Pugnando por ser adultos
a los 37 años
mis amigos han tenido
hijos.
Se agarran a su trabajo
hablan en cortos cafés
monosílabos
que sustituyen a antiguas
conversaciones.
Y, como hombres, no lloran
aunque más que ganas
tienen motivos.
Reprimen sus gritos
abrazando contra su pecho
su niñez adulta con cara de
recién nacido.
Me encanta. Conciso y fuerte...
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