Igual a cero

 




El mundo se enfrenta a un antimundo

y permanece constante la suma

aquí de atrás a adelante y allí

de adelante a atrás.


Y cuando miras un espejo te ves a ti reflejado pero eres reflejo a tu vez

de ese otro que en su mundo paralelo te mira a través de un espejo

y te ve y piensa que tú eres su reflejo.


A veces miras en la pantalla reflejos de otros

pero esos no son a la vez.

A la vez tu otro yo ve reflejos de ellos otros en su pantalla.


Siempre da cero la suma

pero cero no es nunca.

Sencillamente Platón

 

 

 

 

 

 

Platón, pedagogo de Sócrates.

Platón dialogante. Platón aporético.

Platón académico con un batallón

de filósofos a su disposición.

Platón amante de la sabiduría.

Platón enemigo de los sofismas y de la religión.

Platón aristócrata, Platón

acaudalado, Platón esclavo

liberado, Platón propietario a Academo

del templo consagrado.

Escritor Platón.

Dramaturgo Platón, poeta

Platón. Platón desengañado del concepto.

Conceptual al cabo, acabado

Platón.


Platón, Platón.


Pero Platón ágrafo profesor. Platón sabio.

Platón más

que la palabra Platón.


¡Oh campechano caimán!



¿Te acuerdas, Juan Carlos, cuando lo de tu hermano?

Tú apenas hablabas castellano y yo,

bueno, yo no había nacido.

Pero estábamos unidos ya, Juan Carlos,

éramos una unidad de destino en lo universal ¿O no?

Tú y yo, Juan Carlos, hemos vivido de todo.

Entre los dos apuramos la precariedad

y el lujo, el paro y el ocio, la crisis

y la oportunidad.


¿Qué importa el reparto, somos pedazos de lo mismo.

Y a lo mismo volveremos cuando los dos muramos.

Yo aquí y tú allí, para estar bien repartidos.

Al fin, ¿qué importa la vida, acaso no es un breve periodo

que dona sentido a la eternidad?



Ahora que difuminas tu figura para que te brille el rostro campechano en las monedas,

ahora que ni huyes ni te exilias, sino que te vas, oh, taimado caimán,

hay que quitarse el sombrero. Lo has vuelto a hacer, y ha costado:

naciste en Italia y al África ofrecerás tu orto,

oh, soberano, para ti un merecido nací en el Mediterráneo.

Yo, mientras tanto, en España, manteniendo tirante la piel del último toro.

Bajo el sol, saludando descubierto y prorrumpiendo un viral,


¡Viva España y muchas gracias, Majestá!

Cada noche Silvia Nieva








Cada noche Silvia Nieva

cambiaba el agua al bacalao.

Y el bacalao perdió su sal y la del mar entero

y el recuerdo de la sal y el del agua salada y el de la dulce

y el agua ya era de grifo.

Y el bacalao echó raíz en la nevera o tal vez era micelio,

da igual, aquello era bacalao, no tenía que ocurrir.

Pero ocurría y cada noche yo me daba cuenta de que era ella,

Silvia,

la que tenía razón.


Y un día, al abrir la nevera,

el bacalao voló.

ay, si me cazan





Ay, si me caza un cazatalentos...

Se conoce que en mi caso

no han tenido suficiente puntería

todavía.

O quizá

es que soy cazamenor.

Y no se fijan.

Me gustan los helados


Me gustan los helados, hay muchos tipos.

Los hay primaverales y de otoño,

los hay para el invierno y por supuesto

para el verano. Es que hay cuatro estaciones.

Entiendo a los que dicen los helados están fríos

y hay que comerlos con calor, son para refrescarse.

Los entiendo. No lo han pensado bien.

Se quedan del helado con la temperatura.

El nombre les engaña: helado. ¿Y qué?

Tratan a los helados como medicamentos.

Será que están enfermos. Pero no. Los helados son

alimentos. Tenemos hambre todo el año.

También podemos tener sed.

En invierno un buen helado de limón te arregla el día

si te has comido una fabada por ejemplo,

o un chuletón. Casi mejor que en el verano

salido de la playa. Ahí quieres beber agua

y ya después si eso, algo de azúcar,

cuando te da el bajón después de tanto sol

y tanto abuso de brazada. Uno de chocolate,

directamente, sin miramientos.

O en mayo uno de melocotón,

cuando empieza el melocotonero

a resucitar a la polilla oriental,

al pájaro frutero,

al ser humano gordo, aún navideño.

En primavera.

Y en el otoño. Otoño mango. Es

temporada.


Los hay que hasta el verano nada. Como es helado...

se pierden muchos momentos de todo el resto del año.

No entienden al helado.

Renuncian al helado más sutil. No captan

la comunicación con el helado. El mensaje.

La elasticidad del tiempo, no el ambiental,

el tiempo tiempo.

Tengo calor, un helado. Hasta ahí.

Te dan lecciones de sabores a menos cuatro grados.

Y dale. Ya lo sé. Pero no digo nada.

Me como un helado el veinticuatro de febrero.

Por san Sergio.

Solo.

Como se comen los helados.

Estáis tú y el heladero.

Como se lee un libro.

Me gustan los libros, hay muchos tipos.


Y así todo.

A Ennio, in memoriam



Primero salió la noticia:

Morricone ha muerto.

Después, en seguida, la confirmación.

Y la confirmación.

Y la confirmación de la confirmación.

Y la otra confirmación.

Morricone ha muerto: contrastado.

Después salió el que sabía quién era Morricone antes que nadie,

el que lo oía desde el vientre materno,

el que silbaba en el colegio la muerte tenía un precio.

Ese salió primero

tras la noticia.

Después salió el que tenía una foto

con Morricone en Murcia,

con Morricone de vacaciones,

aquí, con Ennio, en el Nilo,

mi padre con Morricone.


Conocí a Morricone...

en un recital de poesía que organizaba Escarpa en el Ateneo,

por ejemplo.

A mí Morricone me lo presentó Batania,

en el Mercurio, no hablamos mucho,

habló Batania.


Salieron esos y luego saliste tú

con ese vídeo de La Misión.

Ese oboe tan Ennio en medio de la amazonia.

Pusiste D.E.P. , pero después salió otra gente poniendo

seguiremos oyéndolo, nos queda la música,

inmortal genio,

que la tierra

te sea

leve.

Hay que ser pesado.

Ennio Morricone muerto y enterrado

bajo tierra

y comentarios.


Y después de ti, los revisores:

Lo han visto todo.

Vuelven a verlo.


Los críticos:

Sin duda estamos ante un Beethoven,

un virtuoso de la armonía, se adelantó a su tiempo.


Los entendidos

especialmente en la obra de

Morricone.

Yo... a mí... cuando yo era pequeño...

Mi Morricone, mi Morricone,

dónde está mi Morricone.

Mi Ennio...

¿Dónde estabas tú cuando...

¿YO? ¡Con Morricone!


Hay quienes se creen con más derecho que tú

a llorar a Morricone

¿Qué haces llorando a Ennio?

¿Ahora todos conocéis a Morricone?

Si levantara la cabeza Morricone...


Y entonces lloran, aunque no llorarían,

aunque lo conozcan, aunque sean fans

de verdad, no llorarían.

Aunque vieron La Piovra.

Les daría pena, como mucho.

Pensarían en ello

un rato, pondrían un tema,

mirarían facebook,

pero no llorarían,

no volverían a ver La Piovra.

No llorarían la muerte de Morricone,

pero la lloran.

En facebook lloran porque ha muerto Ennio Morricone.

En facebook y en Instagram,

igual,

la misma historia, la misma foto, el mismo texto.

Lloran.


Por eso

no me los creo.


Ni Morricone.


#telodigoyo









diamante o párpado

Acaso  el preciosismo  en la poesía   dependa  de la joya en la mirada: si es un diamante o un párpado,  es decir, si multiplica u opaca. Te...