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En el código QR de mi blog podía verse al mismo tiempo el rostro de Jesucristo sobre la Sábana Santa, una máscara funeraria carolingia, el reflejo de Aladino en una lámpara y la blanca cicatriz del obsesionado Ahab. En su centro había una cruz bizantina y en la esquina sin cuadrado, olvidada de su dueña, una arpa. Sí, así, en femenino. Al mirar en él más lejos aparecían dos líneas confluyendo hacia un Aleph. Y miré por él mil veces y mil veces vi lo mismo: un lugar ausente de sustancia, de sonidos y de vida. El silencio, del que nace nuevo todo cuando todo se termina.

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diamante o párpado

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