Si cada letra valiese una cebolla
valdría la pena.
Si cada palabra un guacamole,
cada frase una tortilla,
cada estrofa un estofado.
Pero como se ha demostrado, escribir
no mitiga en absoluto
la anemia de los poetas,
los poemas no se comen,
ni siquiera sirven ya para ligarse a una tía.
Tengo hambre de tu cuerpo
y mucha sed de tus besos;
dije yo aquella vez, y lo mantengo,
pero de amor no se muere,
ni se vive de poesía.
¡Oh, patatas, poèmes de terre,
os echo tanto de menos!