No es cuestión de color.



Te amo

como las hojas verdes aman

a las verdes ramas.

Como las ramas verdes al negro tronco,

el tronco negro a las raíces

blancas.

Las blancas raíces a la tierra.

Como la tierra al cielo.


No es cuestión de color, es de alimento.


Y tú me miras con esos ojos verdes y sonríes,

y de tus verdes ojos me congratulo, no es cuestión de color.


De tu sonrisa, es de alimento,

me maravillo.


Me maravillo como las hojas verdes se maravillan del azul cielo

el cielo azul del azul

mar, el mar azul de la luna

blanca.

Como la blanca luna se maravilla de la luz blanca

del blanco sol,

que la alumbra

porque la ama.

"Tú"


Digo “tú”
y es
que estoy vivo.
Y lo veo escrito
por mí,
y es
que viví.

Y al decirlo se me llena la boca de palabras.
Todas las palabras que te he dicho,
todas las que te he escuchado
decir. Todas las palabras que te rozan.
Digo “tú”
y digo todas tus palabras.





Leo “tú”
y tengo que decirlo,
que escribirlo.
Tengo que seguir viviendo,
diciendo “tú”,
¡tú!
Pensando en ti
con cada palabra tuya.
Tú eres todo lo que no soy yo
y mucho
de lo que sí.

“Cuando diga “ella” y lea “tú””.
Es la idea que me agrede por las noches,
la idea que me aterra hoy,
cuando aún escribo “tú”
y sé quién eres.
No quién eras
ni soy.
"Ella"
puede serlo cualquiera.
“Tú” solo puedes ser
tú.

La insensatez suprema.

http://www.flickr.com/photos/mapicruz/4681097451/sizes/l/



El amor pasa
y resulta incomprensible en perspectiva:
es lo contrario de la Historia,
hay que vivir en él para entenderlo.




Yo vivo en un lugar absurdo
e imaginario, como la ínsula
Barataria, como Utopía,
como la Atlántida.
Y surgen por doquier los dones
de la naturaleza, sin embargo.
Y sin embargo voy
sonriente por las calles atestadas
de terráqueos.

Compro el pan en el despacho de una geisha,
viajo en metro y los demás viajeros, azorados,
me rehúyen por mi bonhomía.
Pero mi sonrisa está bien justificada
y estoy en mi derecho.
Solo los locos, los borrachos, yo y los niños
decimos la verdad.

No puedo hablar por ellos, pero yo estoy loco
por ti, ebrio de tu armonía
y balbuceo al verte como un recién nacido.
Y cuando estoy solo hablo contigo
¿acaso no me oyes?
y al entornar los ojos te veo sonreírme,
y en medio del silencio de la noche te escucho respirar mi mismo aire
y creo por eso que ha de merecer la pena
caer de lleno en la insensatez suprema del amor.

Y, diciendo esto, dio de espuelas a su caballo Rocinante, sin atender a las voces que su escudero Sancho le daba, advirtiéndole que, sin duda alguna, eran molinos de viento, y no gigantes, aquellos que iba a acometer. Pero él iba tan puesto en que eran gigantes, que ni oía las voces de su escudero Sancho ni echaba de ver, aunque estaba ya bien cerca, lo que eran; antes, iba diciendo en voces altas:

–Non fuyades, cobardes y viles criaturas, que un solo caballero es el que os acomete.

Calma.





Algo le hace la ciudad al ánimo
de los millones que la pueblan en verano
porque en la noche el silencio es uniforme
como la oscuridad, como si un pacto
rigiera la relación entre los ojos y las voces.


Se oculta en la profundidad de las personas
un grado más en el espíritu gregario,
diríase que la naturaleza al moldearnos
previó la formación de las ciudades.


Como adolescentes que comparten dormitorio
fuera de casa, y tras la última palabra
se conceden un silencio penumbroso
preparatorio de aquel sueño que aún lo repara todo,
en la ciudad hay una hora en la que cesa la batalla.


Tras las ventanas abiertas a la noche que respiran
como estomas luminosos en la sombra de las plantas
veo a anónimas personas preparando su descanso:
flores que se cierran, aves silenciosas ya en sus nidos,
peces que retroceden y se ocultan en marañas coralinas.

Es domingo, acaba el día, termina la semana.






Tú no lo sabes, pero pienso en ti a esta hora,
cuando la noche acalla el zumbido de la calle,
cuando la multitud yace solidificada y duerme
en manada de diurnos animales.

De este domingo importa solo el lunes, ya.
Su inexorable fin y su futuro,
pero es ahora cuando al cerrar los párpados te visualizo,
y al recordarte, entre millones de silencios
que descarto, estoy seguro de escuchar como un hallazgo,
como una veta de mineral precioso, aisladamente,
la calidad acuática del tuyo.

Los años sin erre.


Cuando yo era feliz

era más agradable

para todos.


Para mí el primero,

pero también para ella

y para ellos.

Ahora todo es aburrido y cuesta arriba.

Todo es verano o invierno,

Madrid o Barça,

grande o pequeño.

Todo estupidez o chulería.

Muerte o esto.

A mí ya no me traga casi nadie

y no les culpo,

yo no les echaré de menos.

Mis amigos demostraron ser unos pusilánimes

y yo un llorón molesto.


Pero me llama la atención que a ella

nadie le pida cuentas.

Todo el mundo da por hecho que aquél que dejó es éste,

pero no. Yo antes era alegre

y risueño. Contaba

las mejores anécdotas.

Nunca he dejado tirado a un amigo

un sábado.

Ni un lunes, ni un martes, ni un miércoles,

ni un jueves, ni un viernes;

algún domingo sí, nadie es perfecto.

Yo antes sabía escuchar, la gente

me pedía consejo.

Recuerdo que al llegar la Primavera

quería llorar de alegría

y que me contenía, y que a ella

la cubría de besos.


Antes había Primaveras y Otoños

y en los meses con erre

sidras, gamoneu y centollo.


Ella me dejó con los huevos rotos,

y eso es más desagradable para todos.


Para mí el primero,

también para ellos,

pero, de entre ellos,

el primero yo.


Para ella, que con mis besos se llevó mi primavera

y con mis lágrimas mi otoño,

ahora

ya no.

Interacción nuclear (fuerte).


Hay tanto amor en cada átomo de amor
como en el universo entero.
Porque el amor no existe a gran escala
-se ve en los telediarios-
y sin embargo, de uno en uno, todos
nos enamoramos.
Es como un virus, pero más pequeño.

El amor es una fuerza,
una norma, algo nouménico.
Yo no creo en los gluones,
o mejor dicho, no me los tomo en serio.
(Tampoco a los midiclorianos.)
Pero a la materia sólida, sea como sea,
sí me la creo, y me creo a las parejas
sólidas, sean como sean,
y me las tomo en serio.

El amor que haya entre ellos no me afecta,
es como la interacción fuerte,
que a distancia es como si no existiera.

Pero existe. Nouménicamente al menos.
Como los gluones, como los midiclorianos.
Como los fotones,
aunque el electromagnetismo es otro tema.

Y si no, ¿por qué en Ginebra
han instalado una máquina
para romper corazones en millones
de pedazos?

Te quiero.


Pienso yo y digo tú.

Mar de amor amor de mar.



A Rafael Alberti, lógicamente.

Mar de amor.
Por lo insondable,
por lo bello, lo salvaje,
por las bestias abisales.

Mar de amor por lo innegable,
por lo tenaz, por lo fiero
por su brutal oleaje.

Mar de caudales de ríos
que confluyen.
Mar de males de miradas
revisadas.

Mar de sal, que reflota los navíos.

Mar de sal, que reflota los navíos.

Mar de lágrimas perdidas
recobradas en el mar.
Mar de lágrimas pasadas
que vuelven a estar por llorar.

Mar de amor amor de mar.

Mar de amor
amor de mar.

Mar mortal que solo mata
si yo muero amor mortal
que solo muere
si muero.

Mar de amor
amor de mar.

Yo te quisiera amar
como esos marineros
que cuando tocan el puerto
no quieren desembarcar
porque les basta con verlo
y navegar.

Yo te quisiera amar
como esos marineros...
mar de amor
amor de mar.

diamante o párpado

Acaso  el preciosismo  en la poesía   dependa  de la joya en la mirada: si es un diamante o un párpado,  es decir, si multiplica u opaca. Te...