De esa lista difusa
de hombres que frecuentas
bórrame.
No porque yo sea más que ellos,
ni menos,
no porque no pueda figurar en ella
por méritos, por currículum,
por historial;
por conocimientos;
por antigüedad.
Bórrame.
No para cambiar mi estatus
respecto a ti, respecto a nadie.
En ningún caso por despecho,
porque yo ya no te ame
o porque haya detectado que tú nunca me amaste,
o que me amas demasiado.
No por celos.
Bórrame.
Bórrame y vuelve a apuntarme en ella acto seguido.
Apúntame
como si fuera nuevo
otra vez, cada día.
Y cada noche bórrame.
Apúntame a esa lista difusa
de hombres que frecuentas
para no frecuentarme a mí
ya nunca.
Apúntame
y que cada encuentro sea el último.
Apúntame
y que cada beso el primero.
Apúntame
y que cada roce encierre una pregunta,
cada sonrisa un triunfo,
cada adiós una ruptura.
Bórrame
y que cada lágrima surja
con su sal.
Apúntame
y que en cada humor se diluya
su azúcar.