Armónicos aurales




Alejándose de ti tan lentamente
que nuestros rápidos ojos no perciben cómo
te vas, y solo dejas tu estela en un reloj.
Yo creo en la ilusión de tu existencia
simultánea a la mía, ya que ambas son
una misma naturaleza.
Pero es falsa, en este juego
de universos, tú y yo
somos las reglas

Todos



Todos los días un grupo de niños protesta
por el olor del aula,
por el olor de un grupo de niños,
al empezar la clase,
al terminar la clase.
Ocurre todos los días
al sonar la campana.
Ocurre todos los días
al abrir los ojos.
Todos los días suena la protesta de cualquiera
por el mundo,
por cualquiera.
Por cómo funciona todo, por cómo
se porta la gente.
Todos los días los espejos se nos tragan
como charcos. Todos los días abrazamos
nuestra imagen
al otro lado.
Sin dejarla respirar
para no olernos.
Sin dejar que salga
del lago.

Tipos fluorescentes




Tipos fluorescentes contra la entropía
orden de cristales entre aullidos
pilas de colillas en castillos
arrullo de niños.

Hordas selenitas que devoran plástico,
papiroflexia del día,
brigadas lanzadas a incursiones limpias.

Muelas sin caries,
húmedo plan antinatural.

Bomberos que apagan la noche en el alba.

Jardineros que riegan la luz
que ilumina
el pan.

Comba...





Comba la bóveda
celeste, Selene,
hacia afuera,
amanece de una vez.
Quieta. Deja que yo,
previo a Copérnico, crea
en tu órbita en torno,
que sea paladar
más que lengua, que sea
de algo
único ejemplo.
Apiérname entre tus piernas.

Frotarme, arrancar. Aplacándose






Una lágrima en cada músculo,
en cada poro.
En cada roce la salinidad
de un mar
en mis dedos.
Frotarme unos ojos hasta sangrar
que están secos.
Arrancar la costra buscando las lágrimas.

Lágrimas
de cualquier color.

Amor coagulándome ante tus ojos,
sangre aplacándose.
Te convierto en estatua de sal.
Sed del Leteo,
que termina al primer sorbo.

Llévame,  distancia,
lejos. 

Oh Navidad, mi Navidad!




¡Oh Navidad, mi Navidad!
Terminó nuestro espantoso viaje
por el calendario
hemos salvado el final del verano,
los difuntos, el puente-acueducto
de la Constitución.
Ya llegas a nosotros, ya oigo las campanas
sobre campanas,
los peces en el río se emborrachan,
el pueblo acude ya gozoso al Corte Inglés
sin esperar a las
más lógicas
rebajas.

Mas oh, corazón, corazón, corazón,
Papá Noel no existe,
los reyes son los padres.

Oh, Navidad, levántate
y escucha las campanas
sobre campana,
los peces en el río,
levántate, es para ti el belén,
los villancicos, el abeto,
las luces por las calles,
son para ti las colas en doña Manolita
los huérfanos aclaran ya
su voz.
A ti te llama la masa móvil del Pueblo
a ti vuelve sus rostros anhelantes.
El Barça-Real Madrid queda muy lejos
y del Real Madrid-Barça no se acuerda ya nadie.

Oh, Navidad, oasis del año,
que aun seas descanso del trabajo,
pero no, no es más que un sueño,
Papá Noel no existe,
los reyes son los padres.

Yo ya no soy un niño,
el árbol me da alergia,
tengo que ir a comer el 25
con mi familia y el 31 ceno
con mis suegros.
La Navidad se ha muerto entre mis brazos
he visto tantas veces
"Qué bello es vivir"
que voy a vomitar.

Y mientras tanto los centros comerciales
están a reventar,
están a reventar los cines,
llenos de niños,
llenos de gilipollas haciendo cola
para una cocacola.
La música a tope, la luz
a todo trapo, los cajeros vacíos,
el cava derrochado.

Mas yo con pasos fúnebres
recorro la ciudad huyendo del desmadre
y grito, pero no escucha nadie:
¡Papá Noel no existe,
los reyes son los padres!

Un instante cualquiera


Hay una mosca quieta.
Suspendida en el aire.
Sus ojos múltiples, sus alas extendidas,
como clavada con un alfiler a un instante.

La observo, exenta, desde los ángulos,
en un traveling de izquierda a derecha,
de arriba a abajo, entre
la luz que refleja el lado contrario.

Veo el reflejo en sus ojos de celda.

Sé, así, lo que ha visto antes 
de este momento:
el que lo cambia todo tanto que se hace eterno
y hay una mosca quieta en mitad del tiempo.

Bajo ella un hombre,
un cuchillo.
Hay sangre de una mujer por el suelo.
Hay una mujer muriendo rodeada de sangre
en el suelo, en una habitación normal
de cualquier ciudad.
El hombre la ha acuchillado,
la acuchilla,
en el pecho, el abdomen,
en el cuello.
Hay heridas en sus brazos,
cortes en sus dedos.
Tiene los ojos abiertos
y en este momento, durante esta pausa,
sus ojos dejan de ver a su asesino,
al resto  del mundo.

La mujer ha muerto.
Justo en este momento,
el que lo cambia todo tanto que se hace eterno,
y hay una mosca quieta en mitad del tiempo.

Ahora, antes de que continúe,
describiré otras cosas
apurando lo descriptible, lo quieto:
es verano, hace calor,
la habitación huele a tabaco,
sudor, alcohol,
humo de algo que se quema en la cocina.
Hay un televisor funcionando,
su imagen también parece detenida.
No lo está, continuará cuando se reanude el hilo
de lo que acontece, excepto la vida, parece claro,
de esta mujer ya ciega, ya inconsciente,
ya insensible. Ya muerta,
ya noticia tal vez, ya 
estadística.

Ya. 
A partir de este momento,
el que lo cambia todo tanto que se hace eterno
y hay una mosca quieta en mitad del tiempo.


Hay una mosca quieta en mitad del tiempo
como clavada a un instante con un alfiler.
Sus múltiples ojos lo han visto todo
sus alas extendidas en el aire
reanudarán ahora su zumbido.

Una mujer muerta bajo mil ojos.

Verano. La mosca sale.
Hay mil habitaciones en la ciudad,
miles de ventanas
abiertas.
Y alas que no se paran, que vuelan
por el olvido.

diamante o párpado

Acaso  el preciosismo  en la poesía   dependa  de la joya en la mirada: si es un diamante o un párpado,  es decir, si multiplica u opaca. Te...