Yo, que soy un ser sensible y sé
que en este mundo sí, que en
este mundo sí,
que en este mundo es innegable que se
sufre, y veo
el sufrimiento de este mundo y lo
comparo
con el de otros mundos,
más o menos
separados de este mundo,
y veo el sufrimiento de esos otros
mundos comparándolos con éste,
como si hubiera muchos mundos, como si
hubiera muchos mundos,
como si el mundo fuera
un conjunto
de
mundos ensamblados,
como si las fronteras fueran lo real,
en vez
de lo que nos explica la unidad en este
mundo
que solo es uno; individual, esférico,
que flota en una nada comparada con el
mundo
sin luz, temperatura ni oxígeno,
sin mar, ni tierra ni canciones,
sin nubes ni personas ni problemas; y
si no
a qué tanta alambrada y tanto muro y
tanta aduana
a qué tanta vigilia en plena noche y
tanta cámara
de rayos infrarrojos,
y tanta policía
a qué tanta política para marcar la
diferencia
entre los mundos que componen este
mundo, entre los mundos
que fingen ensamblarse unos con otros
por cada cicatriz y componerlo como
heridas
en articulaciones, cortes en músculos
del mundo, cortes
en sus tendones, que desangran,
que explican desangrando qué es la
sangre
y que descuartizando indican dónde
estaban las uniones,
a qué tanta frontera artificial si las
hubiera
naturales. No las hay.
Yo, que soy un ser sensible y sufro con
el mundo te lo digo
porque no habría sufrimiento
si no fuera del mundo el sufrimiento,
el mismo sufrimiento para ti y para mí,
por eso te lo digo,
no para que me compadezcas tú a mí
por el dolor de otro mundo que es
distinto de tu mundo
sino para que sufras con los ojos hacia
ti, para que veas
que tú eres el mundo y sufres tú si
sufre el mundo y el mundo sufre si tú
sufres, si yo
sufro, si sufrimos
sufre el mundo, hay
sufrimiento.
Y no puedes poner una barrera al
sufrimiento en este mundo
como si cortas una mano porque te duele
un dedo. Dónde,
¿nunca has pensado hasta dónde dura
un dedo,
y si ese dedo sería un dedo si nunca
terminara?
Un dedo que es tan dedo como el mundo
que no es dedo no lo es
para que sea -dedo-
tu dedo en el mundo, y vale ya este
ejemplo,
si no lo entiendes créelo. Yo,
que soy un ser sensible te lo digo,
te pongo en otro ejemplo:
como cuando te empujo y tú te caes
encima de un castillo hecho de arena en
una playa,
y dices que he sido
yo, que he sido, que
yo he sido.
Te crees que estás diciendo la verdad,
aunque te he empujado a ti, y has sido
tú, has sido;
tú has sido quien ha puesto cada minúsculo cristal,
cada trocito de concha en el lugar
cada trocito de concha en el lugar
que ocupa ahora,
o cómo iba a calcular yo todo eso, cómo
iba a calcularte entero a ti,
para saber qué partícula de arena iría a
parar a cada sitio
de este ahora, después de que tu
cuerpo, tu materia,
tu personalidad y tus recuerdos,
-lo que te empeñas en decir que eres
tú,
a lo que tú, tan orgulloso de una
silueta hacia adentro,
llamas yo-, ese sujeto de tus acciones,
desde donde predicas,
y estás diciendo
has sido tú,
has sido tú, como
un niño,
desordenara así el castillo.
Ahora
que has destrozado con tu ego ese
castillo
dices que solo eres vehículo
para la fuerza destructora que te
empuja
y que tu dedo y todo lo demás perdió
por culpa de otra cosa su equilibrio.
Y dónde empieza la "otra" cosa para que
la cosa "una" seas tú
¿no lo has pensado?
Para que seas tú y puedas aducir que
tú no has sido,
que no eres responsable.
Tú quieres ser irresponsable y te
aíslas.
Yo, que soy un ser sensible te lo digo,
soy tú porque tú
eres yo,
soy yo porque tú
eres yo, hay
sufrimiento, es
como una fuerza que te empuja, te
lo digo, dítelo tú,
eres un ser sensible, como yo,
dite qué sientes, y qué es sentir
si no es el sufrimiento de este mundo
compartido.
No te lo digo, me lo digo, no me
escuches,
escúchate a ti.
Dímelo tú
a ti.
Destroza mi
castillo.