Tú. Yo. Ya.
Tú eres mi silla sin respaldo,
mi taza de desayuno sin una sola asa.
Eres mi suelo de arena movediza,
mi puente hacia la nada
levadizo.
El origen invisible de mis actos ulteriores.
Y todo el universo es nuestra casa.
Y yo tan solo soy la consecuencia de tu imagen reflejada
en un espejo oculto entre tinieblas.
Y yo tan solo el aire turbulento entre tus faldas,
el ojo atento a todo eso que no pasa. Y todo el universo
es nuestra casa.
Y todo el universo excepto yo tú eres
y yo soy solo ya de mí
excepto tuyo.
Y todo el universo, tú y yo, es nuestra casa.
Tú. Ya. Yo.
Tendrás que ser tú
quien sea yo cuanto antes.
Yo soy tú hace más de una noche,
una noche es un tiempo infinito siendo
sin estar.
Tendrás que ser tú.
Oigo el irse de tu soledad y estoy quieto.
Oigo el viento en mi cuarto que no tiene ventanas.
Palpo el leve vestido blanco, veraniego,
bebo agua, a veces sonrío.
Pero soy un invierno en un claustro.
Negro, sin sonido, sin viento.
Sin verano, sin agua.
Sin sonrisa ni aliento.
Salvo tú.
Un trozo de tú escondido, secreto
a ti,
secreto al resto del mundo,
secreto a mí. A mi trozo de yo
del que ya soy un trozo.
Hay un trozo de yo.
Hay un trozo de ya.
Hay un trozo salvador de tú.
Y tendrás que ser tú
quien sea yo cuanto antes
para ser tuyo
yo.
Para ser yo tú
ya.
Tú
ya
yo.
Para ser tu ya
yo.
Para ser ya
tu yo.
Tendrás
que ser
yo.
Los que me compadecen y los que me deploran conforman una pléyade de gilipollas.
Soy poco original.
Amo a la gente que me ama.
Odio a la gente que me odia.
Pero mi amor es uno.
Pero mi odio es otro.
A mí me odian muchos
-yo tengo ese don-
me aman pocos.
Pero mi amor es uno.
Pero mi odio es otro.
Mi amor es uno y lo reparto entre los pocos que me aman.
Mi odio -otro- lo comparten entre muchos
que me odian.
Por eso a los que amo los amo más.
Por eso odio tan poco a cada uno que me odia.
Y a ti te amo tanto porque eres única
o único mientras me amas.
Te amo tanto como odio a todos juntos,
los que me están odiando,
más los que te están odiando a ti, al menos,
mientras tanto.
Ay, odiarín, odiante anónimo, odiuno,
te odio tan poco...
Pero mi amor es uno...
pero mi odio está infinitamente repartido
y no odio a nadie,
y nadie es, para mí,
aquel que odio.
Pero mi amor es mucho.
Soy poco original.
Mi amor es todo.
Yo tengo ese don.
lejos de ti
a Euridize
Relleno instancias para entrar en el Infierno.
(No existe tal, solo es un cuento. )
Descubro que no hay oficinas,
no hay buzones,
no hay demonios,
papel timbrado, sello oficial
infernal.
Lamentablemente no es un jardín burocrático.
Nunca irás a arder conmigo
a ese lugar infinito que he creado
porque está, lejos de ti,
en Cualquier Sitio.
Prospecto
A Silvia
Aún no te has tomado la molestia de leerme.
Me has oído recitar, como a otros, por los bares,
pero no me has entendido de verdad, porque al mirarme
siempre hay un porcentaje que se pierde
por observar los labios, los dientes, las orejas;
porque aún no te has tomado la molestia de leerme.
Y yo no soy mis labios
y yo no soy mis dientes
y no soy mis orejas
y ni siquiera soy mis ojos.
Porque habito detrás de unas pupilas, como todos,
y desde allí organizo mis ideas y mis melancolías
y desde allí construyo a veces torres y a veces parapetos
y desde allí observo tus verbos asombrosos.
Y para estar tú detrás de mis pupilas
tengo que estar primero yo detrás de tus pupilas
porque me mires tan fijamente que me leas
para que veas que, en el fondo, la tuya y la mía
son dos almas gemelas, no como todas, yo ya lo sé
porque ya yo me he tomado la molestia de leerte.
Disensos.
La regla de las mayorías puede ser aceptada como procedimiento de decisión política, pero no como criterio de justicia.
Carlos Gómez
Hay solo una forma
de erradicar las anchoas:
vertiendo por la panza abierta
de un superpetrolero
cien mil millones de toneladas
de vinagre (balsámico de Módena,
para que no se note)
y que se queden boquerones.
Solo el coste en vidas humanas
y la falta de consenso
impiden la realización del proyecto.
Esta es la época.
dibujo de Jordi Bernet
Quizá
esta sea la época
de gritar calamar gigante
en cada verso,
de gritar kraken,
¡kraken!
¡KRAKEN!
hasta que la audiencia se entere de algo,
solo UN algo,
uno por uno,
medianamente profundo.
Esta es la época en la que todo
lo que sale a la superficie de los párpados
ha de ser superficial.
Ya no se ven elefantes
más que en el zoo,
ya no se ven calamares gigantes más
que en los documentales.
Pero ahora, con solo verlos ahí,
un escolar ha visto miles
de elefantes,
miles de elefantes repetidos,
miles de calamares gigantes,
uno, el mismo, siempre,
muerto, siempre
de diecisiete metros, siempre
con un japonés de gafas,
de bata blanca, a su lado.
Miles de maravillas muertas, ninguna viva
salvo todas las que hoy
pasan desapercibidas en la ciudad,
a un instante
de los párpados.
Yo no grito kraken.
Yo susurro siete y media de la mañana,
atasco en la M-30,
tornos repletos de la RENFE,
tren subterráqueo,
amor intensísimo sin conocerte.
Tetas de plástico.
La poesía se musita mientras el mundo grita isótopos,
guerra, terremotos,
revoluciones.
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