(foto: ibotamino)
Esta sensación de otoño
me la dan las hojas de los árboles
que ahora son del suelo,
y algunos charcos secándose al sol del mediodía:
sol lento que me hace ahora acarrear mi abrigo.
Me dan los niños la sensación de otoño,
hablando siempre con franqueza en el camino
de su escuela, con su uniforme y su mochila,
con su peripatética jerarquía.
Y me recuerdo a mí cuando era ellos
como recuerdo las hojas antes, en los árboles.
Así comprendo quién ya no soy,
y quien no volveré ya a ser. De dónde vengo.
No cuándo es hoy. No a dónde voy.
No quién seré cuando haya llovido y llegue el hielo,
cuando haya vivido y vire atrás, nostálgico,
sin distinguir quizá las estaciones.
Siento un hastío fenológico por esta sensación, por este otoño,
por esta ilusión perenne de presente entre el frondoso tiempo caducifolio,
por este sol y por su declinar oblicuo;
y aun sé que al volverse frío el viento
encontraré consuelo en el calor del fardo
de pasado y de futuro que es mi abrigo.
Existe una época del año en la ciudad, cuando aún antes de que la primera hoja caiga, puedes sentir el inicio del otoño...
ResponderEliminarEl viento sopla, el verano se aleja y por primera vez en mucho tiempo necesitas un cobertor extra en tu cama.
Después de todo, las temporadas cambian al igual que las personas.
Las personas entran y salen de tu vida.
Sin ellos ¿qué es lo que moldearía nuestras vidas?
Tal vez si nunca cambiáramos de curso, no nos enamoraríamos.
Pero es reconfortante saber que aquellos a los que quisiste, siempre estarán en tu corazón… y si tienes mucha suerte…, también en el de ellos.
Mi correo es plcortina@hotmail.com
ResponderEliminarpor si queréis firmar en privado.
gracias gracias gracias
aunque, por tocar las narices, aquellos que quisiste... siempre estarán en tu cabeza. En tu corazón está tu sangre, que siempre está de paso.