La página en blanco, o el campo de Higgs




El poema sería el punto de equilibrio entre dos universos poéticos.

La clave del poema es que su carga poética sea cero, de modo que cualquier carga -poética-, positiva o negativa, lo desestabilice; dando así lugar a un big bang del que surja un universo poético.

Podemos decir que los poetas tienen carga poética positiva, ya que generan poesía, y que los lectores tienen carga negativa, o carga anti poética, ya que la demandan. También podríamos decirlo al revés, dado que es una cuestión de mera nomenclatura, o de punto de vista, como ocurre con la materia y la antimateria, o con las cargas positiva y negativa del electromagnetismo. De cualquier modo, el punto de equilibrio, el ¨cero poético¨ sería el mismo: el poema.

Parece paradójico, pero dentro de los límites de la analogía no lo es. El poema como equilibrio naturalmente inestable, como singularidad, como objeto literario que encierra mundos gemelos a cada lado de sí. Tan infinito uno en sus interpretaciones como insondable su opuesto, tan profundo un extremo cuan aguda la capacidad de escrutinio del otro.

Un agujero negro de proporciones humanas, y la forma poética -sea cual sea- conteniéndolo, como horizonte de sucesos.

poeta





Dicen que un poeta ha de haber leído,
que un poeta es como una antena parabólica de sueños 
de emociones
y de belleza;
que un poeta no pisa el suelo nunca, va por el aire
porque flota, ligero como un átomo de oxígeno,
pero también hoja de árbol, pluma de gaviota,
beso hacia barco que zarpa entre brumas…

y que un poeta se cuela como la brisa
entre los labios de azúcar de los lirios
entre el cabello ondulante
de las ninfas;
entre el valor y la furia,
el miedo y el llanto,
dicen.

Yo he querido ser uno de ellos.
Creía de niño que me iba a estallar el tórax,
sentí en mi instinto el aroma de la tierra 
antes de la tormenta, en mis nervios
su tensión eléctrica,
en el estómago su voltaico vacío, 
preludio del rayo de la palabra.

No flotaba,
me arrastraba bajo el peso de un abismo,
tronco de árbol enraizado,
gaviota empapada de lluvia,
ala salvaje en cielos de plomo.

No. Yo no flotaba.
Suspiro lleno de sólido,
vacío de aire y de brisa y luz
entre los labios de azúcar
entre el cabello ondulante y lejano.

Poeta, 
cómo ser otra cosa.
Qué medio para abolir el mundo y seguir en él
preso del tiempo.

Cerré los párpados.

Me deslumbró una ráfaga
de silencio, y no había nadie.

Y de la nada se desprendió una nada
memorable.

La calidad del silencio





Una letra
como la nota de un piano
sonando para provocar otra
propiciando el intervalo.

Y aún cree el bolígrafo
que él es el más importante,
mientras
calla el papel.

Una letra
final.

Oigo trepidar las nubes
como banderas.

La calidad del silencio
es tal.

¡Revolución! ¡Palabra de cautivo!





Antes que el sol la estirpe se levanta
como la flor que extiende su corola
vacía de luz, raíz callada y sola,
cuerda vocal que oculta vibra y canta.

Al arrebol regresa extenuada
pone la tele y mira inconsciente
entretenida y muda ya la mente
hasta la consiguiente madrugada.

Nadie parece haberlo percibido,
pero vivir es verbo reflexivo:
si no se vive uno se es vivido.

¡Revolución! ¡Palabra de cautivo!
Haz resonar lo malo conocido,
¡devuelve al Hombre al Reino de lo Vivo!

tampoco es para tanto





Mantengo
en la memoria del iPhone
tu último WhatsApp.

Como la madre
que al volver del entierro
decide no ordenar más
la habitación.

Con todas las letras




Hoy la primera plana del diario
la ilustras tú,
con tu cara de plomo.

Qué significa tu cara,
qué representa,
cómo inmolar un rostro
sin persona.
Qué sistema es este que despliega
los conceptos mirada e idea.
Cómo llega a La Presidencia
un
S-I-N-V-E-R-G-Ü-E-N-Z-A.

Dónde, a qué nivel dérmico
reside tu escudo inviolable.
Cómo sabrás tú quién eres
si empleas tu piel
como máscara.

No espero respuestas,
paso página.

me pregunto




cuando perece,
el tronco de árbol,
en qué lugar dejó de ser
un tallo verde al que el viento mecía,
cuál fue el anillo que le hizo adulto,
dónde comienza esta agonía.

Qué día, sino hoy,
es el penúltimo de nuestras vidas.

el sol trata






el sol trata de salir de una montaña
pero sus rayos aún
solo me sobrevuelan
Penumbra compartida
entre la infinitud y un menda
tristeza sin más sentido
que la alegría.

No soy un dios
y hoy tengo un día de trabajo irrelevante
en mi agenda:
la escribo con mi sombra.

Qué humana ausencia
de gracia luminosa nos iguala
con animales, plantas, rocas...

opacidades ignorantes.

La vida sigue, etcétera

Agoniza






Agoniza 
sobre el campo de batalla
de hielo y asfalto. 
Su pupila malgasta un haz de luz

Dicta sus últimas palabras
al enfermero del SAMUR:

"Winter is Coming,
Winter is Coming". 

Se pierde el capítulo final
de su vida.

el miedo




Busco el miedo oculto
el miedo común, conjunto
el alimento del miedo
independiente
de quiénes los unos
y los otros.

Busco el miedo en el miedo propio
aligerándolo de apariencia
busco entre el camuflaje
del miedo, entre el miedo  ajeno.

No pierdo el tiempo entre los rostros
ni en las ausencias
que creo ver de mí en vosotros extranjeros de mis huellas.

Busco el miedo compartido en este punto
llegado a este punto desde cualquier punto
por cualquier senda a cualquier ritmo
como si el miedo fuera un lugar,
pero el miedo va con nosotros
podríamos dividirlo en miedos mínimos
y conjurarlo.

Busco el conjuro que nombra al miedo
humano, lógico
al miedo ignorante de su lógica
y humanidad.

Pensar que existe, nombrarlo
como una forma que olvidar sobre el Tiempo
como el ancestro de un linaje malogrado.

Pensar una palabra
callar tanto silencio vigilante del sonido de los otros
saber que existe una palabra que ejerce
un conjuro sobre el miedo.

No decirla. Buscar esa palabra.

Hallar a otros que buscan la palabra entre el miedo.
Apartar el miedo.
Tocar a un tiempo la palabra.

Busco





Busco la palabra
con la que empieza este poema
durante horas.
Cómo comunicaros
quién soy,
cómo informar de mí,
de qué manera reducirme a un papel,
a unas ondas sonoras,
con qué palabra comenzar
a estar en vuestra mente como estoy
yo
ahora
en la mía.

No soy mi rostro ni mi ropa ni mi voz
no soy esta postura que estáis viendo
ni soy
tan solo una palabra.

Cómo, en qué orden
dispondré
unas palabras como un mapa
que conduzcan hasta donde yo he llegado
unas palabras como un bosque sin senderos
pero sí con espacio, yo,
entre los troncos de los árboles
yo entre las ramas y las hojas
de los árboles
y entre los pájaros.

Unas palabras rodeadas de silencio
que yo soy también
unas palabras que no dejen pensar de otra manera
que como estoy pensando
ahora
aquí.

Yo me imagino a mí
en un espacio hueco
entre mi soledad, con ojos de sorpresa
por lo que he encontrado
de pronto.

Por qué puerta
se sale de mí a ti
por qué ventana o agujero
por qué grieta
llego yo
hasta donde me esperas tú
que estás en otra parte,
tú, que sigues tu camino
simultáneo al mío,
pero distinto.

Yo quiero conseguir cruzarme con el tuyo
precisamente en este punto, y tengo
que trazar un recorrido previo
a nuestra colisión.

Y busco
la palabra con la que comienza ese trayecto
busco la palabra en la primera curva
y empiezo ese trayecto
como una reconstrucción de los no-hechos
hasta que llego otra vez, y busco
atajos entre aquel aquí y éste
que me permitan circular
entre este hasta ahora y el de antes
con premura, sin perderme,
para que me convierta en guía
para que pueda sin desviar el mío
señalar el tuyo y llegues
y me encuentres
y seamos dos en este hueco
entre mi soledad
con ojos de sorpresa
y nos miremos y pensemos una vez
entre los dos la misma, al fin:

He encontrado lo que busco

diamante o párpado

Acaso  el preciosismo  en la poesía   dependa  de la joya en la mirada: si es un diamante o un párpado,  es decir, si multiplica u opaca. Te...