Pensad mal

"lo más parecido a escribir es gritar.
Coge un lápiz...aaaaaaaaaaaaaaaah"
Silvia Nieva


¿para hablar solo?
¿para callar en compañía?
¿para cantar en coro?
¿para eso me habéis dado la potencia
de mi voz?

Y queréis que aspire del silencio
y que si exhalo lo haga oculto
tras los párpados de otros.

Es por eso que cuando quebré por dentro
la estructura de una pompa de jabón
os mostrasteis paranoicos.
Así terminó para mí
la época de los suspiros.



caracol








Un caracol aplastado en el jardín.

Es solo un ejemplo.

Un caracol soñando sueños estáticos.

También él fue arrastrándose hasta el lugar de su muerte,
también él tenía planes
de futuro.

Sus cuernos yacen al sol
inertes,
también.

Y no muy lejos
se vuelve a oír la canción.

lugares curvos




Los lugares curvos
son el camino recto
del cuerpo.
Ir sin dejarse llevar.
Decidir la dirección.

Qué fácil dejarse ser muslo,
ser pecho,
espalda, frente; sangre en la vena.
Qué fácil pertenecer a un lugar,
vivir en él naturalmente.
Tú no.
Yo reclamo una Babel toponímica para tu cuerpo desnudo.
No saber dónde me encuentro,
dónde termina tu nuca, tu rodilla,
tu cintura; no saber qué nombran las palabras que te abrevian.
Yo reclamo un diálogo mudo entre tu piel y mis ojos,
entre tu piel y mi piel, entre tu piel
y mi memoria de tu piel.
Y caricias ignorantes, primerizas,
que pongan nombre a tus curvas:
"reflexión",
"alud".
Llamarte así solo hoy por los lugares de ti
que creen en ti.
Por los que te diferencian de la formación marcial del mundo.
Una idea cada célula conformándote a ti,
no para que tú seas tú, sino porque tú,
huyendo de lo correcto en línea curva, sí,
tú sí:
tú te adentras en la misteriosa área
que para nadie era yo.

Recortes

 
 
 
"Y los ejércitos celestiales, vestidos de lino finísimo, blanco y limpio, le seguían en caballos blancos."
Apocalipsis, 19:14
 
 
Decretado el exterminio de la Humanidad, los Jueces Cósmicos enviaron cien millones de pavores a la Tierra. Todo aquel que al ver un pavor frente a sí comprendiera su naturaleza perecería inmediatamente. Se preservaban gracias a esta modalidad formas de vida no humanas. Plantas. Animales. Bacterias.
La extinción se completó en el tiempo asignado: una centésima rotacional terrestre, de tal modo que el planeta fue abandonado por el último pavor en el momento exacto en que se iniciaba un nuevo ciclo estadístico de supernovas. A esto se le llama en la jerga del Alto Tribunal "poner en hora un mundo".
La Humanidad sobrevivió, empero. Se libraron de la muerte los siguientes individuos:
Invidentes: 40,021.206
Niños que jugaban durante el proceso al escondite inglés sin hacer trampa: 10.080
Enamorados esperando un beso: 2.932

El Funcionario Revisor de Plagas dio cuenta de dichas imperfecciones en su informe reglamentario, ante el cual, el Juez de guardia del Alto Tribunal emitió la siguiente Providencia:

"Se procederá a la nueva puesta en hora del mundo Tierra transcurrido el presente ciclo estadístico de supernovas. El procedimiento de exterminio definitivo será dictado por el Servicio Cósmico de Peritaje para Extinción de Plagas. Dicho procedimiento deberá ser tipificable como "severo" según la tabla universal de riesgos programados, como rige la Normativa de re-extinciones.
No se estima la apelación del Defensor de Especies Ignorantes acerca de la inocencia de los individuos supervivientes, debido al altísimo porcentaje (triplica la tasa permitida para mundos planetarios; sería punible , incluso, en un mundo estelar) de cabrones entre los invidentes humanos, que es idéntico al de la Humanidad previa a la extinción pavorosa.
No procede la suspensión, por tanto, de los trabajos hasta que todos los humanos sin excepción perezcan.
Este Tribunal se reserva la potestad para actuar del mismo modo, sin perjuicio de lo anterior, contra palomas o cualquier otra especie o género concreto que ponga en peligro la convivencia y el orden natural de ese y/o de otros planetas próximos.
Se considerará esta sentencia firme y se hará efectiva en el plazo estipulado."


Mientras tanto el Mundo vivía un nuevo amanecer plagado de supersticiones y palomas.


Esto es así.





Te amo como un vaso de cristal precipitándose al suelo
invulnerable, ideal, eterno,
de una cocina.
Y así quiero romperme, en mil pedazos contra ti.
Como la ola-entelequia en la que los surferos creen mientras flotan
y piensan, como un mantra, "la siguiente",
si existiera, rompiéndose contra la escollera de la muerte
de todo un Mar.

Quiero estallar  como una ampolla de nitroglicerina, y que el cristal
no reconozca la Ley de la gravedad terrestre,
y pida que se le juzgue según el código vigente en los agujeros negros,
de tal manera que sus fragmentos se pulvericen, se disuelvan
y que parezca que se ha tirado de cabeza
y que quería caer, que no hacía nada por detenerse,
por rebotar, que porfiaba para atravesar el suelo
impenetrable de gres porcelanoso,
imitación granito, pero más duro que el granito
ecológico.

Te amo tanto que quiero desaparecer,
atravesarte con mi pene, con mis ojos,
mi cadera. Mis uñas, dedos y brazos,
mi corazón, en su acepción orgánica
de simple bomba que exprimida es parecida a un puño
apretadísimo.
Pero esta vez tan apretado que el tejido
muscular
cardiaco
pierda coherencia
y que las miofibrillas no resistan la tensión
y cedan y se conviertan en un líquido
que fluya como solía hacer fluir.

Pero no atravesarte para estar después al otro lado,
sino, como un misterio cósmico,
como una onda que de pronto cesa sin motivo,
dejar de ser, y que ningún científico
del Instituto Tecnológico
de Massachussets ni del Acelerador de hadrones de Ginebra
ni ni siquiera todos ellos, colaborando sin reservas,
como si de su trabajo dependiera la vida en los planetas,
ni ninguna otra prodigiosa mente de la Tierra
el cómo de mi ausencia
pudiera desentrañar.

Quiero romperme en ti, erradicarme de tu entorno,
no ser otro, disolverme,
aplacar mi sed de ti a costa de todos los océanos;
deslumbrarme con un Sol entero ardiendo en cada ojo,
difundirme como un upskirt del Príncipe de Gales por la Red.

Lanzarme contra ti como un Ícaro con más cera que plumas en las alas.

¡Reventar!,
como un tomate cherry entre las fauces de un mandril cuya cabeza
es aplastada, a su vez, por los colmillos ciegos
e irracionales de un cocodrilo
que sufre una asfixia lenta bajo la lava de un volcán
cuya erupción, no obstante, carece de importancia
comparada con el impacto sorpresivo
en ese mismo instante y lugar
de un meteorito.

Yo te amo así, de esta manera,
y siempre tengo hambre y sed y frío, y sudo,
y vacío mi intestino y mi vejiga
y rechino los dientes
y vomito y río y lloro
y grito como un hombre primitivo cuyo padre
acaba de morir alcanzado por un rayo
y arde
y deja de llover.
Y me crecen las uñas de los pies y de las manos
y el futuro me atraviesa sin que lo vea venir
y tengo el tiempo justo para entender el Mundo
desde la perspectiva de
mis cenizas.


Y siempre, independientemente de si tú estás o no,
esto es así.

libros



Libros por leer,
estantes llenos de libros,
libros, apilados en el suelo,
páginas apelmazadas,
cerradas como los labios
de un niño que, pequeño,
se enfada y
no quiere comer.

Y todas esas páginas negras,
todas las páginas cerradas
que guardan sus letras en el silencio negro
y eterno en la práctica
por egoísmo de las abiertas,
deteniendo con su peso el tiempo
haciendo de las páginas abiertas
un tiempo tan mínimo
que no es tiempo,
tan mínimo que no transcurre y al fin
la página abierta
es una herida abierta
como un hachazo en la madera
del árbol y sola
no significa nada,
más que un ejemplo, un instante,
una fotografía,
un crisantemo eterno abriéndose siempre,
floreciendo en una tumba
invisible
bajo tierra.

Páginas por leer,
tiempo que no es ahora:
tiempo mañana, tiempo ayer, tiempo
hace un minuto, tiempo dentro
de una décima de segundo.
Todo, en la práctica, el tiempo del mundo,
negro y eterno
por egoísmo del tiempo
actual,
el tiempo en que vivo, veo,
jadeo, siento, creo.
El tiempo humano tan mínimo
que no es tiempo,
tan mínimo que no transcurre:
que es una herida abierta
como un hachazo en la existencia
de los planetas, de las estrellas,
de los átomos.

Y digo aún que existo.
Y digo aún que leo.

Y digo que entiendo el mundo sin abarcarlo,
sin saber dónde termina, sin saber
qué es.
Digo que aún he de leer
otro libro
antes
de que el tiempo pase mi página.

Leeré aún una palabra
antes de que oscurezca,
antes de que yo sea un trozo mínimo
de negrura.
Y aún leeré una letra
como una chispa ilumina.

Y aún creeré que yo
en ese tiempo mínimo de incandescencia
podría
incendiar
el mundo.

parados giran en torno al mundo


 Todo lo que Billy podía ver eran las pequeñas porciones de espacio que recortaba el orificio exterior del tubo. Pero lo peor del caso era que él ignoraba dónde y cómo se encontraba, y ni siquiera se daba cuenta de que su situación era anormal.
Matadero Cinco
Kurt Vonnegut

Hoy hay por ahí
cuatro millones setecientos mil
parados
dando vueltas desde que el sol sale hasta la noche.
Dando vueltas como soles alrededor de un centro
que no les deja irse ni quedarse;
girando entre dos fuerzas opuestas,
la que les une y la que les aleja.

Hoy hay por ahí
cuatro millones setecientos mil
parados como soles
girando, esperando el giro
copernicano que los pare
y ponga a girar el mundo en torno a ellos.


Mientras tanto
el mundo les ve girar, inmóvil,
como el mundo ve girar el sol en torno a sí,
y llama al día sol
y al sol lo llama día.
Hoy hay por ahí
cuatro millones setecientos mil parados como días,
hay cuatro millones setecientos mil hoys
simultáneos
en torno a los que un mundo inmóvil nunca gira, y
parados giran en torno al mundo
y son hoy día tras día
porque no hay para ellos sino hoy,
porque no hay mañana para ellos
sino un hoy tras otro,
inmóvil, igual y simultáneo
al de otros cuatro millones setecientos mil hoys
inmóviles, iguales,
girando en torno a un mundo
que no sabe que gira en torno a ellos.

Y agrupando siete hoys
podemos ver una semana simultánea en una fila
esperando el día en que por fin el mundo
les haga distinguir los días
y sean consecutivos en vez de simultáneos
y los lunes no sean tan parecidos a los domingos.

Podemos, agrupando treinta hoys
ver los meses esperando, humanos,
quietos, sin saber qué tiempo de qué mes
están perdiendo, si agostos o febreros.

Podemos ver los años.

Hay trescientos sesenta y cinco hombres ahí,
trescientos sesenta y cinco hombres como días,
hay un año que no sabemos cuál,
humano, ahí, en fila.
Ahí hay trescientos sesenta y cinco hombres como un año
de trescientos sesenta y cinco días, y cada día un hoy.
Hay trescientos sesenta y cinco hoys. Un hoy, un hoy,
y así hasta trescientos sesenta y cinco hoys que son humanos
y están viviendo un ay.
Un ay su hoy. Un hoy su ay.
Ahí hay un hombre viviendo un ay.
Ahí hay un hombre diferente viviendo un ay.
Ahí hay así hasta trescientos sesenta y cinco hombres diferentes viviendo un ay
simultáneo.



Había
trescientos sesenta y cinco hombres diferentes
viviendo trescientos sesenta y cinco hoys
que hoy son ays,
trescientos sesenta y cinco ays viviendo hoy,
y hoy, y así hasta trescientos sesenta y cinco
y hasta trescientos sesenta y seis.
Y así hasta, hoy, cuatro millones setecientos mil ays
girando
desde que el sol sale hasta la noche
esperando
el giro copernicano que los pare
y ponga a girar el mundo en torno a ellos.

diamante o párpado

Acaso  el preciosismo  en la poesía   dependa  de la joya en la mirada: si es un diamante o un párpado,  es decir, si multiplica u opaca. Te...