Poeta.
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Son cosinas,
Tréboles
Bisutería.
Me asusta cuánto
hay -ay...-
de tu silencio
en cada palabra mía,
cuánto silencio tuyo
puro,
ocultan mis palabras.
Me asusta que tu silencio
sea más largo
incluso
que mis palabras,
que mis palabras se engarcen,
como bisutería
en una sola sortija
infinitamente silenciosa.
Que me oigas como un ruido.
Y entonces callo yo. Solo un resuello, aterrado,
al contrario que los animales,
esperando, temiendo
que tu silencio no acabe,
que mis palabras nunca
lo hayan interrumpido.
Que tu silencio sea el mismo
de siempre, el mismo silencio
que, antes de conocerte,
-cuando no me conocías-
me parecía inofensivo.
Aquellas lluvias. (Villancico)
Voy a ver quién ha nacido
al portal de mi vecino.
Quién ha nacido, quién,
para estar entretenidos
se preguntan los pastores
en Belén.
En seguida los rumores
y las exageraciones.
Quién ha nacido, quién,
para estar entretenidos
se preguntan los pastores
en Belén.
El neo-nato es especial,
la virgen se quedó igual.
Quién ha nacido, quién,
para estar entretenidos
se preguntan los pastores
en Belén.
Una estrella imaginaria
en órbita geoestacionaria.
Quién ha nacido, quién,
para estar entretenidos
se preguntan los pastores
en Belén.
Si lo del ángel es cierto,
dos híbridos a cubierto.
Quién ha nacido, quién,
para estar entretenidos
se preguntan los pastores
en Belén.
Han llegado tres ancianos
que además de reyes, magos.
Quién ha nacido, quién,
para estar entretenidos
se preguntan los pastores
en Belén.
El carpintero es un santo.
Sin fe, con fe no lo es tanto.
Quién ha nacido, quién,
para estar entretenidos
se preguntan los pastores
en Belén.
Cabecita incandescente,
el milagro es pan reciente.
Quién ha nacido, quién,
para estar entretenidos
se preguntan los pastores
en Belén.
Se despejó la incógnita,
hijo de Dios en persona.
Quién ha nacido, quién,
para estar entretenidos
se preguntan los pastores
en Belén.
Como no tenemos tele
cada noticia, el telele.
Quién ha nacido, quién,
para estar entretenidos
se preguntan los pastores
en Belén.
Sería un juego intrascendente,
si lo olvidara la gente.
Quién ha nacido, quién,
para estar entretenidos
se preguntan los pastores
en Belén.
Emociones aritméticas.
Dame tu tristeza
si no tienes alegría.
Si no tienes alegría tomaré
la alegría y la tristeza
que me des.
Dame tu alegría y tu tristeza.
Dame, sola, tu alegría
si es que no tienes tristeza,
y si quieres que sea yo quien se la quede.
Y si tienes alegría y tristeza
dame alegría y tristeza,
alegría y tristeza,
alegría y tristeza.
No me des solo tristeza
si te sobra alegría,
pero no te apetece que sea yo el que la vea.
Porque tu alegría, a mí,
me alegra,
porque, a mí,
tu tristeza me entristece.
Emociones aritméticas.
Alegría más alegría es el doble de alegría
y tristeza más tristeza es la mitad,
o tristeza compartida,
como un menos por un menos es un más.
Emociones aritméticas, las que se pueden contar.
Dame tu alegría y tu tristeza. Mi alegría,
de las dos, aliviará
la que te pesa.
(Yo).
Mientras trata de coger las monedas de la barra
con los dedos húmedos, sin uñas,
el camarero solo piensa en las miserias de su oficio,
en el tiempo que ha perdido de su vida recogiendo
otras monedas aferradas a esa superficie,
lisa. Piensa
en sus manos infantiles, que cogían cualquier cosa a la primera,
en que no es menos inteligente que ésos,
al otro lado del laburo.
Piensa en idealizadas oficinas, con despachos,
persianas venecianas, máquina de café,
tiempos muertos en los que no hay nada,
pero nada que hacer.
Piensa que su vida hubiera sido de otra forma
si no hubiera sido como es,
y que le duele la rodilla, y que ya no oye bien
-la cafetera no perdona-
y que aún le quedan años para la jubilación
y ya no puede más ahora.
Y en sus hijos, que no estudian tanto como deberían.
Pero no le compadezco, porque sé que no hace falta.
Sé que hay otros gestos en las vidas diferentes
de los que a esa hora, en que es aún de noche,
desayunan, yo entre ellos, que me pasan desapercibidos
y que nos torturan como a él.
Sé que es nuestro funcionamiento, que todos
nos topamos con algún minuto cada día
que nos lo entenebrece,
que no importa el trabajo, ni la hora,
ni los años.
Ni si los hijos estudian.
Aun así,
siempre que pago
(yo)
al camarero le doy las monedas en la mano.
Mi Klondike.
Eres un río de aguas gélidas,
de estrecho cauce y profundo,
violentos rápidos,
de inconcebibles meandros
para ser tan caudaloso;
pero aurífero.
Y yo cada mañana me encomiendo
a las más altas instancias
mientras me descuelgo por mi erosionado farallón
rumbo al bateo.
De teléfonos.
El bocado exquisito
no es el tenedor,
el clavo
no es el martillo.
El dinero no es amor.
Pero de los utensilios
que me valgo,
el teléfono el peor.
Porque creo que él sí es parte de los diálogos
y creo que en su labor o(h)mi(n)osa
de eléctrico correveidile los transforma.
Y creo que no exagero si digo
que nunca ha dicho lo que yo le encomendaba,
y que nunca me ha querido
poner al habla contigo.
Mentiroso, insidioso
calumniador
cancerígeno,
que susurra las mentiras al oído.
Al teléfono un día, al colgarlo,
le daré su merecido.
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