Abro el Instagram
y le doy pa' bajo compulsivamente.
A veces me paro y te observo un rato.
No pincho en el músculo, no me gustas tanto.
Me canso de mí tirando la vida mirando
una foto tuya
y sigo bajando.
Paso por anuncios
y por edificios
veo tus poemas y tus garabatos
al mover el dedo sobre la pantalla
un escalofrío cruza por mi frente
¿Y si doy “me gusta” a este puto tío
sin querer? Y freno.
Cuidadosamente sigo
hacia abajo.
Me entran depresiones que me duran años
y me recupero instantáneamente.
Pero el Insta tiene un concepto de tiempo diferente.
Te hace envejecer.
Mi vida es un fusil en una vitrina.
No he logrado nada.
Salgo de Instagram y me meto en Facebook.
Y os vuelvo a ver.
Repetidos,
sonrientes.
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