Los hijos ajenos son como aire:
deliciosos cuando están en calma,
cuando están en movimiento, insoportables.
Y por doquier.
¿Y quién sopla un día de viento?
Los propios serían iguales,
puesto que no soy distinto.
Aunque en esto me distingo:
yo no los quiero tener.
Cosas que hace cualquiera:
jugar al yoyó, huevos fritos,
manejar unas tijeras,
tener hijos.
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