Losa mental.
Aparato crítico, espiritual, ideal, o como quieras llamarlo que se impone a la materia y la aplasta. Solo la materia puede resultar aplastada, nunca la idea. La idea no ocupa espacio,
el saber no ocupa lugar, etcétera. A mí me pasa.
A mí me pasa que mis ideas me aplastan, no yo a mis ideas.
Y mi esencia es ese aplastamiento en mi materia.
Así mi materia sabe que es mía, así
yo sé que soy, y soy yo.
Una especie de obstáculo para la idea del que mis ideas surgen envalentonadas.
Un lastre, o un diezmo de todo pensamiento cosechado en mi materia. Una deuda ante la tierra.
Y no es posible no pagar, porque en el fondo no es deuda.
Tal vez sea un intercambio por la energía que encierran los átomos. Tal vez
sea un intercambio, un freno, la fuerza normal, que se opone a toda fuerza.
El mundo es un revoltijo de suma cero y lo sabes, como diría Julio Iglesias.
El mundo es un revoltijo de suma cero y tu negatividad, tu resistencia ante el abandono cósmico,
resta una suma muy alta. Da lo mismo el signo, es necesario resarcir cada guarismo,
después de un ripio una frase prosaica, por ejemplo.
Después de una idea el peso ficticio de esa idea sobre la materia.
Una losa de marmol sobre la idea de primavera que aplaste a unas cuantas margaritas.
Una losa de metafórico mármol, claro, ideal, blanca, prístina.
El sacrificio de Apolo ante Dionisio no es sacrificio, es mero reparto.
Hubo, al principio, dos opciones:
la primera era que todo fuera lo mismo.
Escogimos,
por tanto es la otra.