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Hay notas de Stradivarius
que más bien son desvaríos.
Rebotan aquí y allá:
una pared, una orquesta,
un tímpano desprevenido...
Por el contrario otras veces
la vibración simpatiza con alguien
y se queda agitando una cabeza,
explicando una emoción.
Ya suceda este fenómeno en un teatro,
auditorio, o una iglesia,
o aunque suceda en la
calle/plaza/avenida/travesía,
al recibir el mensaje, esa cabeza
convierte en artista al músico.
al recibir el mensaje, esa cabeza
convierte en artista al músico.
Y no importa que el violín
no sea un Stradivarius,
o sí,
ni el teatro, el auditorio o la iglesia;
ni por supuesto tampoco, entre público y artista
importa el tipo de vía.
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