Así como la erre del teclado
se siente de sola
hasta que la pulsan
y va a parar a un escrito junto a otras letras
como la o en amor, como la ele en burla,
como la e y la erre en erre,
pero peor,
me siento yo.
Me siento peor que la erre,
y que la o
y que la ele;
en realidad me siento tan mal
como la abstrusa uve doble,
como la rígida ka.
Como la hache ignorada, la ese líquida...
Como si nadie me necesitara
sólo porque tú
ya
no
me necesitas.
Me pregunto si existirán otras palabras
como tú
y la vida me arrulla
con sus erres libres,
metempsicóticas, asesinas:
otra, sí,
sí,
una:
w-
h-
i-
s-
k-
y...
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