Cola de león.
Hay, seguramente,
alguna sustancia emocional
que mi cuerpo segrega al verte,
que me hace sentir las manos
como manojos de nervios
saliendo por mis muñecas,
como al despertar, cuando no tienes fuerza
porque solo es la hora de las caricias.
Hay, mientras ya estoy hablándote,
algo en mi sangre diferente.
Digo cosas que no pienso,
como si le hablase a una chica,
aunque con las chicas no miento y
quiero quedarme,
y contigo miento para irme.
Debes de creer que soy idiota y lo soy,
en tu presencia,
porque es difícil pensar en ti
como yo pienso, con esta intensidad,
y hacer otra cosa, la que sea,
respirar...
Es una respuesta orgánica
parecida al terror paralizante de los ratones ante las aves rapaces,
pero como si los ratones tuvieran, para salvarse,
que moverse con estilo, o decir alguna cosa inteligente.
Además, al ver tus alas me siento ridículo
con mis incisivos
y mis avellanas.
Eso me ayuda, así no percibes en mí
ninguna amenaza y me dejas ir.
Cómo te gusta sentir tu pistola y tu placa
sobre tu uniforme de ángel,
cómo os va el plumaje.
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