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Graciela fuma en el salón de su casa:
tiene goteras.
Escucha su gotear, mientras lía
otro cigarrillo.
En la calle llueve, y antes ha nevado.
Aún se ve blanca la terraza de su vecino,
sobre su techo. Es ya de noche.
Se echa a llorar sin hacer ruido,
como si las lágrimas se filtraran
atravesando sus mejillas,
sigue fumando, mira
por la ventana:
tras los cristales la calle
y reflejándose en ellos su cara.
Tras el reflejo, reflejándose,
su alma.
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