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Kafkiana madrileña.


Hay una buhardilla encaramada
esperándome
con los ojos puestos,
pícaros, entre mi hambre
y su fachada.

Tiene el suelo abuhardillado,
y el techo, claro,
pero no, no estoy contando una película,
el suelo lo tiene también en ángulo,
es tan aguda.

Es un lugar idóneo para escribir poesía,
matar el tiempo, las cucarachas,
tocar el arpa y pasar frío,
esos guantes que solo tapan una falange,
para pensar en antes...
típico sitio para llorar, y para estar
enamorado de los bares,
salir de noche y madrugar.

Hacer de la bohemia un mero lugar geográfico
que se halla tras millones de escaleras,
en Fuencarral, a la derecha,
frente a un castillo,
a la manera de los setenta en la Chequia comunista,
con esos jerseys de cuello cisne y esas gafotas de pasta,
la única que un buen bohemio debe llevar siempre encima,
y esas katiuskas.

Lo más parecido a Praga es la cocina,
que calculo que en verano estará superpoblada
de turistas.

La de Dios es Cristo.


Que Tú existes
no lo podemos saber
y por eso se supone que tenemos que creer.
Bien, yo lo creeré
si insistes.

Me estoy quedando afórico.

Ir solo a un recital de poesía
es una escenificación
de la soledad excesiva.

Resbalando por la borda.


Ese borracho que juega a la tragaperras, su caña en la barra del bar, que cambia billetes de veinte euros como si realmente crecieran en los árboles, que trata de aparentar seriedad, control, autodominio... que no está huyendo de ningún sitio; que trata de aparentar que la vida no le ha dado una patada en las costillas, que no le importa si tú le amas o no, porque siempre puede hacerse el hombre con los camareros, que están (un poco solo) sorprendidos, y a estas alturas han visto ya de todo, y saben que asisten a un naufragio desde que el borracho quiso pagar la caña y pidió monedas en vez de billetes en la vuelta, y se giró y enfiló la máquina (jugaba doble, los euros desaparecían como eslabones de la cadena de un ancla resbalando por la borda...

Pájaro en mano II


Esta noche no salgo.
Me quedo en casa.
Ponen por la tele una película
subtitulada.
Es Nouvelle vague,
free cinema,
arte y ensayo, dogma
95, no estoy seguro,
pero debe de ser buenísima.
Debería haber hecho una carrera
para entender estas cosas,
en fin,
nunca es tarde.
Hoy llueve, no tengo ganas de salir...
además, hace frío,
vestirme ahora,
salir del abrigo de los cartones...

¡Empieza!
Sí que es rara, sí...
los subtítulos solo dicen "bienvenido"
"introduzca su tarjeta",
cosas así.

Brillantes alcornoques.


"Los que se mueren de aburrimiento en las tardes de domingo
porque ven llegar el lunes
y el martes, y el miércoles, y el jueves, y el viernes,
y el sábado
y la tarde del domingo."

Jacques Prévert

¡María
ve la tele por las tardes,
por las mañanas la tiene puesta
(pero no la mira)
mientras plancha y hace la comida!
¡La puede dejar cuando quiera!

¡Pepe ve el tomate en el ojo ajeno,
pero no el fútbol en el propio!

¡El país discute porque se politiza el fútbol
mientras la política se futboliza
a pleno día y con alevosía!

¡Miles, millones de niños no saben quién es la bruja Avería!

¡La crisis es una crisálida repleta de neuronas apiladas
dendrita sobre dendrita,
pero el patrón sináptico no tiene prisa,
porque sin un contrato hasta las neuronas se debilitan!

¡En España pronto taparán las botellas de Champagne
con bombillas!

Sal.


Al bar La Luna


En la desvencijada playa,
hacia la orilla,
hay estrellas de mar
como imitando el cielo,
y trozos de cristal de las salinas.

Crustáceos, moluscos,
veleros
en los que ir a navegar.

El rancio pueblo costero se zambulle con estilo.
"Está buenísima",
y sonríe
camino del abismo.

Por proustiano que os parezca


Sobre las personas que duermen en mi casa
ocasionalmente, no mucho que decir,
excepto que se parecen.
Quizá son sólo los reflejos
de mi mente lo que veo,
tumbados en mi cama,
como en la novela del tal Lem ,
o más probablemente porque dormidos
sus cuerpos se parecen a carcasas
que insectos en su vuelo decidieron olvidar
y uno no se fija mucho nunca en las carcasas de la gente,
sí, por el contrario, en la infancia,
por su interés científico, se fijó
más en las de los insectos,
y se parecen, como los pisos
sin amueblar.
Las personas que velan en mi casa
no se parecen mucho, por el contrario.
Unos son hombres y otras mujeres,
unos madrugan y otros remolonean.
Algunos pocos quiero por la mañana
que se queden.
Por proustiano que os parezca,
cada vez que abro los ojos y junto a mí
hallo unos párpados cerrados,
una nuca o unos pies,
es quién soy yo
lo que entre el silencio y la penumbra me pregunto.

Los años sin erre.


Cuando yo era feliz

era más agradable

para todos.


Para mí el primero,

pero también para ella

y para ellos.

Ahora todo es aburrido y cuesta arriba.

Todo es verano o invierno,

Madrid o Barça,

grande o pequeño.

Todo estupidez o chulería.

Muerte o esto.

A mí ya no me traga casi nadie

y no les culpo,

yo no les echaré de menos.

Mis amigos demostraron ser unos pusilánimes

y yo un llorón molesto.


Pero me llama la atención que a ella

nadie le pida cuentas.

Todo el mundo da por hecho que aquél que dejó es éste,

pero no. Yo antes era alegre

y risueño. Contaba

las mejores anécdotas.

Nunca he dejado tirado a un amigo

un sábado.

Ni un lunes, ni un martes, ni un miércoles,

ni un jueves, ni un viernes;

algún domingo sí, nadie es perfecto.

Yo antes sabía escuchar, la gente

me pedía consejo.

Recuerdo que al llegar la Primavera

quería llorar de alegría

y que me contenía, y que a ella

la cubría de besos.


Antes había Primaveras y Otoños

y en los meses con erre

sidras, gamoneu y centollo.


Ella me dejó con los huevos rotos,

y eso es más desagradable para todos.


Para mí el primero,

también para ellos,

pero, de entre ellos,

el primero yo.


Para ella, que con mis besos se llevó mi primavera

y con mis lágrimas mi otoño,

ahora

ya no.

Touché, pero...


http://soytanidiotaquesoypoeta.blogspot.com/2008/10/pathos.html
Eva dijo...

Y junto a él, paradójicos (adjetivo plural)
tan sordos como los hombres,
como el albaricoquero cómplice,
e inermes, (sustantivo plural [o eso debería venir ahora]), su guarnición de orejones.

Soytanidiotaquesoypoeta dijo...

touché





Son
paradógicos,
los orejones,
e inermes.

Los orejones son paradógicos
como el albaricoquero cómplice.

No oyen, siendo orejones,
siendo orejones no son,
tampoco,
las orejas de Oregón.

Y es más, son cómplices, ellos, individuales
como son dulces, o bellos,
o naranjas, uno a uno,
como las puestas de sol,
que son bellas aunque son
individuales:
una a una cada tarde.

Porque no es cómplice
la guarnición
como si fuese cualquiera
cómplice
la que urdiese el peripato
de una argentina bandeja
ya fuera aquélla de arroz,
o de patatas, o almejas.
Que aunque también fuera inerme
no sería cómplice
ni paradógico su silencio,
su inacción,
por no tratarse de orejas.
Porque las orejas oyen, pero no los orejones.
Y menos las guarniciones
o el estado de Oregón.

Otro tema.
Es bastante paradógico
ser inerme y llamarse guarniciones,
aunque yo me refería a una oreja
y a una oreja, y a una oreja...
como a las briznas de hierba
que son prado
aunque ninguna lo sea por separado
(o a los tréboles).

Cómplices
como el albaricoquero que no rompe su silencio.
Porque el silencio se rompe
y el que lo rompe es culpable de romperlo
ya sea un hombre
el que habla,
o una almeja, o una patata.
Y los que callan, los cómplices,
son el resto.

Como las letras son cómplices
al formar una palabra,
porque conspiran y hablan;
no como el albaricoquero, no
como las almejas, el arroz
y las patatas.
No como los orejones
que son los más paradógicos
¡pues no oyen!
ya formen un kilo, un metro,
media docena,
la guarnición de un magret, o
un poema.

Haití


La tierra enterró a los vivos.
Los vivos los desentierran
para volver a enterrarlos
ya muertos en otro sitio
y con lágrimas los riegan,
y luego volverán los blancos
a pastar en esa hierba.

La hez de la sociedad.


Hay palabras que con la humedad
se pudren como el cadáver de Mozart.
Hay que decirlas los días soleados en voz alta,
para que no apesten.
Es frecuente que la gente se las guarde en la boca
logrando así un hálito mefítico
merecidísimo.
Otros las guardan en su cerebro
convirtiéndolo, hay miles de casos,
en un chorizo envenenado
de los que se usan para acabar con el perro del vecino.
Estos últimos jamás meten la pata,
pero tienen el semblante pálido y reseco
y cuando te hablan te adormecen.
A veces hablar no conduce a nada,
pero no hablar puede conducir al estreñimiento mental crónico,
y, amigo, una vez te lo han diagnosticado
cada nuevo pensamiento te pesará como un político.

Exabrupto.


Los que me compadecen
y los que me deploran
conforman una pléyade
de gilipollas.

Hipoteca blues.



De qué hablan los poetas,
me pregunto,
mientras clavas tu hipoteca
en mi hipoteca blues.
Y tú, grandísima hijaputa,
tú, gran banca,
no te preguntas nada,
solo haces números.


Ya en la calle
se me clavan las pupilas en el suelo
como pinchos traperos,
y así es como seguirán por muchos años.
Y mientras tanto, sobre mí, azul, el cielo,
negro de pájaros.

Vita flumen.



Veo vidas apiladas en estanterías,
rostros deformados por el peso de las otras vidas;
las sonrisas petrificadas:
risueños fósiles bajo toneladas de sedimentos.
Amigos muertos:
vidas fluyendo como corrientes marinas.
Veo la felicidad obligatoria,
relojes de luna marcando las horas.
Veo las gaviotas en las lonjas
haciendo retratos, graznando,
acarreando rosas.
Y creo que a mí no ha de pasarme,
que moriré de una manera individual, quizá peor.
¿O solo soy el sedimento que todavía no es roca?
¿Estrato superior, como lo fueron ellos algún día?
Amigos muertos:
vidas fluyendo como corrientes marinas.

Trabajo.


Necesito un curro.
Para ser pobre.
Para no poder comprarme nada,
ni unos zapatos que me libren de los charcos.


Para no tener ni un minuto que perder
en todo un día,

y son tantos como 60 x 24
=
1440 (aunque sea una estupidez
contarlos así, porque no hay dos iguales).


Para tener los domingos
un colchón muelle, huraño,
donde dormir desaforadamente,
con la conciencia tranquila,
y no depender de nadie, exceptuando
a todo el mundo en este absurdo
engranaje.


Yo vivía en una casa en la playa
con mis padres, sin hacer nada.

Cuchicheos



Hay otras mentes creando universos. De ellos sólo vemos su rastro, indicios que hablan de una existencia que se pregona. Anécdotas ocurridas fuera de nuestro mundo nos son relatadas con el valor añadido de la verdad, pero para mi cabeza todas podrían ser cuentos, yo no las viví, para mí no ocurrieron.
Para las otras mentes creadoras de universos mi vida es una diversión más, como una película, un libro, pero mejor. Como un telediario en el que sale un conocido.
Y no hace falta haberse ido para que se queden los pájaros cantando, porque ya hay miles de pájaros cantando que no oímos.



Mientras murmurabas
yo seguía viviendo.
Ajenos ambos al quehacer del otro,
tú a mi vida y yo al murmullo.
Pero no tenía conciencia en ese tiempo
del susurro de las hojas de los árboles,
de la respiración del bosque y la ciudad,
de miles de pequeños ruidos enmascarados
por un único rumor.
A ese continuo leve crepitar
yo lo solía llamar silencio,
como un folio gris puede parecer blanco
y adelantar aparentemente la tarde.
Hoy se hará la noche y junto a mi ventana
una voz negra iluminada me hablará en son de amigo
con el grillar tan reluciente
como un vaso de cristal
recién lavado
secándose a su brisa veraniega.
Ya vuelve a oler a azahar y es tan callada
que te oiría murmurar.

diamante o párpado

Acaso  el preciosismo  en la poesía   dependa  de la joya en la mirada: si es un diamante o un párpado,  es decir, si multiplica u opaca. Te...