gateando,
eso no lo recuerdo,
pero recuerdo el suelo arrugándose
hasta que parecía moqueta, hasta que era césped,
hasta que era el fundamento de una selva
lleno de enredaderas, de matorrales,
de hojas de árbol y lombrices,
de agujas secas de conífera,
de hongos, miriápodos, líquenes,
de puercoespines y osos hormigueros.
Pero yo ya no sentía con el tacto vulnerable del bebé
sino con las pezuñas de un cachorro de tapir, y lo husmeaba todo,
lamía todo, y alguna vez mastiqué piedras por error
tras confundirlas mi inexperto olfato con alimento
por su aparente vida.
Y seguía el rastro de un vago aroma que se iba concretando
o acaso fueron mis sentidos los que con cada paso
se agudizaban. Hasta que un día
di con mi cráneo contra el tronco de un gran árbol
plantado en el vórtice de la pluvisilva.
Al ver mi sangre derramándose en su base
uní mis lágrimas a ella, y lo maldije,
y dormí junto a él toda una noche
mientras las víboras se me enroscaban
entre las patas y en torno al cuello
y los mosquitos y las hormigas rojas
me devoraban.
Y ya en la primera duermevela escuché el zumbido
de la mosca tsé-tsé.
Llegó un nuevo amanecer y cuando abrí los ojos
tenía ya garras en vez de manos y de pies
y como un simio adolescente huía tronco arriba,
rompiéndome las uñas, arañando
la corteza, dejando con cada rasguño
más lejos, más abajo, el mundo de los depredadores.
Apareció el cansancio porque es un árbol recto, inabarcable,
sin salientes a que asirse en el ascenso
más que las pupas relucientes de ramas olvidadas,
pulidos por tanta dentellada y arañazo;
también la tentación de alguna rama cómoda,
desvío hacia el abismo.
Así que sigo en el único camino,
mis manos ya no sienten el dolor, es solo un tacto,
y la corteza es corcho y no tiene sentido
el descanso de los brazos y las piernas,
solo la vista desde la cúspide o la extenuación
y la caída.
En el atardecer llego a la primera yema
de la que surge el ramaje que compone
la copa ingente que aún cubre el sol en el crepúsculo,
frondosa y gigantesca.
Paso la noche en ella junto a otros animales,
y veo aves nocturnas, loros del paraíso,
murciélagos frugívoros, vampiros,
la boa constrictor, la tarántula,
las orugas, los monos aulladores,
y todas las especies arborícolas del mundo.
Las musarañas, los perezosos,las panteras;
el hipnótico jaguar, acechándonos a todos.
Me alejo al alba por una rama sólida a mis ojos
entre todas las que parten a insólitos destinos,
florales, fructuosas, rectas como el bambú,
lloronas como el sauce, frágiles como la paja,
envueltas por las llamas, o algunas tan cubiertas
por el musgo, o por los hongos, o por las salamandras
que son impracticables;
y muchas otras
que ni siquiera he visto.
Trepo a este árbol único que voy imaginando
mientras lo elijo, porque no puedo detenerme ya
en las bifurcaciones del follaje infinito,
y añoro el tallo unívoco del fuste vertical
y olvido su cansancio porque lo cambiaría
por la arbitrariedad omnívora actual
de cuanto dejo atrás.
La rama se aligera,no importa cuál elija,
y aumento mi velocidad y cada vez resulto
más pesado en menos tiempo y para evitarlo vuelo
como una ardilla planeadora en arriesgadas acrobacias
y en ocasiones mi sombra se proyecta por el suelo.
Y paso fugazmente junto a nidos olvidados
en los que llego a ver reliquias, maravillas,
los restos de un hogar a cielo abierto en el que el fuego es solo ya ceniza
y entre ella hallo egagrópilas de épocas pretéritas
junto a las alas descoloridas de ancianas mariposas, huesos de pájaro
y plumas sueltas de toda aerodinámica
y hasta una aspa desvencijada
de un helicóptero.
Recorro el ápice sin darme cuenta y salto
por un instante de inercia hacia las nubes
y en ellas trazo un leve remolino
y soy después gota de agua
y lluevo
y llego al suelo en un segundo
y lo atravieso
y confundido, en trance,
me absorbe la raíz.
Y al fin, olvido.
en mi opinión (live)
En mi opinión,
el amor es una mierda.
En mi opinión tú me has dejado
por otro que en mi opinión
es un hijodeputa sin corazón.
Todo esto ha sucedido en mi opinión.
En mi opinión, en la que el amor es una mierda,
tú eres una mujer única,
tú conoces mi intimidad mejor que nadie
y no te gusta.
Te has ido con otro,
en mi opinión,
porque te parecía más fuerte.
En mi opinión tú opinas eso de él,
y en mi opinión lo es
pues no te ama y el amor
nos hace débiles,
en mi opinión.
Tú le amas a él, en mi opinión,
porque eres como una niña impresionable,
como la niña a la que yo impresionaba,
sin amarla tanto como ahora,
cuando mi fortaleza era más aparente.
Y en mi opinión es vergonzoso que me dejes.
Te degrada como persona,
en mi opinión,
y en mi opinión te odio por idiota.
En mi opinión todo el mundo se equivoca
excepto yo, y es obvio, en mi opinión,
que tú estás equivocada.
Que ese galán de cuento que ves en él pasará,
y lo que quedará de él
no será más que yo,
que lo que de mí queda después de ti,
que te he amado, en mi opinión,
más que nadie te amará
y te seguiré amando, en mi opinión, eternamente.
En mi opinión sufro el dolor más intenso de la Historia
del dolor, porque mi amor fue mayor que ningún otro,
y, en mi opinión, la Historia Humana
se queda corta como elemento de comparación.
En mi opinión mi vida se ha acabado
y el hecho de que el Sol
haya salido también hoy por la mañana
es una falta de respeto hacia mí
y una muestra más de que no le importo a nadie.
En mi opinión el Universo no sabe lo que hace al ignorarme.
En mi opinión es un traidor y que se joda.
Voy a acostarme.
Y mañana al levantarme me mataré, me parece.
la mujer verbo
...y desde allí construyo a veces torres y a veces parapetos
y desde allí observo tus verbos asombrosos.
y desde allí observo tus verbos asombrosos.
Caes como la cosa esa blanca que cae en copos
que no es avena,
como la cosa esa fría que se derrite
sobre la piel. Caes como
la cosa esa blanca que resbala
y hay que llevar cadenas para no resbalar
por ella.
Esa cosa blanca tan navideña.
pero que tampoco es la oblea del turrón.
Yo, que vengo de la lluvia que derrite,
que de niño fui llevado por la tarde,
para que la viera, como los salvajes;
yo que la recuerdo como un cuento,
como un sueño, una fecha,
como unas vacaciones a mitad de curso
llenas de regalos de otra época,
como el CineExín, como el Scaléxtric;
vivo ahora en la ciudad en la que cae la cosa esa
cada invierno
pillando aun así desprevenido a todo el mundo.
Porque cae así, como caes tú,
copo más copo, sumando Navidad calladamente
hasta que ya resbala, hasta que ya es tarde
aunque es verano, pero aunque fuera primavera
u otoño, pero aunque fuera invierno
y nadie mirara al cielo interrogándose
-de dónde sale ahora esto-.
Y me estás llenando de infancia la rutina
y de luz de navidad los parpadeos
sin que ya sepa decir cuándo empezaste,
porque llevo ya aquí cuatro veranos
y me encanta, pero hasta éste no supe bien por qué.
Ha cuajado. Y me encanta Madrid
porque Nieva.
Poesía nivel usuario.
Nada hay perfecto,horizontal, acuático,
aquí en La Tierra
y ésta es el sitio que habitamos,
no el mar ni el cielo
ni otros planetas.
Yo pongo el nivel del carpintero
sobre mi corazón y está inclinado
hacia la diástole,
lo pongo en mi cerebro y vira siempre
al hemisferio derecho.
Y yo no soy distinto a nadie.
A veces miro por la ventana
y no veo más allá de mi interior.
Coloco el nivel del poeta sobre mi vida para ver
dónde se inclina.
No hay un nivel de vida del que me fíe.
No hay un nivel que nadie vea a simple vista.
Coloco el nivel del poeta;
no veo el nivel, veo la medida,
la inclinación que inclina,
la vida que está viviendo, la tinta
recién escrita.
Después el nivel del carpintero
sobre el nivel del poeta,
sobre una estantería,
siguen creyendo que miden algo
aun cuando no hay nada horizontal,
no hay nada acuático,
no hay nada absoluto que medir
cuando nadie ya los mira.
No hay nada que no se incline
respecto a algo que le parece recto.
Sigue el nivel creyendo que mide algo en el silencio,
que mide aún entre la oscuridad,
en el lugar aun relativo de la absoluta soledad.
El nivel del carpintero, que juzga al nivel
del poeta, que juzga al nivel de vida,
sobre una estantería que gira y ríe bajo el nivel
al que retira.
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