Salchichón (schotis)



Salchichón,

contratista coreano de postín,

que empleó a unos comisionistas madrileños

-uno noble y un plebeyo,

el Medina y el Luceño-

para darnos mascarillas caducadas

y cobrar la millonada por vendernos

a la vil aristocracia y al COVID.


Salchichón,

que ocultaba su mirada bajo el ceño

y escapaba a las preguntas con empeño

de la prensa progresista y de los jueces

españoles que dudaban de que exista,

por si fuera mero invento del plebeyo

estafador comisionista.


Que se había comprado un carro

y otros dos ya había largado

y una finca y un barquito y unas joyas.

Pero vino Salchichón a desmentirlo,

de postín inversionista, y a ponernos en la mano

un chorizo coreano y unos huevos de tamaño:

“vaya huevos más toreros, Salchichón,

¿tú te crees que en Madrid somos gilís?”

Y responde Salchichón: ¡Sí!


Y se siente en el ambiente un gilipollas.

(Nota mental)




Tengo que escribir un poema sobre el hermano de Ayuso.

(Nota mental)

Pero el hermano de Ayuso es una novela de mil páginas y mañana comeré viendo el telediario.


Tengo que escribir un poema sobre el duque de Feria.

(Nota mental)

O sobre cobrar comisiones millonarias. O sobre gastarse en coches la muerte de otros. 

O sobre ser broker de materias primas. O sobre el primo de Almeida. O sobre Carromero ebrio, 

que mató a Paya en La Habana. O sobre el socio de Luis Medina, que estafó a su parte-noble, 

aun dentro de una estafa. O sobre el cine dentro del cine dentro de la vida.

O sobre escribir un poema que no tiene rima. O sobre la herencia de la abuela de Luis Medina.

O sobre Putin, o sobre Musk, o sobre de Marine la sobrina. O sobre pecho-lobo Macron. 

O sobre PdrSnchz.


Pero me paso el día trabajando.

Y mientras como

veo el telediario.


Y me espían, encima.

Tarde de martes






Abro el Instagram

y le doy pa' bajo compulsivamente.

A veces me paro y te observo un rato.

No pincho en el músculo, no me gustas tanto.

Me canso de mí tirando la vida mirando

una foto tuya

y sigo bajando.

Paso por anuncios

y por edificios

veo tus poemas y tus garabatos

al mover el dedo sobre la pantalla

un escalofrío cruza por mi frente

¿Y si doy “me gusta” a este puto tío

sin querer? Y freno.

Cuidadosamente sigo

hacia abajo.

Me entran depresiones que me duran años

y me recupero instantáneamente.

Pero el Insta tiene un concepto de tiempo diferente.

Te hace envejecer.

Mi vida es un fusil en una vitrina.

No he logrado nada.

Salgo de Instagram y me meto en Facebook.

Y os vuelvo a ver.

Repetidos,

sonrientes.

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Acaso  el preciosismo  en la poesía   dependa  de la joya en la mirada: si es un diamante o un párpado,  es decir, si multiplica u opaca. Te...