La hez de la sociedad.
Hay palabras que con la humedad
se pudren como el cadáver de Mozart.
Hay que decirlas los días soleados en voz alta,
para que no apesten.
Es frecuente que la gente se las guarde en la boca
logrando así un hálito mefítico
merecidísimo.
Otros las guardan en su cerebro
convirtiéndolo, hay miles de casos,
en un chorizo envenenado
de los que se usan para acabar con el perro del vecino.
Estos últimos jamás meten la pata,
pero tienen el semblante pálido y reseco
y cuando te hablan te adormecen.
A veces hablar no conduce a nada,
pero no hablar puede conducir al estreñimiento mental crónico,
y, amigo, una vez te lo han diagnosticado
cada nuevo pensamiento te pesará como un político.
Exabrupto.
La vida es sueño.
Hay un arco iris de deseos.
Y el cielo es transparente,
pero parece azul.
A veces veo a mujeres en el metro
atravesando el suelo por la tarde,
el cuello dislocado, la boca abierta,
como ellas no quisieran que las viera,
pero las veo, a veces.
Por las mañanas son más los hombres que se duermen.
Creo que todos tenemos sueño y lo sembramos
así, yendo y viniendo por la tierra,
y no miramos nunca al cielo,
para que llueva.
Como hormigas de colores pululando
por el bastón de un dios,
el bastón blanco
de un dios anciano
que ya era ciego hace mil años.
Acheunoeneuno.
Se terminó el verano, llega la gripe.
Miles de niños
latentes en las piscinas
serán lanzados al aire
como el antídoto de la salud.
Vuelve la realidad, y contra ella no hay Tamiflú.
Contra una gripe porcina nada puede una vacuna.
Las ministras la administran una a una,
encima.
La inminencia de la muerte
se parece a la llegada de Septiembre.
Y a la llegada al trabajo los besos,
de compromiso,
se asemejan a un suicidio colectivo.
La temporada otoño-invierno
este año tiene un virus exclusivo,
y para estar a la moda
la gripe habrá de llevar apellido.
Gripe “A”, como el equipo.
Prefiero morir de gripe
que vivir encapsulado
y que me claven agujas
preventivas con el bicho inoculado.
Lo que tenga que ser será;
se termino el verano,
ya, total, qué más da.
La ciudad es azul y es negra
y es blanca por la noche,
y por el día es amarilla,
gris y naranja.
La ciudad es gris por la mañana,
amarilla al mediodía
y por la tarde es naranja.
Y por la noche es azul,
y negra, y blanca.
Tú aún no existes,
y tu luz no lo ilumina todo.
De las sombras que mi cuerpo traza sobre el suelo
es de donde yo saco las lágrimas que de vez en cuando lloro,
la tinta con la que invoco tu llegada. Quizá
tu luz cambie el color de la ciudad
o quizá lo intensifique, sin ti
soy un pintor de recuerdos tristes
que más que recordarse se predicen.
Pero vendrás y miraré en tus ojos la mañana
y la tarde en tu cabello,
y la noche la sentiré en la piel al abrazarte,
y tú calor me secará las lágrimas.
Y la ciudad seguirá siendo gris,
y amarilla, y naranja.
Y azul, y negra y blanca, como siempre,
pero ya no seré su espejo nunca más,
o seré, quizá, la tinta de tu lente.
Chorrada cancrizante.
Supervivencia.
Gel,
miel.
Pan.
Tomates,
algo de carne.
Patatas hay.
Una docena de huevos.
Aceite, arroz.
Yogures, melocotones,
galletas de cualquier clase.
Cereales.
Leche hay,
azúcar hay.
Chocolate.
Una cebolla,
unos ajos,
pimiento,
calabacín.
Una lechuga pequeña.
Una lata de fabada
o de callos
por si acaso.
Pasta...
cerveza...
se me olvida algo.
La vuelta al cole.
He estado derrochando gotas de sudor al sol,
en la playa, y lágrimas cerca de las barras de los bares.
He sentido que el tiempo había pasado como un río subterráneo.
La luz del verano se ha vuelto estroboscópica
y ahora el otoño llega con la lluvia y con las hojas de los árboles
enseñándome a caer menos deprisa.
Como el paracaídas consuela a un abatido aviador
que vuelve a la infantería.
Te llamas Sara.
a S. P. G.
Bajo el agua, en silencio, dormías, Sara,
en un universo sin noción de lo grande y lo pequeño.
A salvo de la luz y con los párpados aún cerrados,
oyendo sin saberlo un corazón,
desde el momento mismo en que tus oídos se formaron.
Y a tu alrededor tu madre, Sara, y tu padre,
entre las batas blancas de los médicos.
Y un miedo como tú, creciendo,
como para los hombres crece el tiempo desde que nacen
hasta que mueren,
pero ese tiempo del miedo era una cuenta atrás
hasta tu nacimiento.
Y simultáneamente corría hacia delante
y crecía como el tiempo de tus padres,
que estaban ya fuera del agua,
entre las batas blancas, con sus párpados abiertos
de par en par.
Te llamas Sara, pero podrías llamarte Esperanza.
No tienes que comprenderlo.
Vive y danos sabor al aire,
sabor al agua, sabor a la luz del Sol.
No tienes que comprenderlo. Vive.
Te llamas Sara,
pero podrías llamarte Esperanza.
Pluma periodista.
Si me pagaran por escribir versos sobre Cristiano Ronaldo
los escribiría encantado.
Porque es como Amadís de Gaula,
como el Cid,
como Tirante el Blanco.
Paladín de los maricas
y de las adolescentes;
el héroe de los macarras,
de los forofos del fútbol,
de las jóvenes promesas;
de portugueses
y portuguesas.
Si me pagaran por escribir
en su favor...
¡ay! si
me pagaran.
Escribiría los versos más bonitos
esa noche.
Lo haría encantado.
Loaría su sonrisa,
su estilismo, su calzado.
Hasta su bisutería.
Y lo defendería frente a sus adversarios.
¿Quién es Kakà?
La misma palabra lo dice,
su vulgar antagonista,
su colonia de ultramar
evangelista.
Cuando Cristiano Ronaldo
se ve empujado a probar su santidad,
la pone a prueba en un bar.
Y si alguna vez no la prueba
es que es humano.
No es difícil no gastar,
lo difícil es ahorrar
siendo un hortera
millonario.
Y Raúl, no es más que un simple futbolista.
¡Ay!, si me pagaran
yo sería su cronista.
Pero no me pagan nada
porque hay muchos voluntarios,
mucha pluma periodista.
La poesía no es la solución...
La poesía no es la solución,
la droga no es la solución,
la muerte no es la solución.
La solución no es la solución.
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