Imágenes intercambiables III

A pesar de mi absurda racionalidad, a pesar
de mi capacidad para el olvido, que a mí mismo me sorprende,
a pesar de eso que otros llaman madurez, que me amenaza,
a pesar de los días celestes que llevamos conseguidos,
a pesar de que nos separa sólo una distancia o un tiempo tenue,
a pesar de que te tuve y de que sé que te tendré
siempre; a pesar de que me esfuerzo en no pensarlo,
cada momento que no estás, a veces no consigo evitar
considerarlo tiempo precioso
perdido.

Después de comprender para qué sirvo
(para aprovechar tu tiempo amándote)
el tiempo sin ti se me cae como hojas verdes
de los árboles.

Imágenes intercambiables II

Tengo el corazón como si me lo hubiese pillado con la puerta.

Ya sabe, amoratado, dolorido, con la marca más blanca de la puerta, más hinchada,
pero no lo tengo roto, no está partido.
Para partir un corazón ha de hacer falta tanto dolor...
porque siempre se dicen, tras las rupturas
sentimentales, frases
como "se me partió el corazón"...
"el corazón destrozado"...
"corazón roto"...

deduzco, aventuro,
que es como los que hablan de política o de fútbol
en los bares:
por hablar...
sin saber...
el médico es usted, pero supongo que
a nadie se le rompe el corazón de desamor,
no existirían palabras como adulto.

Ni como co-
lesterol.

Imágenes intercambiables I

Desesperado, busco un papel
y un bolígrafo azul.
Para escribir. Para que ruede la bola empapada
de tinta por el folio y sentir
que mis ideas circulan
con escaso rozamiento.
Me has llamado por teléfono
y detecto en mí el sentimiento de necesitar tus besos.
Me pregunto si esta ansiedad se me curaría con eso.
Estoy como una tortuga
que le dio la vuelta el viento.
Siento crujir mi corazón
como cruje el carey contra una piedra al sol.
Si no te veo, si no te tengo
me desoriento.

Daños a terceros

Yo era uno, tú eras dos, y cuando él llegó
fui el tercero.

ZOMBIES!!!!



Esta historia os interesa, porque casi todos habéis visto una peli de zombies, aunque la mayoría de los que las ven, y todos los que no, no las entienden. Y eso es muy triste.


Porque ¿quién creeis que hace esas películas, un friki en su casa entre pajilla y pajilla? No. Ni mucho menos. Bueno, puede que sí sea un friki, y seguro que hace la peli entre pajilla y pajilla, como se hace todo en esta vida, pero es una persona de élite. Es un tío que está harto de la sociedad de borregos que nos intentan hacer tragar las multinacionales. Está en contra de Matrix, o del Gran Hermano, o del iPod, o de lo políticamente correcto.


Analicemos el argumento de todas las películas de zombies:

La vida transcurre normal para una gente normal de cualquier sitio normal.



Algo, unas esporas alienígenas o similar, infecta a alguien, haciendo que se vuelva raro y agresivo, aunque su agresividad, ojo, no es compulsiva y desordenada, sino lenta e inexorable.


Este zombie primigenio infecta a otro tio normal, multiplicando por dos la amenaza. El zombismo se expande por toda la población a lo largo de la película.


Sólo queda uno, al final, que es el protagonista, elegido para ese papel precisamente por eso

La película termina con el protagonista sucumbiendo entre las hordas zombies en las zombies movie fetén, o escapando milagrosamente en la mayoría de los casos.



Claro, así expuesto, es fácil hacer paralelismos. Pues este ejercicio hay que hacerlo ante cualquier obra. No se pasa nadie más de un mes currando en algo porque sí a lo gilipollas. Porque en las películas hay que llenar el tiempo con cosas, y el director es el que decide qué sale y qué no sale, pero todo el tiempo sale algo que no estaba antes. Es como si ves tocar a un pianista: suenan muchas notas y ninguna suena sola.


Veamos, es importante el dato ese que os he dado antes, y aunque parezca una perogrullada no lo es, de que el protagonista es el último en caer. Porque el protagonista es el que vive la aventura en primera persona y por eso estamos de su parte.


Pero si hiciéramos una película de zombies en la que el protagonista fuera otro, un zombi, la peli ya no sería de zombies, sería de héroes solitarios que luchan contra la opresión y echan abajo el sistema. Un ejemplo perfecto de película de zombies cuyo protagonista es un zombi es Rocky. Nosotros somos conscientes de que Rocky es un zombi al principio de la peli, pero se nos olvida en seguida por empatía con el héroe y por la música de Bill Conti. Así, un zombi violento y amenazador saltando sudado sobre unas escaleras de Filadelfia hace que se nos ponga la piel de gallina. Al final las mama bien mamadas, pero cuando parece que se lo van a cargar de una vez, da un alarido espeluznante que paraliza a la tonta de turno (la hermana de Al pacino en el Padrino) y le da un beso de tornillo que asegura que habrá secuelas. Y en efecto, como las pelis de zombies normales, también ésta ha tenido continuaciones patéticas.


Es un poco triste que los cineastas, que saben todo esto perfectamente, se autocensuren y no lleven las cosas al extremo, que es donde mejor están. Como consecuencia de este prurito polite, en las películas de zombies protagonizadas por zombies generalmente el protagonista fracasa. La película de zombies de más éxito en los últimos años, galardonada con varios Oscars de la Academia yankee ha sido Braveheart. Un producto de mercadotecnia de lo más cínico, ya que todos los zombies que fuimos a verla estuvimos creyendo que teníamos que estar de parte de Mel Gibson toda la peli hasta que lo desmembran. Nos están diciendo que somos unos mentecatos a la cara dos horas y media y al final hacen puré con el iluminado. Como diciendo: paga la entrada y calla, mira lo que le pasó al último que se la descargó de internet.


De las características del género que os comenté al principio quiero fijarme ahora en lo de que el zombi no es rápido. No. Él va caminando a su ritmo. El tío quiere razonar, pero la gente huye despavorida. Esto es algo que nos ha pasado a todos alguna vez. Tú sabes que tienes la razón, pero nadie te escucha. Normal que cuando pillas a alguien desprevenido le metas una chapa infame. En las pelis, el zombi muerde, pero es que el cine es metafórico, por si no lo sabíais.


Esto que estoy diciendo no significa que el zombie tenga que vencer siempre, porque lo bueno que tienen las películas de zombies, es que son neutrales. Sí, al principio el zombi da risa y al final da miedo, pero al final el zombi es el normal y el normal el zombi. Esto es exactamente igual en la vida. A mí no me dan muy buena espina las opiniones unánimes. Yo estoy a favor del diálogo, no quiero que mi opinión se imponga y aplaste las de los demás. Pues los zombies de las películas, y los de la vida real, raro es que, en cuanto empiezan a ser escuchados y a tener apoyos, no avasallen a los que antes les avasallaban. Esto es así, y el cine no hace más que retratarlo.



De todas maneras, es un entretenimiento y así hay que tomárselo. Y para que os entretengáis, os recomiendo dos comedias de zombies excelentes y atípicas:



Solo ante el peligro, en la que el zombi no contagia, pero es cabezón como él solo, y

La Misión, en la que los zombies dan con unos fanáticos inmunes y mueren por sus ideas (caminando hacia las balas, como buenos zombies).







Pensad en ello, que hoy es el día que nos dan para reflexionar cada cuatro años.

























Viernes

Hoy es Viernes, como la chacha
de Robinsón.
Me pregunto qué habrán estado haciendo
en una isla esos dos.
Hablan de maltratadores,
pocos como el tal Crussoe.
Te llamaré Viernes.
Le impuso un nombre, una fecha,
unas obligaciones.
Qué maldición de regalo,
el calendario.
Los salvajes miran al cielo
de entre el silencio selvático
cada tarde surge un cuesco.

Declaración de amor


Nada cambia si no es por una fuerza.
Lo quieto se estanca, lo móvil mantiene moviéndose al resto.
Si no es por una fuerza, todo está quieto respecto a si;
es otra forma de decirlo.
Es decir, no existen aceleraciones.

No quiero entrar en detalles, pero la muerte se me acercó
y me habló al oído.
Me dijo cosas muy íntimas.
Yo sé ahora dónde vive ella y allá voy.
Sólo veo ese camino iluminado como mediante balizas.
Entre todos los caminos relativos,
reconozco el suyo por las migajas que dejó para el regreso.
(Ella no sabe retomar el hilo de la rueca por si misma).
Necesitaría otra fuerza que me saque de esta órbita,
aún distingo una espiral de una elipse y lo que vi en mi nadir
reflejado me acongoja.
No sé si me explico.

La mala compañía

Tomo un vino y un pincho de jamón con pimiento verde. El vino, de Calatayud, está algo frío, pero me lo ha servido una chica guapísima, imposible saber su nacionalidad, y veinte céntimos se han quedado con ella, de propina.



El pincho también está bueno: pan, jamón algo salado aunque fino. Pimiento verde oculto y soso. Sabe a Gloria si en vez de un vino has bebido dos o tres. El local con mucha luz en las manos y poca en las cabezas. Pongo el cuaderno sobre una barra a la altura exacta y leo sentado en un taburete. Mis pies descansan sobre un escalón que parecen haber fabricado unos trasgos al verme entrar por la puerta.



He estado a punto de no entrar. ¿Qué hubiera sido de mí, si llego a pasar de largo? Si con esta decisión he podido mejorar tanto mi existencia, aterra pensar lo que podría haber llegado a ser en la vida. Para bien y para mal. Me impulsa a escribir la conciencia de que un hombre solo vive con sus obsesiones y cuanto más se prolonga la soledad, más se adueñan de él.



Encontrarse a uno mismo es dejar de reflejar a los demás en si y ver qué pasa. Se aprende mucho sobre eso estando solo. Solo a disgusto, prolongadamente. Veo al sentarme dos servilleteros juntos, cerca de mí. Los separo. Los coloco donde los colocaría si fuesen asunto mío. Aparto un poco el vino a mi derecha. Acerco el pincho, a mi izquierda. Pruebo el vino. Está frío. Como el trago anterior de frío y de sorprendente. Mierda, odio pensar lo mismo dos veces, parezco un algoritmo subnormal. Muerdo el pincho. Dejo la mitad en el plato. Nadie en su sano juicio haría tal cosa. Es un pincho de bocado, pero ¿hay alguien en su sano juicio? Han caido, como consecuencia, tres o cuatro migas sobre la barra, cerca del cuaderno. Las barro con los dedos hacia el suelo. Creo que es posible que una, la más voluminosa, la de mayor inercia, haya entrado por la manga de mi chaqueta. Aún no estoy tan loco como para quitarme la chaqueta, con todo lo que ello conlleva de cese de comodidad, y asegurarme de que no tengo una miga de pan entre manga y antebrazo. [-Pensó él.-] Quizá, al desvestirme dentro de cuatro horas, ya en la pensión, me la encuentre prendida de mi camisa. Me darán ganas de llorar. Eso es la soledad. Lo malo no es estar solo, es estar con uno mismo.

la bestia abisal.

A la mañana siguiente al desplome solitario
de aquel silencioso árbol
también se obtuvo papel
de su celulosa.
Las páginas cerradas de los libros,
que son prácticamente todas,
serán negras, dada la ausencia de luz
por egoismo de las abiertas.
Me pregunto si durante la tiniebla
se quedarán en blanco,
como bestias abisales,
como amantes olvidados.

Antisocial


Surge un sencillo peatón

de la crisálida.

Algo ha fallado.

Se suicida, a través de un hara-kiri

mediatizado mi observador.

Todas las telebasuras charlan durante días

acerca del estrés post-traumático.

Mientras, yo me alejo caminando.

Belleza facial, error garrafal.

Me enamoré
de una cara que hacía gestos.
Casi todos me gustaban, excepto
algunos. De esos
me enamoré.

diamante o párpado

Acaso  el preciosismo  en la poesía   dependa  de la joya en la mirada: si es un diamante o un párpado,  es decir, si multiplica u opaca. Te...