Esa tabla.


Esa tabla
sobre la que el camarero corta las naranjas
no sabe nada sobre la vida.
Se pasa el día tumbada
maldiciendo su destino:
no hacer nada
mientras el ácido cítrico
(al que es inmune)
le resbala.
Pues yo digo que el camarero
se cambiaría por ella de buena gana
cada mañana.

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