Más por menos II (Hada Madrid-nah')
ÉRASE QUE SE ERA una ciudad hacinada
con millones de vecinos encerrados
entre zanjas y oficinas.
Toda la gente sencilla
enciende bien de mañana la luz
para alumbrar el camino
a su trabajo, porque madrugan
y al salir, precipitados, es aún
noche cerrada.
Como la ruta es larga
y los del Sur van al Norte
a trabajar y los del Norte al Sur,
para que no les distraiga
ni la salida del sol ni el canto de las cigarras
hay una red subterráquea de distribución de obreras
hormigas que, quizá por ser de hormigas, las cigarras
dicen que es formidable.
Y lo es:
son sus túneles amplísimos y están bien iluminados
y tienen megafonía
y siempre están impolutos
y podrías comer del suelo o dormirte sobre un banco,
pero no tengas cuidado que también hay empleados
que te lo impedirían.
Y hasta aquí llega la trama de este cuento inocente,
ya tenemos dando vueltas subterráneas a la gente.
Esto ocurre aproximadamente un par de veces al día
porque a comer no hay tiempo de volver con la familia,
así que hasta que se pone el sol
Esperanza, esa tía,
(lideresa, supertiesa, que se cae de un helicóptero con Rajoy y sale ilesa)
está tranquila.
Porque no se mueve nadie de su puesto de trabajo.
Mientras tanto ella disfruta de su trabajo supuesto:
"Presidenta del gobierno de un país imaginario,
dictadora de una, en quiebra, autonomía.
Yo no sé si Esperanza se ha leído Cenicienta
ni sé, si se lo ha leído, si ha leído la versión
de los psicópatas Grimm, que es la versión que da grimma,
en la que las hermanastras se cortan una los dedos
para calzarse un zapato y otra el talón,
o se ha leído la típica,
la de la tía con poderes, la de los ratones-équidos
tirando de la cucurbitácea,
la del zapato olvidado de cristal,
la que conocemos todos por Walt Disney,
que es la de Charles Perrault.
No lo sé, pero me inclino
por creer que ella se inclina
por creerse nuestra puta hada Madrina.
Porque si no no se explica el motivo que la anima.
A quién va a joder ahora, es lo que hay que preguntarse,
cuando la gente no tiene dinero para pagarse un taxi
hasta ningún lado, y a las doce de la noche
el tren metropolitano
como no te halles ya dentro calabazas te habrá dado.
A quién más querrá joder
¿no tiene bastante con todos
los demás que no son ella,
que tiene que ir, como Luís Aragonés,
a por ellos oé, a por ellos oé,
a por ellos oé, a por é oé oé...
?
Ya me sentía ceniciento
cuando andaba por la calle entre la mierda del cielo,
que esa es otra, la hermanastra más pequeña,
la Botella, vive dentro de un palacio que es una lámpara
que no concede deseos porque el ladino Aladino que es Aznar
nunca la quiere frotar...
Ceniciento sobre el suelo,
bajo tierra Cenicienta.
Más por menos. Eso son los madrilenos
con horario de oficina.
Mientras tanto, los mineros,
sin trabajo, ya caminan
sobre el suelo una nueva Marcha Negra.
el eco que vuelve a ningún sitio
Escucho la palabra
como un eco anterior a sí misma
y una vez escrita
no sabría decir otras palabras.
Palabras como antes pierden significado
y olvido quién, olvido cómo,
cuándo la palabra estaba siendo escrita;
y dudo que ocurriera,
porque no hay razón para que existan las montañas,
pero existen, y las palabras, los poemas.
de apretar los dientes
a Lidia y Delia
Soy poeta de apretar los dientes por las noches
y enervar los dedos, creo
que quiero asirme al sueño
como una fiera interna.
Soy poeta porque de día abro los ojos
y no soporto la luz del sol
los árboles hablando
la sombra de los pájaros
la luna desde las cinco de la tarde
el ser humano.
Y someto mi cerebro a la ficción,
a la metáfora,
huyendo.
los Poetas
No tengo nada en contra de Neruda,
pero no lo releo, no lo escucho,
no lo admiro extáticamente,
no investigo su periplo ni político ni literario
ni vital,
no me inmiscuyo en sus conquistas amorosas,
no violo su correo,
no sigo su estela de reliquias
ni visito santuarios
edificados
sobre sus huellas.
No tengo nada en contra de Neruda,
pero no asisto a conferencias
dictadas por expertos sobre él
ni sobre su influencia,
no indago en la poética oculta
tras la poética inmediata
que ha convertido en mantra adolescente,
en eslogan, alguna de sus frases
como "me gusta cuando callas
porque estás como ausente".
No pienso si él buscaba que sus versos
hechos frase
forraran las carpetas de las niñatas bien.
No me peino como él, con gorras proletarias,
no llevo siempre traje, como él;
no imito su no-saber-hacer al recitar,
que le ha hecho más famoso aún
de lo que era por lo que sí sabía hacer.
No he convertido la militancia radical que nunca tuve
en una aura diplomática,
no busco interceder entre masas y gobiernos.
No tengo largas charlas con mi humilde cartero
como si fuera Dios interesándome por la cojera de Moisés.
No espío a hurtadillas a Nicanor Parra.
No leo a posteriori a Darío.
No rebusco en España, no enamoro
a gráciles muchachas a distancias oceánicas.
No ignoro en medio de la noche si no soy,
acaso, El Más Grande Poeta de la Historia.
No pinto con una brocha blanca
la silueta de mi sombra, no colecciono nada:
ni mascarones sueltos
de necesarias popas olvidadas,
ni caracolas muertas,
ni ingredientes sine qua non para la poligamia.
No estoy enamorado.
No estoy desesperada.
No canto sin guitarra para que guitarristas sin talento
de otros mundos futuros canten mis alabanzas
como si fueran suyas, y traten, a través de mí,
de hacer lo que no saben.
No tengo nada en contra de Neruda,
y sin embargo comienzo con un NO
-No tengo nada en contra...-
y sigo con un PERO
-pero no lo releo, no
lo escucho...-
Yo soy de ese futuro de Neruda
en el que todo está globalizado,
esta bola del mundo en órbita se funde
y todo se conecta
y Google no distingue cualitativamente,
todo lo cuantifica,
y así,
hoy,
al preguntar por él
al nuevo oráculo de Delfos que es Youtube,
apareció, ceño fruncido, ojos mirando al infinito,
brazos cruzados, como una imagen mística,
apaleada, de la melancolía
-y eso sí que es triste, y no
lo de "la noche está estrellada y tiritan,
azules, los astros a lo lejos"-
donde debía estar Neruda recitando,
un tipo impresentable llamado Álex Ubago.
Y eso sí que no...
no tengo nada en contra de Neruda,
y no será su culpa, porque murió hace cuarenta años,
pero a sus compañías en el mundo actual,
en el tiempo de hoy, que es el mío
yo no las trago, no las tolero.
Y, a partir de ahora, ya a Neruda no lo busco nunca más
y si lo encuentro habrá de ser en un solo lugar:
no vuelvo a detenerme en sus palabras
si no se hallan ellas detenidas
en un libro, en una librería,
y no uno digital, sino un objeto,
un ente material que yo pueda tener entre mis manos
hasta que me apetezca, y vuelva a dejarlo
donde estaba, en una estantería junto a todos
los Poetas
y junto a nadie más.
Hoy es una melodía aleatoria
yo
te entiendo
futuro yo
te disculpo
anterior yo
soy comprensivo
a lo largo de una línea infinita
que se levanta, perpendicular al horizonte
que me atraviesa como a una perla enhebrada
vertical como un acorde
la sociedad...
qué contrapunto tan casual
Entonces, ella le tiró un pepino.
En el pub Diablos Azules celebran los miércoles una jam hermana de la de los martes de poesía, pero de relatos. El cuentista invitado, tras su actuación, da una frase que, quien lo desee, puede incluir en un relato escrito en un cuarto de hora. Pasado ese tiempo, aproximadamente, leerá el "cuento" en el escenario, pudiendo ganar, si es el favorito del escritor cabeza de cartel, una botella como la que preside este post. Munir nos propuso "Entonces ella le tiró un pepino" y a mí al final me dio la botella, cosa que le agradeceré cada vez que le vea, invitándole a un trago.
Después del rodaje, del estreno, de la promoción, parecía que aquello nunca iba a terminar. Ya que había llegado hasta ahí por su "particularidad", pensaba, aquello no tenía porqué acabarse. Y sí, a veces cogía el teléfono para llamar a sus antiguos amigos, pero lo destrozaba. Alguna vez trató de enviar un email a su hermana mayor, pero la pantalla táctil de su ipad no respondía. Así que tenía que seguir dejándose ver por las fiestas de la industria. Fiestas en las que cada vez menos gente le invitaba a tomar algo. Menos gente le saludaba. Menos gente le reconocía.
Y dejaron de reconocerle. Dejaron de saludarle. Dejaron de invitarle a tomar algo.
Dejaron de permitirle la entrada.
Volvió a la época anterior, solo que sus antiguos amigos habían muerto. Su hermana había contraído matrimonio. Con un notario.
Decidido a suicidarse se dirigió al puente de Segovia. Allí encontró a una chica sentada a horcajadas sobre la barandilla. Hablaron. La puesta de sol fue fotografiada por miles de turistas mientras ambos relataban cómo habían llegado hasta allí.
El abandono de Tim Burton, cuando sus manostijeras dejaron de ser rentables, en su caso.
La crisis de la bacteria e-coli, provocada por los aviesos alemanes, en el de ella.
Quiso dios que Milikito pasara en su limusina por el puente justo en ese momento y al verlos, como es su costumbre de cazatalentos, gritó por la ventanilla: ¡Oye, muyayoh! ¿Qué saben hacer?
Se miraron a los ojos.
Entonces, ella le tiró un pepino.
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