Alopecia VI

La autonomía es el fundamento de la dignidad de la naturaleza humana y de toda naturaleza racional

Immanuel Kant,
Fundamentación para una metafísica de las costumbres





¡Genética alopecia!
No es a ti.
¡Stress!, que a tus congéneres aplasta,
a ti tampoco es; ni va contigo
ninguna otra histórica falacia.

Asomas la cabeza del folículo,
contemplas tersa piel: erial
anexionado bajo el yugo
imperial de la vecina frente
es, más que cuero cabelludo.

Te atajan, y vuelves a surgir
como una idea;
tratan de convencerte de que ya
no eres de ahí
y muestras tu ADN deeneí.

¡Indómito cabello que galopas la llanura!
¡Azote de la tundra!
¡Aunque tu estirpe muera
y abdique su corona melenuda en un sombrero
tú resiste
y yérguete derecho en tu raíz!

Excusatio non petita...





gas Natural fenosa
(en minúscula gas, en minúscula fenosa, en mayúscula Natural)

un dibujo de una mariposa

un par de sellos AENOR:
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Nos están robando.

Si no
no nos darían
tantas
explicaciones.

el procesador









el procesador de texto me pregunta
si quiero la página 
normal o apaisada.

Qué fuente deseo,
de qué 
tamaño.

Después
me deja tan solo como siempre


Los detalles

a Emilio Botín, sinceramente



Mañana los periódicos titularán el día con tu nombre.
Dirán "fallece" o, tal vez, "muere",
en presente, subrayando su carácter noticioso,
como si para un lector
tu muerte fuese un hecho  que espera a ser leído,
que ocurre en el momento en que los ojos lo comprenden.

Ilustrará la página tu foto,
una cualquiera, de cuando estabas vivo,
acentuando la sorpresa:
todos los que no saben la noticia y se enteren
entre sorbos de café, o en la panadería
junto a la que está el quiosco, se dirán
que no hacía mucho tiempo te habían visto
saludable, como siempre,
sin sospechar siquiera que el final ya te rondaba.

Todo es mentira, has muerto ya.
Tu cuerpo está dejando de ser reconocible,
se toman decisiones que te afectan
solo de forma metafórica,
tu físico es un bulto incoherente.

Y sin embargo me interesa ese periódico.

Seguramente lo compraré, antes de ir al trabajo.

Y en el metro, entre artículos que glosarán tu relevancia
como banquero y tu valor incalculable para la sociedad;
o junto a líneas que algún amigo prominente
redacta ahora mismo en un ordenador
haciendo acopio de recuerdos personales para que quede claro
que él era mucho más que un simple conocido,
tal vez
encontraré algún dato
del que extraer el cómo de tu muerte.

A qué hora, junto a quién, en qué
habitación.
Cuál fue tu última palabra, tu último gesto,
sobre qué superficie
reposaba tu cuerpo y luego tu cadáver...

cómo murió ese hombre que parecía un dios
omnipotente.

Qué detalles nos hicieron iguales ante el tiempo.

Dónde encontrar ese último desprecio hacia los bienes materiales
que hallaste tú
-ese helicóptero inservible
mientras agonizabas, esa mansión vacía
tan lejos de Madrid-
y yo no hallo porque he de seguir vivo mientras me roban
tus herederos.



Va usted a entrar en un sueño muy profundo







El poeta contará hasta tres, y el lector

cerrará los ojos

abandonando el poema:

u-

no,

dos.



Calles con nombres de monte












"Es mejor no saber hasta qué punto la persona que te vende el pan cada mañana es una persona despreciable"
Angélica Liddell

Yo tenía cuatro años.
Cinco años.
Seis años, poco más.
Y compraba el pan en la plaza Mayor de Llaranes.
Llaranes era mi mundo y la plaza Mayor
era el centro del mundo.

Y compraba el pan con mi madre, me llevaba
de la mano hasta allí, a dos calles
-Río Eo seguro, era la nuestra,
Río Nora no estoy tan seguro. U otro río.-
Yo cruzaba dos ríos de Asturias
a los cuatro años, o cinco, de la mano
de mi madre
para comprar aquel pan.
En la plaza Mayor de Llaranes,
Avilés, Asturias,
España.
Europa.

Había un panadero. Pachona. Un panadero.
¿Qué edad tendría?
Era mayor que mi madre,
se parecía a mi abuelo en edad, desde mi punto de vista.
Era un viejo. Desde mi punto de vista lo era
¿qué edad?
Cincuenta o sesenta años
más que yo, yo qué sé,
no se le puede pedir
a una persona
que calcule la edad de una piedra,
¿qué es un año cuando solo has vivido cuatro años?
Ni siquiera recuerdas la mitad de tu vida,
el tiempo no es cíclico aún.
Mi madre era eterna;
mi abuelo, Pachona, en general los viejos,
eran mi mitología.

Yo quería a Pachona, lo veía
más que a mi abuelo.
Recuerdo su ropa: un mono azul
y una gorra.
Nadie más la llevaba en Llaranes.
Una gorra y un bigote risueño,
siempre risueño. Me decía:
¿Qué tal, productor?
Y a mí me gustaba, me sentía importante,
no le hablaba a mi madre, me hablaba a mí, ¿Qué tal,
productor?
No recuerdo lo que yo le decía, es curioso, el recuerdo,
¿Qué tal, productor? Cada día. Una barra de pan.
La pagaba mi madre.

Mi padre esperó un año o dos y me dijo:
Pachona
era un somatén.
¿Qué edad tendría yo? ¿Siete años?
¿Y qué es un
somatén?
-mi padre no hablaba conmigo de gilipolleces
como la guerra civil
o la dictadura,
se centraba en la física
rudimentaria (dos trenes que salen, etc.)
y en las matemáticas;
en tocar la guitarra, en Astérix y Obélix,
escuchar a los pájaros
y en echarnos la bronca a mis hermanos y a mí
cuando nos peleábamos. Bueno, y en el
ajedrez.-
Un chivato. Y tiene pistola.
Cuando Franco, Pachona era malo.

Qué raro era todo a los siete años, no quise
dejar de querer a Pachona, pero Pachona dejó de llamarme
productor. Yo crecí
y me iba más lejos a hacer los recados
-sin mi madre-
a otra zona del barrio.
En dónde las calles tenían nombres de monte:
Calle monte Cauribo,
Aramo, Naranco...

si no me creéis, podéis buscarlo en un mapa,
fue así.


TRATADO

TRATADO
DE RÍTMICA Y PROSODIA
Y DE MÉTRICA Y VERSIFICACIÓN
de Agustín García Calvo,
eres el mejor
libro de poesía
de la Historia.

Contigo no basta leer,
quiero conservarte.
Entiendo lo que debe de ser
ser padre, tener un hijo.

Temer
por él lo que uno
no teme por uno.

Creer
en el fulgor del futuro.

Amarillo.

Como tú, ¡oh! TRATADO
DE RÍTMICA Y PROSODIA
Y DE MÉTRICA Y VERSIFICACIÓN
de Agustín García Calvo. 

asco





Europa se tira pedos.
Su política
sus anexiones "pacíficas"
sus sanciones "económicas"
su Historia
su diplomacia
sus guerras colonialistas
su ciencia
su arte
sus matemáticas
solo son sus convulsiones
peristálticas.

El gas que permea el subsuelo
de ese viejo incontinente
al político europeo le hace pensar, indulgente,
que es mejor fuera que dentro.
Y cada cierto tiempo, no falla,
Europa se afloja el vientre.

Y se asfixian los de siempre.

silencios







Oídme. Y se oyó puro, cristalino, el silencio.
Vicente Aleixandre, Nacimiento último


Una sola palabra ha puesto fin
a toda eternidad silente.
Ahora el silencio existe desde ella.

Una sola palabra parte el silencio en dos,
hace del silencio anterior una sustancia 
premeditada, del posterior silencio
prerrogativa.

Una sola palabra, pero después dos, y diez,
y miles de palabras
goteando como lluvia,
inundando el silencio hasta vaciarlo
de sus significados.

Hasta restaurarlo
eterno, en otro nivel
de decibelios.

rastros de la primera luz






Hay que poner en juego todo lo que es uno
y valorar el cielo y la semilla por igual.
Buscar en cada grano de la arena
el mar desierto escondido
ver el futuro en el pasado y en el pasado
el futuro.
Juzgar la ola por el viento
y la tormenta por la calma.
Hallar en la tiniebla trayectorias
que nos hablen de pretéritos
rastros de la primera luz.

Uno todo estallando en un último verso
y aun así seguiremos
titilando inseguros.

¡camarero!







Sentado
en esta terraza
espero a que me atiendan.
Sentado en esta terraza a la sombra
de este árbol.

Busco el poema, palpo el hueco del poema,
calculo la idea
que encaja en el hueco

mientras espero a que me atiendan.

el tema al que aplicar la técnica
poética,

si es que existe la técnica poética,
si es que yo la tengo.

No importa eso, no importa si tengo o no
tengo
técnica:
espero el poema,
aunque hoy
quizá no venga.

Pienso que el poema se parece al camarero,
mientras espero a que me atiendan.

Sí,
yo también,
yo también  sonrío ahí,
en la terraza,
mientras pienso esto que os digo,
esto que os digo ahora;
cuando lo pensé
sonreí.

Como vosotros,
así que voy por buen camino
aunque no tengo tema

todavía.

No tengo cerveza

aún.

He venido a escribir un poema mientras bebo una cerveza
a la sombra
y no tengo cerveza
ni poema,
y aún así, creo que voy por buen camino.

Esto es lo que yo llamo
técnica
poética.

Todo en la vida,
toda la existencia humana
es digna de mención,
toda es digna de comentario.
Co-
mentario,
mentar algo conjuntamente,
ponerse de acuerdo en el nombre de algo,
para ahorrar explicaciones,
porque las palabras son atajos
para ahorrar sílabas,
para ahorrar saliva.
Para dejar libres los tímpanos
y escuchar mejor el rumor de la sabana
o de la pluvisilva,
por si viene un tigre
o una estampida de ñus.
Por si viene un simple mosquito
portador de la malaria
sediento de sangre mamífera.


No viene el camarero.

Tengo sed, no hace falta decirlo.
Sentado en esta terraza espero a que me atiendan.
Sentado en esta terraza
que el sol coloniza, moviendo la sombra de este árbol
tan ciego, tan justo,
tan democrático,
tan convencido de sus raíces, tan
vegetal,
que no mueve sus ramas,
que no las interpone
entre el sol y mi silla,
que no sabe que me estaba dando sombra,
o quizá me ha visto escribir y está en contra
de la tala incontrolada,
del afán humano por la celulosa.

No sé.
Lo humanos somos egocéntricos por naturaleza,
los poetas más,
como los árboles por naturaleza dan sombra,
como el sol se mueve millones de kilómetros
respecto a la tierra
y nos la quita.

El sol se ha movido
un millón de kilómetros
respecto a la tierra.
El camarero ni un metro
respecto a mí.

No tengo cerveza,
no tengo tema,
no tengo poema.

Pero tengo técnica
poética. Creo que estoy
en el buen camino.

Sentado en esta terraza
esperando a que me atiendan
los camareros, las musas;

palpando el hueco,
calculando la idea,
al sol,
bajo un árbol
que mira para otro lado.

Asombrado observa
la belleza infinita de una flor
y le da sombra.

Quizá hoy no era mi día.

diamante o párpado

Acaso  el preciosismo  en la poesía   dependa  de la joya en la mirada: si es un diamante o un párpado,  es decir, si multiplica u opaca. Te...