A Paul Éluard, François Villon, Rafael Alberti, Alfonso Camín y León Felipe,
(por medirse con nosotros, mortales, en el Poetry Slam de Halloween)
No existen poetas muertos
yo niego la mayor; y si me apuran
vivos tampoco.
Existe la poesía escrita, la poesía
que duerme a oscuras en los libros
hasta que un lector la agita con sus ojos,
incluso el que la ha escrito, pero el poeta
solo lo es mientras escribe.
No existen los poetas muertos porque los muertos
no existen.
Existe el recuerdo de los muertos en los vivos
como poemas indelebles,
fragmentos de los muertos como reliquias,
como espejos
rotos a la espera de un reflejo.
Las manos, los ojos, el cerebro, el corazón
cadavéricos no escriben.
No piensan, no ven, no riegan de emoción
ningún papel que aún no existe.
Cuántos poemas muertos hay en la ceniza
no se sabe -infinitos-.
Tampoco existen los poemas nunca escritos
por pereza, o por olvido.
No existe nada más que la poesía dicha,
leída, escrita, escribiéndose.
Naciendo para siempre cuando su creador la certifica
con su muerte, la fija con su fin,
y nunca más la toca, no la lee, no la interpreta,
no es nunca más poeta.
Y nunca los que alguna vez fueron poetas
han de saber si volverán a serlo,
pues la única certeza en esta vida es no ser.
Quizá pensáis, poetas muertos,
que desde vuestro paraíso
seguís jugando a este juego
como cuando estabais vivos.
Tal vez creéis que vuestras influencias
se ciernen sobre el mundo y lo gobiernan,
que hay algo de tinta vuestra en lo que ahora escribimos.
Es la inmortalidad para vosotros un blanco pedestal que os alza
sobre nosotros, pero yo, Maestros Antiguos, os aviso:
no es verdad, para la vida actual
es una gran ventaja seguir vivo.
Porque aunque fuisteis ingeniosos
hoy ya lo habéis dicho todo
y no podéis añadir ni una palabra.
Vivir es una gran ventaja.
Tantos hay hoy que os imitan,
tantos que os malinterpretan,
tanto lustre le estáis dando a tantas ideas abyectas…
sois poetas personaje y otros os estereotipan.
Así que adiós.
Gracias por venir y adiós. Adiós,
porque ni Dani Orviz, ni Silvia Nieva,
ni el Cable Azul, ni Andrés Piquer,
ni Johnny Teuma
en media hora soportarán vuestra careta.
Gracias por venir y adiós.
Vuestras penas yacen en las páginas cerradas de los libros.
Toman ojos, como ectoplasmas, las abiertas,
pero hay tan pocas páginas abiertas…
y cada una exige cien cerradas.
Una mirada es un foco que incorpora un fondo de tinieblas.
Gracias por venir y adiós.
Solo sois páginas pasadas
durmiendo y esperando a que las abran,
durmiendo y soñando con el viento,
la pesadilla blanca, la intemperie que no lee,
la que convierte páginas en pasta de papel,
pasta de papel en plantas,
como si la tierra recordara lo que el hombre olvida,
como si la tierra nunca olvidara nada, como
si el hombre, poeta o no, fuera tan solo olvido.
Gracias por venir, poetas muertos,
decid adiós a los vivos,
nosotros os diremos hasta luego.
Las plantas, las que no saben de libros ni de poetas son las que agradecen, el adiós es lo que el poeta debe comprender. Y mientras más espere que el libro se abra para ser leído, allí estará esperando comprender. Tranquilo, la preocupación desocupa, interrumpe el proceso. El adiós es una conclusión. As de sabiduría.
ResponderEliminarEl libro se cierra, el libro debemos cerrarlo, o nos encierra. Sólo así se puede estar muerto sin saberlo. Esperando hasta olvidaremos la consciencia. El único motivo por el cual el poeta no es tomado en serio es por aparentar no ser un iluso.
Mensaje dentro de un cajón flamenco (es que un chello era demasiado evidente y muy poco tunante). En fin:
ResponderEliminarnos lo llevamos envuelto pa casa....