http://soytanidiotaquesoypoeta.blogspot.com/2008/10/pathos.html
Son
paradógicos,
los orejones,
e inermes.
Los orejones son paradógicos
como el albaricoquero cómplice.
No oyen, siendo orejones,
siendo orejones no son,
tampoco,
las orejas de Oregón.
Y es más, son cómplices, ellos, individuales
como son dulces, o bellos,
o naranjas, uno a uno,
como las puestas de sol,
que son bellas aunque son
individuales:
una a una cada tarde.
Porque no es cómplice
la guarnición
como si fuese cualquiera
cómplice
la que urdiese el peripato
de una argentina bandeja
ya fuera aquélla de arroz,
o de patatas, o almejas.
Que aunque también fuera inerme
no sería cómplice
ni paradógico su silencio,
su inacción,
por no tratarse de orejas.
Porque las orejas oyen, pero no los orejones.
Y menos las guarniciones
o el estado de Oregón.
Otro tema.
Es bastante paradógico
ser inerme y llamarse guarniciones,
aunque yo me refería a una oreja
y a una oreja, y a una oreja...
como a las briznas de hierba
que son prado
aunque ninguna lo sea por separado
(o a los tréboles).
Cómplices
como el albaricoquero que no rompe su silencio.
Porque el silencio se rompe
y el que lo rompe es culpable de romperlo
ya sea un hombre
el que habla,
o una almeja, o una patata.
Y los que callan, los cómplices,
son el resto.
Como las letras son cómplices
al formar una palabra,
porque conspiran y hablan;
no como el albaricoquero, no
como las almejas, el arroz
y las patatas.
No como los orejones
que son los más paradógicos
¡pues no oyen!
ya formen un kilo, un metro,
media docena,
la guarnición de un magret, o
un poema.