Mundo simio.
De pronto imagino
que mi habitación
es una nave espacial,
o una máquina del tiempo,
y yo soy su capitán
y su grumete,
y viajo hacia el futuro aislado,
y mi única preocupación es mi salud
porque soy el único superviviente
de mi especie.
Estoy solo,
como cuando encendía una linterna bajo las sábanas
de mi cama de niño,
solo que ahora las sábanas
lo cubren todo.
Tengo la tentación de oír música,
como los astronautas desesperados
de las películas 2001, o El Planeta de los Simios,
pero para mí la cultura ya no significa nada,
ya no tendré con quien compartirla
- quizá por eso el sonido no se toma la molestia de viajar por el vacío -
no puedo evitar escuchar la música como si fuera un obsequio
de otra civilización ajena,
como si hubiera interceptado una sonda Pioneer
y descifrase solo sus números.
Recuerdo a Charlton Heston grabando su mensaje
mientras sus compañeros yacen hibernados,
y su sonrisa cínica,
y me invade esa misma sensación de soledad,
aun sabiendo que estoy en la Tierra,
acompañado por miles de millones de organismos
vivos.
Y saber que yo no soy distinto a ellos
me convierte en una parcela (no edificable) más
del infinito.
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Lo de la parcela edificable y la visión del niño bajo las sábanas. A veces tomas una visión de niño y a veces de anciano cansado de la vida. Esa alternancia es muy interesante para la voz del poeta. Léna.
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