Las palomas escoltan su mundo -a paso de oca-.
Ignoran lo humano,
no conocen el código de circulación.
Trazan líneas rectas
-en su geometría distinta a la nuestra-
que nos parecen erráticas, curvas,
aunque luego nos congratulamos de su orientación.
Es sencillo, no hay solo un mundo.
Lo que en el nuestro es una paloma, en el suyo
es un mariscal.
Y al neumático que aplasta su cráneo
las palomas llaman rayo.
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