Hipoteca blues.



De qué hablan los poetas,
me pregunto,
mientras clavas tu hipoteca
en mi hipoteca blues.
Y tú, grandísima hijaputa,
tú, gran banca,
no te preguntas nada,
solo haces números.


Ya en la calle
se me clavan las pupilas en el suelo
como pinchos traperos,
y así es como seguirán por muchos años.
Y mientras tanto, sobre mí, azul, el cielo,
negro de pájaros.

10 mandamientos.




Mi auténtico trabajo
consiste (1) en visitar mis límites,
rasgar (2) puesto de puntillas
mi perfil con un plumín
en una hoja de papel
desde debajo.
(3) Escribir intermitentemente
mi silueta
y unir los puntos con la mirada de los demás.
Salir a pasear con una sonrisa para todo el mundo (4),
y no (5) gritar jamás.
Besar a todo aquel que me lo pida (6).
Repartir mis bienes (7) entre los que los necesitan de verdad.
Amar y ser amado
al menos (8) por una persona en todos los momentos.
(9) Dormir sin rechinar los dientes.
Pensar dos veces (10).


Diez mandamientos que se resumirían en dos:


No amar a nadie como si fuera Dios, y
no amar, como si fuera Dios, a nadie.

M. B.



De Benedetti
siempre he pensado que era
un argentino raro,
hasta que de vez en cuando caía en la cuenta
de que era uruguayo.
Y pese a que todos hoy le lloran como poeta
yo lo primero que leí de él
fue La Tregua,
una novela.
Me llamaba la atención de aquel librito
una foto de Benedetti en blanco y negro.
Una cara que ya estaba vuelta de todo
y como si supiera que lo bueno en la vida es ir;
y supongo que lo sabía.
Luego leí su poesía (no toda)
y me sorprendió que alguien tan serio,
tan viejo y tan callado
pudiera escribir tanto
siendo la escritura un rasgo de los idiotas.
Sus poemas son como la luz que entra por la ventana,
pero en una oficina y por la tarde.
Escucho que ha muerto triste,
que irse supuso para él
una liberación.
Olvidan que este tipo de personas
conocen la naturaleza de las cosas importantes,
que él sabía que su vida se acababa,
que su vitalidad había sido mucho mayor,
que nunca más volvería a yacer con una chica,
ni a beber con sus amigos
ni a sentir pasiones correspondidas.
Que no habría más treguas en su propia existencia
y eso creo yo que entristece a cualquiera,
aunque tengas la apariencia de un viejo inofensivo
y miles de concejales quieran colgarte sus medallas.
Aunque vayan a visitarte ciertos amigos
que quieren cerciorarse de que te correspondes con tu foto,
tu firma en sus libros.
Mario Benedetti, como todos,
era un niño cuando murió,
y como todos lloraba, (aunque el suyo, sí, fue un llanto poético)
por el oxígeno.

La máquina del tiempo.



El destino viene
deprisa.
Se acerca sin hacer yo nada.
Yo no quiero que el tiempo pase,
pero pasa.
Todos, en esta jaula, somos lo mismo:
el mismo aire, la misma náusea.
Nobody habla.
Solo se oye el destino,
"el destino",
como el eco del mar sobre los acantilados:
lejano y monótono, socavándolos.
Termina el plazo de gracia,
el tren se detiene.
Llego al trabajo.

Vita flumen.



Veo vidas apiladas en estanterías,
rostros deformados por el peso de las otras vidas;
las sonrisas petrificadas:
risueños fósiles bajo toneladas de sedimentos.
Amigos muertos:
vidas fluyendo como corrientes marinas.
Veo la felicidad obligatoria,
relojes de luna marcando las horas.
Veo las gaviotas en las lonjas
haciendo retratos, graznando,
acarreando rosas.
Y creo que a mí no ha de pasarme,
que moriré de una manera individual, quizá peor.
¿O solo soy el sedimento que todavía no es roca?
¿Estrato superior, como lo fueron ellos algún día?
Amigos muertos:
vidas fluyendo como corrientes marinas.

He leído miles de libros sobre lo mismo.



He leído miles de libros sobre lo mismo.
Salen dos niños.
Los niños juegan.
Sale una niña,
besa a uno,
luego se pegan.
He leído miles de libros sobre lo mismo.


Sale una niña,
luego se pegan.


Sale una niña,
elige a uno,
el otro escribe
una novela.


He leído miles de libros sobre lo mismo.


La niña juega.
Salen más niños,
salen más niñas,
hay más peleas,
hay más novelas.


He leído miles de libros sobre lo mismo.


Salen dos niños,
los niños juegan,
ahí no hay novelas,
nadie pelea;
no salen niños.


Sale una niña,
elige a uno,
he leído miles de libros sobre lo mismo,
luego se pegan.

Siguen y seguirán.



Mientras un poeta habla

poéticamente

hay un montón de mentes escapando

como las cucarachas, como peces.

Hay un montón de ojos en silencio,

oídos en blanco.


Hay durante el parlamento

anfibios del lenguaje al descubierto.

Y entre los dientes de las sonrisas, preso,

hay desprecio.


Pero siguen y seguirán hablando

los poetas.


Y hablan y hablarán

poéticamente.

Frenesí.



TE BESÉ, pero quería comerte.
Quería morderte la cara.
Masticar tus ojos,
tus pómulos,
tus pestañas.
Beber tu sangre, tu saliva,
tus lágrimas.


Te amo tanto
que te acabarías enseguida.
Por eso hablo contigo,
te llevo al cine y conozco
a tu familia,
a tus amigos.
Por eso solo,
solo por eso,
te beso.

Exhumación poética.



Me paso a la patata como hipótesis
poética de trabajo.
Me paso a ella porque la amo.
Porque empapa en mis entrañas
todo lo que hay en mí de bueno.
Porque rara vez no se ha dejado masticar,
porque en noches de luz amarilla
ha sido una amiga desinteresada,
porque se vista como se vista
está buena.
Y la hago puré
con mi parloteo y no dice nada.
Al amarla no creo hacer nada malo,
nada que los demás no hagan en la sordidez de sus madrigueras.
Solo que yo lo llevo gala.
Como con ella a plena luz del día:

me sobran huevos.

Francisco Sánchez.



Paco,
nervio ciático.
Traje azul
marino
diplomático.
Ácrata corbata sobre fondo blanco.
Consistorial passepartout.
Cráneo previlegiado
(e hígado).
Divino
abogado
avilesino.

Ya casi no me afecta.



El miedo de no saber
ni tan siquiera cuáles
son las preguntas menos insignificantes.
De que lo que me ocupa,
lo que hace que cada mañana
me duelan las mandíbulas por masticar mis dientes
no sea lo que me importará cuando no tenga tiempo
ni tan siquiera
que masticar.
Que nada importe,
ni tan siquiera nada.
Que salga por la puerta como un rayo de luz
y no ilumine a nadie.
Que mi letra debería ser soluble en agua dulce
y fría, no en lágrimas,
ni tan siquiera suyas,
y más pequeña.

diamante o párpado

Acaso  el preciosismo  en la poesía   dependa  de la joya en la mirada: si es un diamante o un párpado,  es decir, si multiplica u opaca. Te...