Soy tan idiota...



Soy tan idiota que soy poeta.
Salgo a la calle a compartir el aire
con los demás. A aprovechar la luz
que se refleja en los lugares
de los que brotan
las palabras.
A refractar aún más la luz
ya refractada.

Reloj de sol,
tú, mientras tanto
solo das sombra.

Soy tan idiota que soy músico.
Oigo el compás de los oscuros corazones
y deconstruyo la armonía secreta de la risa,
trato de asirla y así reírme yo también.
Toco mi música sin saber quién
está a la escucha.

Anda un tic-tac sonando,
mientras tanto, tan uniforme
como el silencio.

Soy tan idiota que soy filósofo.
Hablo de mí con hombres idos,
me busco a mí entre los átomos de las ideas.
Entre los tomos oceánicos persigo un salvavidas
y mientras tanto huyo de la abisal llanura
que me subyace,
alfombrada de clepsidras,
cronometrando el mar,
nadando.

Soy tan idiota que sigo vivo
mientras tanto.

Así es la noche.




Las uñas de animales inexistentes arrancan nuestros ojos en los sueños.

Así es la noche.

Antonio Gamoneda.



Yo sueño con la oscuridad
y con el vacío
y al amanecer el aire quema,
así sé que todo ha concluido.
No desayuno hasta bien llegado al día,
cuando mis mandíbulas maltrechas
de masticar la noche me lo permiten.
Y al declinar el sol
cierro los ojos a las estrellas y a la luna,
y aprieto los dientes,
como quien espera una descarga eléctrica.

Plantas y peces.


Plantas y peces
viven
en nuestro planeta sin saberlo.
Plantas y peces
nacen y crecen
peces nadan, plantas
florecen,
sin saberlo.
Sobre la tierra
respiran los animales
salvajes, sin saber nada,
como las plantas
como los peces.
En el aire, aves.
Nadie sabe, excepto
nosotros, sapiens.
Nosotros sabemos.
Nacemos, crecemos
sabiendo.
Morimos sabiendo.
La tierra gira
eternamente
sin saber.
La hierba no sabe
que es verde.
¿Qué será lo que nosotros no sabemos?

Plantas y peces.


La luz sabe
dónde tiene que venir,
no nos pregunta,
viene en plena noche,
mientras la mayoría de nosotros duerme.

Si no fuera por la sabiduría
intrínseca de la luz,
qué sería de nosotros,
cómo haríamos que viniese.
La mayoría dormiría para siempre.

Un minuto de silencio.


Las ideas está húmedas
y dejan rastro.
Su rastro húmedo atrapa, como polvo, tonterías,
malinterpretaciones.
Con el tiempo esas retahilas
parecen frases
hechas
por nadie,
ready-mades
estúpidos, conformados por residuos de lenguaje.

En cuanto a su sonido
son ondas estacionarias.
Nadie las elabora,
pero no cesan,
todo el mundo ha de oírlas cada día.

Después de años son parte de la cultura,
de nuestras tradiciones,
nos definen más que muchas de las otras frases,
las que se piensan antes de decirlas,
y es por eso que
yo pido un ruido blanco
que lo supere todo
o un silencio unánime
prolongado unos segundos.
Pido que cesen los periódicos,
las radios.
Pido que la tele calle,
que dejen de gritarse los anuncios.
Pido un minuto de silencio por las ideas
originales.
Un minuto es suficiente para que todo cambie.

Cola de león.


Hay, seguramente,
alguna sustancia emocional
que mi cuerpo segrega al verte,
que me hace sentir las manos
como manojos de nervios
saliendo por mis muñecas,
como al despertar, cuando no tienes fuerza
porque solo es la hora de las caricias.

Hay, mientras ya estoy hablándote,
algo en mi sangre diferente.
Digo cosas que no pienso,
como si le hablase a una chica,
aunque con las chicas no miento y
quiero quedarme,
y contigo miento para irme.

Debes de creer que soy idiota y lo soy,
en tu presencia,
porque es difícil pensar en ti
como yo pienso, con esta intensidad,
y hacer otra cosa, la que sea,
respirar...

Es una respuesta orgánica
parecida al terror paralizante de los ratones ante las aves rapaces,
pero como si los ratones tuvieran, para salvarse,
que moverse con estilo, o decir alguna cosa inteligente.

Además, al ver tus alas me siento ridículo
con mis incisivos
y mis avellanas.

Eso me ayuda, así no percibes en mí
ninguna amenaza y me dejas ir.
Cómo te gusta sentir tu pistola y tu placa
sobre tu uniforme de ángel,
cómo os va el plumaje.

GNRgrette Rien


No
(sé)
rían de mí.
No. Yo no comprendo nada.
No compré el pan.
No rían de mí,
no rían de rien.
¡No, yo no compré el pan!

diamante o párpado

Acaso  el preciosismo  en la poesía   dependa  de la joya en la mirada: si es un diamante o un párpado,  es decir, si multiplica u opaca. Te...