Fases del shock.
Me imagino a los poemas entrando por la puerta
del blog,
cada vez más pequeños,
como las personas que llegan al planeta,
más insignificantes, en relación
al todo,
aunque uno solo siempre me contenga.
Me imagino a alguien que lee por primera vez
"Soytanidiotaquesoypoeta"
y cree haber hallado algo moderno,
diferente,
y lo revisa de cabo a rabo
y es deslumbrado por sus ciclópeas
proporciones
(hablo, por ejemplo, del año 2030),
pero al pasar un rato,
que puede ser un año o dos,
no digo yo que no,
ya me conoce tanto que se aburre,
como quien mira el mar
y percibe sus corrientes,
su patrón rítmico en el olear,
su infinitud azul
y su salinidad onírica, afín
a la salinidad del líquido
que olea en sus pupilas
y las lubrica,
sean o no azules éstas
y estén o no clavadas
en algún sitio.
Yo creo que si supiésemos, al improviso,
que el mar lo causa un buceador desconsolado,
fases del shock serían la sorpresa,
la crítica,
el olvido.
¡Oh, la pereza de escribir siempre uno el mismo!
Chateau Latour.
No siempre todo es como siempre,
las cosas cambian sin cambiar.
La luz es otra, las manillas
del reloj dibujan otro ceño
hoy está lloviendo y ayer no.
Y tú no entiendes nada
porque vienes de entenderlo todo,
o ahora, quizá, es la primera vez
que me comprendes.
Tus ojos por primera vez son verdes
para mí, ayer era de noche
cuando te conocí.
Amor y odio se solapan.
Solo se besa el odio en el otro,
para no verlo,
y sabe a néctar hasta que amarga
como un Chateau Latour
al sol.
Un unicornio
puede llegar a convertirse
en un incordio.
Nana a la niña Sara.
Amanece
Por la mañana el sol saluda:
hola Sara, ya he salido
de la cama,
buenos días,
y mientras, se duerme la luna.
Anochece
La luna sale de noche
cuando el sol se va a dormir
por eso Sara se abriga
entre las sábanas,
porque la luna es más fría.
Luna llena, luna mengua, luna crece
Cuando la luna te mira,
Sara, es redonda y clara
pero cuando no te mira
casi no se ve su cara
porque se ve su perfil.
Luna nueva
Y en las noches más oscuras
hasta la luna se duerme.
Duerme Sara, duerme el sol
hasta mañana.
(Amanece)
Por la mañana el sol saluda:
hola Sara, ya he salido
de la cama,
buenos días,
y mientras, se duerme la luna.
Anochece
La luna sale de noche
cuando el sol se va a dormir
por eso Sara se abriga
entre las sábanas,
porque la luna es más fría.
Luna llena, luna mengua, luna crece
Cuando la luna te mira,
Sara, es redonda y clara
pero cuando no te mira
casi no se ve su cara
porque se ve su perfil.
Luna nueva
Y en las noches más oscuras
hasta la luna se duerme.
Duerme Sara, duerme el sol
hasta mañana.
(Amanece)
Plantas y peces III.
El cielo decidió llover
a la vez que una señora
entraba en la peluquería,
un patán se dirigía
hacia un túnel de lavado
con su coche amarillo
después de haberle gritado
a su novia, una niña,
sin motivo.
El momento en que una chica
estrenaba unas sandalias
y un anciano
se olvidaba del paraguas
en un bar
después de desayunar.
Cuando el cielo lo decide
la lluvia es cuestión de tiempo,
¡ay del suelo! si el cielo
tuviera que preguntar.
The cue ball.
A veces, cuando salgo los sábados de noche
las calles de Madrid me recuerdan
al verde tapete de las mesas de pool.
Las chicas y los tíos son como las bolas de colores
rebotando unas con otras.
El whisky anima la partida y se puede decir que me divierto.
Pero el pool no tiene la nobleza ni el retruque
del billar de carambolas
(ni siquiera del snooker,
aunque ése sea otro tema)
y las bolas van entrando en las troneras.
En un taxi, un extraño me conduce a mi agujero al final de la partida.
Los domingos mi cabeza aún resuena de blues
y he manchado mis sábanas blancas de tiza.
Vergüenza.
Mi vergüenza es tan grande como mi cuerpo,
pero aunque tuviese el tamaño de la tierra
no podría volver y despegar
el cable de aquel vientre, ni enviar
la carta del soldado.
Antonio Gamoneda
pero aunque tuviese el tamaño de la tierra
no podría volver y despegar
el cable de aquel vientre, ni enviar
la carta del soldado.
Antonio Gamoneda
Mi hermano no quería ir si yo no iba,
una sola bicicleta para dos, era la infancia,
y yo prefería ir solo.
No siempre sucedió así, supongo,
pero es lo que recuerdo
de aquella época maldita
que solo puedo ver como a través
de unos cristales.
Así que sé que él,
dos veces, por lo menos,
se quedó en casa
y yo me fui a pasear en bicicleta.
Yo le decía "vete tú, si quieres,
pero entonces yo no voy,
ya iré otro día".
¡Pero él no quería ir si yo no iba
y yo prefería ir solo!
Yo quería a mi hermano más que a nadie
y le dejé tirado en casa
mientras sentía, pedaleando,
la nueva libertad,
la soledad,
que hoy es mi hermana.
Me siento miserable al recordarlo
aunque quizá mi hermano no se acuerde,
pero fue así, y mientras yo sea yo así habrá sido,
y mientras haya sido así habré sido miserable.
Soy tan idiota...
Soy tan idiota que soy poeta.
Salgo a la calle a compartir el aire
con los demás. A aprovechar la luz
que se refleja en los lugares
de los que brotan
las palabras.
A refractar aún más la luz
ya refractada.
Reloj de sol,
tú, mientras tanto
solo das sombra.
Soy tan idiota que soy músico.
Oigo el compás de los oscuros corazones
y deconstruyo la armonía secreta de la risa,
trato de asirla y así reírme yo también.
Toco mi música sin saber quién
está a la escucha.
Anda un tic-tac sonando,
mientras tanto, tan uniforme
como el silencio.
Soy tan idiota que soy filósofo.
Hablo de mí con hombres idos,
me busco a mí entre los átomos de las ideas.
Entre los tomos oceánicos persigo un salvavidas
y mientras tanto huyo de la abisal llanura
que me subyace,
alfombrada de clepsidras,
cronometrando el mar,
nadando.
Soy tan idiota que sigo vivo
mientras tanto.
Así es la noche.
Las uñas de animales inexistentes arrancan nuestros ojos en los sueños.
Así es la noche.
Antonio Gamoneda.
Así es la noche.
Antonio Gamoneda.
Yo sueño con la oscuridad
y con el vacío
y al amanecer el aire quema,
así sé que todo ha concluido.
No desayuno hasta bien llegado al día,
cuando mis mandíbulas maltrechas
de masticar la noche me lo permiten.
Y al declinar el sol
cierro los ojos a las estrellas y a la luna,
y aprieto los dientes,
como quien espera una descarga eléctrica.
y con el vacío
y al amanecer el aire quema,
así sé que todo ha concluido.
No desayuno hasta bien llegado al día,
cuando mis mandíbulas maltrechas
de masticar la noche me lo permiten.
Y al declinar el sol
cierro los ojos a las estrellas y a la luna,
y aprieto los dientes,
como quien espera una descarga eléctrica.
Plantas y peces.
Plantas y peces
viven
en nuestro planeta sin saberlo.
Plantas y peces
nacen y crecen
peces nadan, plantas
florecen,
sin saberlo.
Sobre la tierra
respiran los animales
salvajes, sin saber nada,
como las plantas
como los peces.
En el aire, aves.
Nadie sabe, excepto
nosotros, sapiens.
Nosotros sabemos.
Nacemos, crecemos
sabiendo.
Morimos sabiendo.
La tierra gira
eternamente
sin saber.
La hierba no sabe
que es verde.
¿Qué será lo que nosotros no sabemos?
Plantas y peces.
La luz sabe
dónde tiene que venir,
no nos pregunta,
viene en plena noche,
mientras la mayoría de nosotros duerme.
Si no fuera por la sabiduría
intrínseca de la luz,
qué sería de nosotros,
cómo haríamos que viniese.
La mayoría dormiría para siempre.
Un minuto de silencio.
Las ideas está húmedas
y dejan rastro.
Su rastro húmedo atrapa, como polvo, tonterías,
malinterpretaciones.
Con el tiempo esas retahilas
parecen frases
hechas
por nadie,
ready-mades
estúpidos, conformados por residuos de lenguaje.
En cuanto a su sonido
son ondas estacionarias.
Nadie las elabora,
pero no cesan,
todo el mundo ha de oírlas cada día.
Después de años son parte de la cultura,
de nuestras tradiciones,
nos definen más que muchas de las otras frases,
las que se piensan antes de decirlas,
y es por eso que
yo pido un ruido blanco
que lo supere todo
o un silencio unánime
prolongado unos segundos.
Pido que cesen los periódicos,
las radios.
Pido que la tele calle,
que dejen de gritarse los anuncios.
Pido un minuto de silencio por las ideas
originales.
Un minuto es suficiente para que todo cambie.
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