Ya basta de palabrería.
Yo busco el alero de un tejado
al menos, para la lluvia.
Un trozo de pan
o unos calcetines secos,
y mientras tenso mis trampas de ratón
en el desván
las mujeres me olvidan,
los hombres extravían mi teléfono.
Hoy al despertar he descubierto
que habían pintado un grafitti sobre mi cuerpo dormido
sin percatarse de mi respiración
o quizá no respiraba.
En dos colores habían trazado sobre mi cara otra.
Sobre mis manos otras.
Al levantarme pude ver claramente de reojo en la pared
la silueta impoluta de un camaleón
y quise no ser yo.
Pero es que hoy hay tanto tráfico otra vez
que no he tenido tiempo de desayunar
antes de irme de casa
ni de mirarme al espejo.