Los que me compadecen y los que me deploran conforman una pléyade de gilipollas.
Soy poco original.
Amo a la gente que me ama.
Odio a la gente que me odia.
Pero mi amor es uno.
Pero mi odio es otro.
A mí me odian muchos
-yo tengo ese don-
me aman pocos.
Pero mi amor es uno.
Pero mi odio es otro.
Mi amor es uno y lo reparto entre los pocos que me aman.
Mi odio -otro- lo comparten entre muchos
que me odian.
Por eso a los que amo los amo más.
Por eso odio tan poco a cada uno que me odia.
Y a ti te amo tanto porque eres única
o único mientras me amas.
Te amo tanto como odio a todos juntos,
los que me están odiando,
más los que te están odiando a ti, al menos,
mientras tanto.
Ay, odiarín, odiante anónimo, odiuno,
te odio tan poco...
Pero mi amor es uno...
pero mi odio está infinitamente repartido
y no odio a nadie,
y nadie es, para mí,
aquel que odio.
Pero mi amor es mucho.
Soy poco original.
Mi amor es todo.
Yo tengo ese don.
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Qué cosa más bonita. Creo que todos tus dones parten de ése, que es central.
ResponderEliminarBesos, Delia.
Yo quiero ese don. Y otros dones tuyos, como el de poetar, por ejemplo. Beso.
ResponderEliminarTú también estás opositando a polémico, que ya lo he oído por ahí. Comparto contradicciones como las de este poema. Me encanta el título del blog. Un saludo.
ResponderEliminarAlgunos tenemos la misión de equilibrar esta desproporción. Un dedo de odio por un cuerpo entero de amor.
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